Oro y sangre

Por Carlos Solero
Oro y sangre, estas palabras bien podrían sintetizar la historia de Latinoamérica desde la llegada de los europeos a estas tierras en el siglo XV. La quimera del oro, como en la película de Chaplin puso al desnudo la crueldad de los codiciosos conquistadores de la espada y la cruz.
Quinientas mil toneladas de oro y plata cruzaron los océanos desde América hacia Europa, y desde entonces hasta hoy llenan las arcas de los bancos de Bélgica, Holanda y Alemania, también el tesoro ruso y adornan la biblioteca papal del Vaticano.

El derrumbe de la mina en Chile es sólo consecuencia de la rapaz ambición de la empresa minera que no se conforma con lo extraído en el filón y por lo tanto arriesga la vida de los trabajadores. Como siempre para el capital la vida humana es material gastable.

Son elocuentes los testimonios de los mineros que habiendo cavado las rocas del subsuelo en la mina en cuestión afirman haber advertido hace mucho tiempo a los empresarios mineros del riesgo de accidentes fatales más allá de los trecientos metros de profundidad. Los treinta y tres mineros atrapados están a setecientos metros y deberán aguardar allí meses.

Todo lo expuesto debería llevar a pensar en la Región Argentina acerca de los emprendimientos de megaminería denunciados en repetidas ocasiones como contaminantes y perjudiciales. Señalamientos ignorados por los funcionarios gubernamentales.

¿Complicidad, connivencia? Como decía Bertolt Brecht, a tantas preguntas tantas respuestas.

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