Por Carlos A. Solero
Más allá de los discursos y promesas, queda claro que los jerarcas de las principales potencias del mundo han decidido profundizar las medidas de ajuste sobre los pueblos.
La reciente reunión en Toronto del G20 mostró una vez más que la voluntad de los poderosos es salvar al sistema financiero internacional sacrificando los derechos de los pueblos. Esto queda patentizado en las resoluciones que se expresan en la flexibilización, polifuncionalidad y precarización del empleo, prórroga de las edades jubilatorias, topes salariales, en suma un cruento disciplinamiento de la fuerza de trabajo con la amenaza de la pérdida inminente de puestos de trabajo.
En tanto la persistencia de los conflictos bélicos en distintas latitudes alimenta al complejo industrial militar del Imperio y sus socios menores, redoblan su siniestra apuesta enviando naves al Golfo Pérsico.
A la vez procuran disimular la catástrofe ecológica causada por la BP en el Norte de América, la cual no es un accidente ni una casualidad, sino la lógica consecuencia de la irracionacionalidad de un sistema sustentado en el lucro y depredación, con la objetiva complicidad de los Estados.
Albert Einstein decía que era de locos insisitir yendo por la misma senda para alcanzar resultados diferentes. Los jerarcas del Planeta tienen el síndrome de la omnipotencia y la soberbia.
Habrá que multiplicar los esfuerzos para torcer este rumbo con la lúcida conciencia de los pueblos solidarios.