Por José Luis Parra
El ataque israelí a militantes sociales que transportaban ayuda humanitaria a la Franja de Gaza se sumó en estos últimos días a la violenta represión que ejecutó el gobierno griego contra su pueblo en las calles, dando más ejemplos -si es que hacía falta- de que a los grandes emporios económicos no les resulta suficiente conquistar la legalidad de los aparatos estatales para poder desarrollar sus políticas de saqueo y enriquecimiento a costa del hambre y desarraigo de millones de seres humanos.
No es novedad el uso de la fuerza que se ejerce desde los gobiernos como forma de guardar el orden y la paz, señalando justificaciones siempre montadas y mentirosas. Con la misma lógica se manejan las potencias, denunciando la existencia de planes diabólicos desarrollados por grupos de locos terroristas para atentar por sorpresa contra inocentes ciudadanos en cualquier lugar del mundo. No es casual que tales locos terroristas se localicen en espacios apetecidos por las grandes empresas multinacionales por razón de la riqueza de sus recursos naturales, como es el caso del petróleo. Sin embargo, se requiere otro requisito para que un país pase a integrar el selecto bando de los terroristas mundiales: que su pueblo no esté dispuesto a entregar esos recursos.
En ese plan, algunos Estados funcionan como guardianes del siempre cambiante Orden Mundial. El enclave del Estado de Israel en Medio Oriente fue planteado por sus mentores como la necesaria y justa radicación de una nación en un territorio, mientras que la realidad y la Historia demuestran que las fuerzas triunfadoras en la Gran Guerra Imperialista plantaron en 1948 una cuña con forma de gendarme en esa conflictiva zona que se presentaba contraria a sus intereses y a la cultura occidental dominante.
El argumento humanista escondía el propósito de controlar la región e imponer políticas económicas de saqueo de los recursos naturales.
La contracara de estas acciones fue el subdesarrollo y empobrecimiento de las poblaciones saqueadas, condición necesaria para continuar ejerciendo el poder.
La continuidad y defensa de tal enclave se muestra y promociona como crucial en la bíblica tensión sostenida en la lucha entre el Bien y el Mal.
Sin embargo, la dicotomía entre lo bueno y lo malo parece no bastar. Al Imperio no le alcanza sólo con defenderse pasivamente de los “malos”. Así, a la ofensiva de guerra contra grupos y países militarizados y opositores, se suma la intervención militar en aquellos países que no practican una democracia al estilo occidental, con el objeto de llevarles la gracia del progreso y la libertad.
Como se hiciera en la época de la Conquista, los responsables de esta cruzada civilizatoria afirman que le hacen un favor a los pueblos atrasados. Y a los que se oponen, el progreso los pasa literalmente por arriba.
PARA DAR EL EJEMPLO, LO MEJOR ES EL TERROR
Los Estados gendarmes no ocultan sus acciones. Justamente se trata de cometer abiertamente todo tipo de atropello a los derechos más elementales de personas y países, tanto como para “dar el ejemplo” a quienes se animen a rebelarse.
Las intervenciones armadas directas sobre países (Grenada, Panamá, Afganistán, Irak, etc.) se complementan con el ataque y muerte de militantes políticos, sociales o religiosos, periodistas, etc.
El Estado de Israel mantiene un feroz bloqueo sobre Gaza (apoyado por EE.UU.). Impide que los palestinos reciban alimentos, productos básicos, material sanitario, educativo y de construcción. Esta medida fue adoptada en represalia por el triunfo -en elecciones legislativas- del movimiento islamista Hamas y su posterior toma del poder en la Franja de Gaza en 2007.
Desde ese momento, organizaciones humanitarias defensoras de los derechos humanos han realizado numerosos intentos por romper el bloqueo.
El 31 de mayo de 2010, comandos de marina israelíes asaltaron en forma sangrienta una flotilla humanitaria internacional compuesta por 7 barcos que se dirigía a Gaza, con un saldo de al menos nueve civiles muertos,
Según las autoridades israelíes, el asalto a la nave principal de la flotilla -“Mavi Marmara”, de bandera turca- se produjo porque transportaban armas a Gaza, aunque no fue presentada prueba alguna.
Además de asesinar a 9 personas y herir a decenas, el ejército israelí detuvo a más de 700 pasajeros que llevaban ayuda humanitaria a Palestina, los que luego fueron deportados.
Pocos días después se conoció el informe de las autopsias de las víctimas, que confirmó que los activistas turcos recibieron en total 30 impactos de armas de fuego a corta distancia, cinco de ellos en la cabeza. Los videos del barco mostraron cómo los atacantes israelíes comenzaron a disparar ni bien abordaron la nave.
Los principales organizadores de la Flotilla de la Libertad fueron el Movimiento Mouvement Free Gaza, la Campaña Europea por el Cese del Asedio de de Gaza (ECESG), la Fundación Turca de Ayuda Humanitaria (IHH), la Fundación Malasia Perdana y el Comité Internacional por el Levantamiento del Asedio de Gaza.
OTRA VEZ RACHEL CORRIE
Días después, fue detenido el barco “Rachel Corrie”, que buscaba también romper el bloqueo a Gaza con cientos de toneladas de ayuda y 19 activistas a bordo, entre ellos la irlandesa Mairead Corrigan, Premio Nobel de la Paz 1976.
En este caso, la acción israelí no produjo víctimas fatales. La nave fue desviada y los israelíes lograron mantener el bloqueo.
La embarcación detenida lleva el nombre de una pacificista estadounidense que fue asesinada en 2003 durante una campaña humanitaria organizada para resistir la destrucción de viviendas palestinas. Rachel, de veintitrés años, murió aplastada por las excavadoras del ejercito israelí cuando intentaba evitar la demolición de hogares palestinos en la franja de Gaza en marzo de 2003.
Los responsables señalaron entonces que se había tratado de un accidente y los responsables fueron sobreseídos, a pesar de que numerosas fotografías mostraron el momento en que el conductor de la topadora la aplastó sin piedad. [Ver informe completo en sección Desde el Margen: http://www.margen.org/desdeelmargen/num4/corrie.html]
Según un informe publicado en 2007 por la agencia UNRWA de las Naciones Unidas, más de 25.000 palestinos habían perdido (a esa fecha) sus hogares por demoliciones llevadas a cabo por los militares israelíes.
LA GEOPOLÍTICA DE LA VIOLENCIA
De acuerdo al análisis de Thierry Meyssan, de la Red Voltaire, el ataque israelí también conlleva un principio geopolítico.
Meyssan señaló que “al abordar un barco turco y matar a varios de los pasajeros que viajaban a bordo del mismo, Tel Aviv decide en primer lugar dar una respuesta de carácter militar a la crisis diplomática que sus relaciones con Ankara vienen atravesando desde enero de 2009. El objetivo de esa iniciativa es provocar dos crisis, una en el seno del Estado Mayor turco y otra entre este último y el actual gobierno de Turquía”.
Para Meyssan, “Israel estaba obligado …a destruir la credibilidad de Turquía en momentos en que ese país se halla en plena fase de acercamiento a Siria e Irán y muestra su aspiración a ejercer una autoridad regional junto a sus nuevos socios. Por lo pronto, Israel tenía que castigar a Ankara por el papel que ha desempeñado en la negociación del Protocolo de Teherán sobre la industria nuclear iraní”.
Aunque hayan existido diversas causas para el ataque y muerte de civiles indefensos, todas coinciden en un punto: el uso del terrorismo para mantener el poder. Del otro lado se levanta la resistencia que adopta diversas formas, una de ellas -y prioritaria- es la de romper el silencio cómplice.