Por Carlos Solero
Los mismos que durante cuatro décadas sostuvieron la infame tiranía de Francisco Franco en España, más las tres décadas que parece estar durando la mentada “transición”, pretenden que se siga guardando silencio.
Como la Bernarda Alba de la obra de Federico García Lorca, también asesinado por los falangistas, los verdugos y sus cómplices buscan la eterna persistencia del luto y el dolor.
A la cruenta guera civil, iniciada con el levantamiento de 1936, le siguió una no menos cruenta post guerra contra el pueblo ibérico: persecuciones, delaciones, censura férrea, encarcelamientos y torturas.
Cotidianos escarnios de todo tipo, prohibición del uso del idioma como el euskera en Euzkadi, el catalán, el gallego, etc.
Las brutales hambrunas, las apropiaciones de niños y una exigencia permanente de tributo y humillación a los vencidos.
La espada y la cruz, el yugo y las flechas impuestos y lanzados por doquier.
Por más que lo intenten no podrán frenar los reclamos de justicia.
¿Acaso hay que olvidar por decreto las masacres perpetradas por el caudillo, como la de los abogados laboralistas de la calle de Atocha, el asesinato de los obreros ácratas Delgado y Granados, la ejecución de Salvador Puig Antich en el garrote vil?
No es posible olvidar.
Aquí, allá y en toda latitud, no debemos olvidar.