Pérdida y recuperación de la palabra

Por Carlos Solero
Entre las nefastas secuelas de las últimas décadas en la Región, una de ellas fue el silenciamiento forzado de las voces disidentes que expresaban su oposición ante las injusticias sociales.
En efecto, el terrorismo de Estado llevó adelante una sistemástica destrucción del pensamiento crítico, aniquilando vidas humanas, pero también destruyendo libros, diezmando bibliotecas populares, censurando expresiones de las ciencias y las artes y por supuesto a sus hacedores. Miles de muertos, desaparecidos, forzados al exilio externo o interno.

Una metódica campaña de vaciamiento cultural que iniciada en 1966 con la fatídica Noche de los bastones largos, continúo desde 1975 y tuvo su correlato en los años noventa.

Nuestros jóvenes,al igual que el personaje de la película de E. Subiela “Ultimas imágenes del naufragio”, fueron perdiendo el uso de las palabras y en su reemplazo les impusieron la chabacanería aliada a un Consumissmo desenfrenado.

La Ley Federal de Educación, desestructuró la escuela pública, contando para ello con múltiples complicidades, generando analfabetos funcionales.

Son unos cuantos miles en la Región Argentina los jóvenes que no estudian,

ni trabajan, no son ellos quienes eligen su triste destino, el perverso sistema los lanza hacia el abismo de la exclusión social. Tornándolos víctimas potenciales de las adicciones y el desamparo. Esta es una violencia no sólo simbólica, sino también concreta.

Es por eso tan importante la tarea de recuperar los espacios barriales de clubes y bibliotecas, la creación de los Bachilleres Populares. Para encarar la impostergable tarea que siguiendo a Paulo Freire podríamos llamar de recuperación de la palabra.

Palabras que impliquen una mirada crítica de la realidad social, para empuñar el destino en las propias manos.

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