Nuevas expresiones de “Nunca Más”

Nota editorial de la Revista Margen Nº 57, marzo 2010
Los Golpes Militares o cívico militares que sacudieron a nuestro continente durante décadas lograron sostener el poder económico de las potencias y las grandes multinacionales que, como tantas veces a lo largo de nuestra historia, requirieron los servicios de mano de obra nativa para enfrentar los movimientos de liberación y lucha por la dignidad y el desarrrollo.
Impusieron su mandato con métodos de violencia, terror y tortura, como los utilizados por los nazis en su terrible “Noche y Niebla”, por Estados Unidos en Vietnam o por Francia en Argelia.

Como ya señalamos en esta publicación, “dispararon las deudas externas ilegítimas, desarticularon la oposición de gremios y partidos políticos, impusieron el terror para acallar cualquier voz de reclamo, consolidaron el sistema de transferencia de riquezas desde nuestros países hacia los centros de poder capitalista, prepararon el camino para la entrega de las empresas estatales y los recursos naturales al capital internacional.
Y sentenciaron a muerte a millones de seres humanos, tal como ocurriera desde la llegada de Colón a nuestro continente”.
El objetivo principal fue lograr la destrucción de los aparatos productivos, exterminar todo modelo de desarrollo, toda señal de independencia; someter a los pueblos a su voracidad.

Las consecuencias están a la vista.
Para nuestra gente: subdesarrollo, pobreza, atraso, violencia, enfermedades.
Para nuestro espacio: saqueo de las riquezas naturales, generación de problemas ambientales.

Las dictaduras han pasado, pero el daño ha sido grande. La correlación de fuerzas no ha variado fundamentalmente en tiempos de democracia. Las multinacionales dominan el espacio, consolidando la expulsión y sentenciando a la marginalidad a millones de seres. La violencia se mantiene bajo la apariencia de una democracia formal y delegativa, sacudida oportunamente con situaciones de inestabilidad política e incluso con anuncios o golpes confirmados, tal como el de Honduras en 2009.
Los adultos han abandonado a los jóvenes a un destino incierto. Pero a pesar de ello, son las nuevas generaciones -que no vivenciaron la terrible era de las Dictaduras Militares en forma directa- quienes asumen hoy actitudes valientes para expresar -de otros modos, con otras voces, con otras herramientas- el «nunca más» que lleva el valor de un grito de guerra: contra la injusticia, a favor de la vida.
Por José Luis Parra

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