Nota editorial de la Revista Margen Nº 56, diciembre 2009
Por José Luis Parra
Entre el Premio Nobel de la Paz otorgado a Barack Obama y el fracaso de la cumbre climática de Copenhague:
El contexto internacional está dominado por las prácticas de un capitalismo desatado e incontenible. Aplasta o devora a todo lo que se pone delante de la marcha triunfal emprendida por las empresas y grupos economicos que se han apropiado de los recursos naturales y de las vidas de la humanidad toda.
La injusta distribución de la riqueza es tan notable que ni siquiera se toman el trabajo de ocultarla. Lo impúdico de la rapiña consolida la impunidad.
“Eso nos indica dos cosas: primero, la bestialidad imperialista, bestialidad que no tiene una frontera determinada, ni pertenece a un país determinado, bestias fueron las hordas hitlerianas, como bestias son los norteamericanos hoy, como bestias son los paracaidistas belgas, como bestias fueron los imperialistas franceses en Argelia, porque es la naturaleza del imperialismo la que bestializa a los hombres, la que los convierte en fieras sedientas de sangre que están dispuestas a degollar, a asesinar, a destruir hasta la última imagen de un revolucionario, de un partidario de un régimen que haya caído bajo su bota o que luche por su libertad…. No se puede confiar en el imperialismo, pero ni un tantito así, nada…” Ernesto Che Guevara . . |
Vivimos en un moderno sistema feudal en el que los Señores de la Tierra se transformaron en Gerentes mientras que los reinos antiguos tomaron forma de corporaciones y multinacionales.
La mayor parte de la humanidad vive en un continuo estado de zozobra, de temor y de ataque. La violencia sacude al mundo. Pero ya no es una confrontación entre dos contendientes. Existe un solo agresor. El capital le declaró la guerra a la humanidad y la ataca con todo su poder. El número de pobres aumenta sin cesar. Quienes no quieren ser alcanzados por esa violencia son utilizados por el sistema como mano de obra barata para reprimir a los pueblos: policías, gendarmes, carabineros, soldados, prefectos, o como se los denomine en cada país, constituyen la guardia de los bienes privatizados -léase robados o secuestrados- por los grandes emporios y sus aliados vernáculos.
Mientras tanto, como en el mejor de los feudos, se nos impone a hablar y a sentir como lo hacen los señores. Y nos hacen creer que es necesario un orden fuerte -siempre en sus manos- que nos defienda de la violencia que ellos mismos generan. Quienes habitan zonas pobres, sin agua u otros recursos naturales, se encuentran en un terrible estado de subdesarrollo que les dificulta la resistencia. La desnutrición infantil y las enfermedades constituyen un peso demasiado grande para empujar. Más de 500 años de colonización (política, económica y cultural) no son poca cosa a la hora de analizar las debilidades de nuestros pueblos africanos, americanos y asiáticos.
Pero, paradojalmente. quienes habitan en zonas ricas en agua, energía, tierras para el cultivo, minería y pesca, se encuentran en la misma situación.
La pobreza aquí es directamente proporcional a la riqueza en recursos. Cuanto mayor sea el recurso, mayor será el estado de la pobreza, ya que sostener el subdesarrollo es el único modo que conocen las corporaciones para continuar siendo los beneficiarios exclusivos de su explotación.
Barack Obama, presidente del mayor Estado beligerante y conquistador de la historia, recibió el premio Nobel de la Paz 2009. Días antes de recibir la distinción, sumó más soldados a la invasión sobre Afganistán e Irak.
Obama explicó que es necesario luchar y hacer la guerra para defender a sus compatriotas agredidos. Avergüenza y repugna tan solo citar estas palabras. Es que Estados Unidos de Norteamérica -como la Roma imperial- utiliza, como soldados para la conquista y la ocupación, a personas originarias de los pueblos subdesarrollados. Mientras tanto, aumenta sus presupuestos en armas, desarrollo tecnológico en seguridad, equipamiento, inteligencia, viáticos y seguros para los miles de soldados que combaten en todos los rincones del planeta, etc.
El discurso de Obama no es novedoso. Desde 1870 a 1914, las potencias europeas (manejadas por sus clases capitalistas), se debatieron en lo que se denominó la “Paz armada”. Planteaban que debían defenderse del posible ataque de su enemigo para defender la paz, para lo cual se armaban en forma creciente. El aumento de armamento de uno era respondido por el aumento de armamento del otro. Sin embargo, la palabra paz tenía otro significado para las potencias en su relación con el África. Desde 1891 a 1904 se produjeron diversos repartos en los que los europeos se arrogaron la propiedad de tierras y vidas africanas.
A pesar de la expansión colonizadora y de los sucesivos repartos, en 1914 estalló la primera Gran Guerra, que significó una lucha imperialista por la hegemonía mundial, peleada y sufrida por los sectores más empobrecidos de uno y otro bando.
Al finalizar la guerra en 1918, los intelectuales y medios de comunicación capitalistas afirmaron sin dudar que la enseñanza de la guerra había sido internalizada y que se abría una nueva era para la humanidad.
La Segunda Gran Guerra desdijo tal aseveración. Aun así, los personeros del poder continúan hoy utilizando los mismos -falaces y gastados- argumentos.
La imposición del capitalismo a escala mundial produjo desde entonces muchas intervenciones armadas formales (Corea, Vietnam, Irán e Irak, Afganistán); estados de guerra latente (Guerra fría) e intervenciones no declaradas (Doctrina de la Seguridad Nacional en América, Guerra contra el Terrorismo, Guerra contra el Narcotráfico).
En síntesis, la Paz que expresa el Premio Nobel otorgado este año no es otra cosa que el status del orden capitalista requerido por los grandes emporios para mantener su poder sobre los recursos naturales y los seres humanos, con el objeto de aumentar aun más sus ganancias.
Por otro lado, del retiro de Bush del protocolo de Kyoto en 2000, al fiasco de la gestión Obama en la Cumbre 2009 de Copenhague, queda claro que las potencias -y especialmente quienes conducen a los Estados Unidos de Norteamérica- tampoco se harán cargo de su responsabilidad en la generación del alto nivel de contaminación que está llevando al planeta a una crisis climática que tiene ya pronóstico muy desfavorable.
Guerras, contaminación, extinción de especies animales y vegetales, desocupación, hambre y violencia. En todos los casos, el denominador común es la muerte.
Ante semejante cuadro, la humanidad debe enfrentar ese modelo y lo hace desde el deseo de vivir. La defensa de la vida subyace en cada situación, en cada ámbito, en todo momento. No hay más que mirar alrededor para ver, valorar y -fundamentalmente- sumarse a esa lucha.
No hay otro camino entonces que la defensa de la vida. Para que crezcan y se amplíen los movimientos sociales y culturales; a favor de recuperar la tierra, el trabajo, la dignidad; contra la pobreza, el hambre, la desnutrición; contra el maltrato, la discriminación y contra la injusticia Para dejar de ser meros espectadores aclamando el paso del cortejo de los vencedores que hacen sonar su marcha triunfal.
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