¿Pecadores públicos?

Por Carlos Solero
La noción de pecado nace con la imposición de un dogma. Yahvé convocó a Moisés y entonces le dictó las Tablas de la Ley, estableciendo las prohibiciones y castigos a los transgesores de Los Mandamientos. La cólera del dios se abatirá contra todo aquel que desafíe sus dicterios.
Ahora bien, los ejecutantes del enojo divino serán por cierto humanos, simples y vulgares mortales, como por ejemplo los pretendientes lapidadores de la considerada mujer adúltera de la Biblia o bien los que -en nombre de Alá- infibulan el clítoris de las niñas según un ritual islámico oriundo de Africa.
En todos los casos, dolor y sufrimientos bien terrenales y concretos, no meras palabras de un dios a un mandatario.

En España, la Iglesia Católica -la misma que acompañó la conquista de América con el exterminio de la población originaria, la destrucción de sus culturas y el arrasamiento de millones de seres humanos, la que apadrinó al genocida Gral Francisco Franco Bahamonde- dice que se transforman automáticamente en pecadores públicos los que discutan la posibilidad de despenalizar el aborto.

Son los mismos que en la Argentina bendijeron los vuelos de la muerte y consolaron a los verdugos.
Ahora, dicen los jerarcas eclesiales, la discusión parlamentaria de una ley que despenalice y/o autorice los abortos a mujeres que no deseen procrear, transforma en pecador público.
Impiden con violencia explícita que las mujeres demanden por sus derechos, pues la mera mención de la disposición de sus propios cuerpos hará que se desate la ira de dios sobre la especie humana.
Otra vez invocando a dios y con el mazo dando.

Nosotros decimos una vez más acerca de la necesidad social de implementar planes de educación sexual para una procreación responsable, en pro de maternidades y paternidades deseadas.

Para que los jerarcas espirituales quiten sus manos de los cuerpos de la mujeres.

A favor de vidas dignas de vivirse, sin nociones engañosas de pecados, en pro del goce de las potencialidades humanas.

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