Por Carlos Solero *
Conmueve el relato de uno de los últimos jóvenes que recuperaron su identidad genética primigenia gracias a la incasable labor de la Asociación de Abuelas de Plaza de Mayo.
Solían decir nuestros abuelos, migrantes forzados por la pobreza y las guerras, que la sangre no es agua. Entonces, la recuperación de los orígenes de todos y cada uno constituye una cuestión importante a la hora de pararnos sobre la tierra.
Terrible tragedia la de convivir con quienes aniquilaron la vida de otros o son cómplices de esto por acción u omisión.
Es por eso que resulta irritante la posición asumida publicamente en las pasadas semanas por una mediática dirigente política que se opone a las pruebas de ADN para determinar la identidad de personas a las que se supone apropiadas durante la dictadura militar.
Ciertos acontecimientos son parteaguas en la historia de la sociedad, los años de plomo marcan a fuego a la Argentina y su presente.
Los mismos de ayer, jamás cambiaron. Sus testimonios públicos lo evidencian.
Memoria contra el olvido, claridad de procederes y convicciones firmes.
Búsquedas e identidades para abrir brechas hacia la dignidad colectiva aun en tiempos de turbulencias.
* Carlos Solero
Miembro de APDH Rosario