Por Carlos Solero
Hace algunos años, el Premio Nobel Alternativo Manfred Max Neef afirmaba su hartazgo por concurrir a reuniones internacionales convocadas por la FAO, en las que mientras degustaban canapés y bebían champagne los especialistas internacionales comentaban las alternativas sobre la crítica situación alimentaria del Planeta Tierra.
Max Neef no se quedó en la airada queja, puso manos a la obra y escribió un importante libro: “La economía descalza”, en él desarrolla una serie de propuestas concretas a implementar en los diversos territorios para procurar una economía sustentable a escala humana, que por fuera de los cánones del capitalismo construya una agricultura pensando en la satisfacción de las necesidades populares y no en los negocios de los grandes pools de siembra.
Esto implica una organización social y económica autogestionaria al estilo de la elaborada por Kropotkin en La conquista del pan allá por fines del siglo XIX, pequeñas unidades agrícolas con métodos productivos que respeten la biodiversidad y la articulación con la industria también organizada de modo autogestivo por trabajadores libremente asociados.
Todo esto está en contraposición con los discursos que por estos días analizan la persistencia y el crecimiento de la pobreza, sin indagar que la causa de los problemas está en la concentración de los medios de producción en una elite explotadora y rapaz basada en el lucro despiadado.
Jerarcas de la iglesia, dirigentes de las patronales que históricamente sometieron a las mayorías, ésas son las voces que atruenan en los medios informativos distorsionando lo que es un secreto a voces, la mala organización económica y social, el capitalismo.
Subsidios estatales para sostener a los predadores de la sociedad, mano dura con los campesinos y pueblos indígenas. Justamente, los ausentes del debate -porque no se los escucha y se los persigue y silencia de modos diversos- son los excluídos, las víctimas de las políticas que estos dirigentes impulsan cada día.
Es tiempo de clarificar las cosas y continuar la larga marcha que termine con las injusticias que no son errores del sistema, sino su lógica perversa.
Del hambre y sus comentaristas
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