Por Virginia Casas
Las migraciones en América se han constituido en un lugar común en la consideración general, se han convertido en un fenómeno que ha sido naturalizado, que -como la creciente violencia urbana- ya no llama la atención y se ve como parte constitutiva de la sociedad latinoamericana.
Este fenómeno en aumento evidencia las desigualdades económicas cada vez más profundas que se plantean en nuestros países. Las continuas crisis económicas impulsan a miles de personas a migrar con el propósito de mejorar sus condiciones de vida, lejos de sus raíces, su cultura y sus familias.
Como siempre, quienes resultan más perjudicadxs son las mujeres y lxs niñxs.
La CEPAL adviertió que lxs niñxs migrantes de América Latina y el Caribe enfrentan riesgos durante su desplazamiento a otros países, tales como abusos y explotación.
Datos alarmantes
En un artículo publicado en el periódico colombiano -1- Semana (15/08/2023), se da cuenta del aumento de migrantes en la peligrosa zona de la selva de Darién (entre Colombia y Panamá), de camino a Estados Unidos de Norteamérica:
Los datos muestran que en el primer semestre del año emigraron 40.171 NNA, mientras que en el mismo periodo del 2022 cruzaron esa frontera 7.369 menores de edad, un incremento desbordado del 445 %. La entidad conoció un dato incluso más preocupante: menores de edad migrando sin sus familias, lo que genera una condición mayor de vulnerabilidad.
Alerta binacional
La presencia de estructuras criminales, justamente, llevó a que las Defensorías del Pueblo de Colombia y Panamá emitieran, el pasado mes de abril, una Alerta Temprana Binacional. El propósito principal es que los gobiernos de las dos naciones implementen medidas que apunten a garantizarles los derechos a quienes cruzan la frontera a través de esta zona, también conocida como Tapón del Darién.
Como en otras oportunidades, la Defensoría del Pueblo toma las cifras del Servicio Nacional de Fronteras, también conocido como Senafront, que forma parte del Gobierno de Panamá. En Colombia no existen registros oficiales que permitan establecer el número de migrantes que atraviesan el Darién y las condiciones en que lo hacen.
Pobreza en aumento, niñxs en peligro
Según UNICEF, “los niños, niñas y adolescentes migrantes y refugiados en América Latina y el Caribe se ven obligados a abandonar sus hogares debido a la pobreza, la falta de oportunidades, los conflictos, la violencia, los desastres naturales y otros factores”.
Por otro lado, UNICEF alertó acerca de que casi 4 millones de niños, niñas y adolescentes en América Latina y el Caribe podrían verse afectados por la migración en un futuro próximo,afirmando que “Estos niños migrantes corren el riesgo de estar expuestos a la trata, la explotación, el secuestro, la violencia y otros peligros”.
Según datos del Portal de Datos sobre Migración (https://www.migrationdataportal.org), la proporción de niños migrantes en América Latina y el Caribe viene aumentando desde 1990.
Para la CEPAL (Comisión Económica para América Latina),
Las migraciones significan, además, un escenario de crisis para la familia que la vive, ya sea porque el jefe o los jefes de familia parten dejando atrás a sus hijos, ya sea porque el traslado de toda la familia en búsqueda de nuevas perspectivas trae aparejada la instalación en un nuevo medio que muchas veces es desconocido, hostil, que reacciona con diversas formas de resistencia al que llega del extranjero y en el que el migrante no encuentra el mucho o poco capital social que tenía en su país de origen. Esto significa que la familia, y en particular sus miembros más débiles —las mujeres y los niños— viven usualmente con la migración una situación de alta vulnerabilidad; es decir, un aumento de los riesgos y la posibilidad de que sus derechos se vean dañados o su integridad afectada, lo que es muy grave en las migraciones no queridas o no buscadas.
En estos casos la crianza de los niños es fuertemente impactada. Ella empieza a desarrollarse en un contexto de inestabilidad económica, incertidumbre sobre el futuro familiar, pérdida de coherencia de la unidad familiar, desaparición de referentes familiares o de barriadas, dificultades escolares generadas por un acceso deficiente a la escolaridad, sobrecarga de la figura materna con el consiguiente aumento del estrés y depresión de la mujer. Asimismo, las urgencias socio-económicas llevan a la familia migrante a vincularse tempranamente a las primeras formas de sobrevivencia que encuentra en el nuevo medio, aceptando empleos informales, malsanos y de baja remuneración.
En este contexto, el peligro para los niños es grande. La pérdida de cohesión, las dificultades de integración al nuevo medio, la falta de referentes, las rupturas de los vínculos entre los padres, generan situaciones de abandono, donde el riesgo social de desembocar en la renuncia a la escolaridad, la mendicidad, el delito, los trabajos nocivos o inconvenientes, son proporcionales a las dificultades para encontrar una vida familiar en el nuevo país de residencia. Por esto es que el aumento vertiginoso de los casos de trata de niños y de mujeres en la región no puede dejar de vincularse a la emigración y los desplazamientos forzados: son circunstancias que terminan generando estrategias de supervivencia desesperadas. El fenómeno social es más rápido que la respuesta institucional. Así, los desafíos anteriores demoran en encontrar adecuada respuesta de las políticas sociales públicas de los respectivos países en que ocurren.
Niñxs en la nebulosa
El diario The New York Times publicó en marzo de este año (2023) la cifra alarmante de niños y niñas no acompañados que ingresaron en 2022 a Estados Unidos de Norteamérica. Según la información, ese número alcanzó los 130.000, tres veces más que 5 años antes.
El organismo gubernamental encargado del control y seguimiento de estos menores es el Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS), debiendo garantizar el contacto con sus tutores o aquellas personas que asuman su cuidado, los mantengan y protejan de la trata o la explotación. Luego de un mes de haber encontrado un hogar, el HHS debe comprobar el estado de todos los menores con una llamada.
The New York Times denunció que “a lo largo de 2021 y 2022 la agencia no logró contactar con más de 85.000 niños”.
Esos niñxs se encuentran en una zona gris, una nebulosa burocrática. Pero sin dudas son “desaparecidos”.
La primera tarea
Ciertamente estos informes y estadísticas producen en muchas personas un estado de parálisis, de desesperanza.
Justamente es ante estas situaciones cuando más debemos movilizarnos y actuar en cada ámbito posible para alertar, concientizar y movilizar recursos -especialmente los aparatos estatales- para producir hechos concretos que colaboren con la prevención y luego con la asistencia a niñas, niños y adolescentes en riesgo o víctimas de situaciones de desamparo, violencia, abuso, etc.
Pero nada hará modificar esas vulneraciones de derechos y amenazas si no se produce un cambio en las condiciones de vida de nuestros pueblos.