Editorial Revista Margen N° 103, diciembre de 2021
Por Alfredo Juan Manuel Carballeda
Cada pueblo está tal vez en el lugar de lo que colectivamente pudo hacer con lo que diferentes expresiones de poder y de dominación quisieron hacer de él a través de la creación de diferentes formas de resistencia en formas de ser y de estar, construyendo así una manera singular de lucha por su estar-siendo, por su dignidad, por su deseo.
Desde el deseo que logra transformarse en motor de lo colectivo se es en conjunto, en comunidad, logrando hacer confluir, en una misma circunstancia, ser y estar.
Los pensamientos hegemónicos y dominantes muestran signos de crisis. Desde Nuestra América quizás podamos aportar a nuevas síntesis, otras formas de pensar, otras lógicas que generen algo nuevo, que pongan el lugar de la ritualidad por fuera de la omnipresencia del mercado.
La preponderancia cada vez más debilitada de la racionalidad Occidental recibe todos los días nuevos golpes que le infringe la realidad, una realidad alterada que, para conquistar el planeta, logró separar humanidad y naturaleza. Esa operación marcó el inicio de una cuenta regresiva que posiblemente se está haciendo patente en nuestros días. Así, el mercado, la codicia, la obscenidad que genera la desigualdad, se ratifican como los peores enemigos de cualquier forma de racionalidad.
La Pandemia es una muestra de ello, que avanza y retrocede según las lógicas que se utilicen para comprenderla y explicarla. Posiblemente continuará hasta que esta civilización dé una muestra de equidad, de búsqueda de igualdad.
Podrá comenzar a dar fin cuando el acceso a las vacunas, los cuidados y la salud se aproximen a la idea de protección del todo social. Cuando los discursos de odio se aplaquen, cuando los individualismos absurdos terminen.
Es posible que si eso ocurre, la catástrofe que atravesamos ceda, comience a transitar su última etapa; cuando se pueda reafirmar que la única libertad es colectiva, que no es posible pensarla sin igualdad, que proteger la sociedad es conseguir más libertad y que sólo la fraternidad nos podrá hacer realmente libres.
La Condición Humana debe entenderse como el único bien supremo por encima de las lógicas economicistas, porque esas características sólo son posibles si nos pensamos de manera situada, amalgamados en un todo donde la naturaleza también forme parte del nosotros, del Estar Siendo.