2009, verdadero año del bicentenario

Por José Luis Parra
Varios países, especialmente Argentina, se preparan para llegar a 2010 con una batería de actividades tendientes a conmemorar los 200 años del inicio de la gesta por la independencia americana.
Sin embargo deberíamos dedicar este año 2009 a recordar el Bicentenario, en homenaje a los sucesos de Chuquisica y La Paz, primeros gritos criollos de independencia, ocurridos en mayo y julio de 1809 respectivamente.
Especialmente para Argentina, esta conmemoración debería ser insoslayable, ya que ambas ciudades eran parte del Virreinato del Río de la Plata.

Hacia el siglo XVIII España contaba con gran cantidad de territorios ultramarinos, pero su política mercantilista (consideraba más importante la posesión de oro y plata que el desarrollo industrial) la llevó a una crisis económica de magnitud.
Las riquezas transferidas desde América no se detenían en España. Sirvieron para apuntalar el enorme crecimiento de la industria inglesa, en lo que se denomina Revolución Industrial. El dicho decía: “España tenía la vaca y Europa -especialmente Inglaterra- se tomó la leche”.
La Revolución Francesa de 1789 y el ascenso de Napoléon marcaron un momento crítico en el que se enfrentaron Inglaterra y Francia por el dominio del mundo.
En ese escenario, los franceses invadieron España en 1808 y mantuvieron al rey Carlos y su hijo Fernando en cautiverio. El pueblo español se alzó entonces contra el invasor y luego de sufrir varias derrotas en los campos de batalla (algunas de las cuales tuvo como soldado a José de San Martín), enfrentó el poder de la Francia napoleónica con la resistencia y la guerra de guerrillas. En lo político se impuso la tradición española -marcada entre otros por el filósofo Vitoria- que señalaba que el Poder era dado por Dios al Pueblo y éste lo delegaba en su Gobernante.
Si el rey estaba ausente, el Poder debía volver al Pueblo que retomaba su soberanía. De ese modo se multiplicaron las Juntas o reuniones de vecinos, en cientos de pueblos y ciudades españolas.
El proceso del Juntismo también se vivenció en América.
En setiembre de 1808 se produjo así el primer movimiento juntista en el Virreinato del Río de la Plata, con características pro españolas. Un cabildo abierto formó una Junta en la ciudad de Montevideo y nombró como presidente al realista Francisco Javier de Elío. Otra Junta de similar signo fracasó en Buenos Aires (centro contrabandista más importante de América del Sur). En enero de 1809 fue reprimida la asonada dirigida por Álzaga, héroe de las invasiones inglesas.
Pero la primera expresión de independencia de la corona española se produjo en la ciudad altoperuana (actual Bolivia) de Chuquisaca, también llamada La Plata (actualmente Sucre) en 1809.
Esta ciudad tenía una población de 18.000 habitantes. Mil de ellos eran docentes y estudiantes de la famosa Universidad Mayor Real y Pontificia San Francisco Xavier de Chuquisaca, foco revolucionario en la que -entre otros- estudiaron Bernardo Monteagudo, Juan José Castelli, Manuel Belgrano y Mariano Moreno.
Las instituciones españolas estaban divididas en relación a quien se debía obedecer.
La declaración de principios de independencia era impensable en ese ámbito de poder realista, tan cercano a la ciudad de Lima, puerto y bastión del ejército realista. De allí que los revolucionarios plasmaron lo que se conoció como el silogismo altoperuano, luego utilizado por la misma Junta de Gobierno de mayo de 1810 en Buenos Aires.
El discurso de Monteagudo fue determinante: “¿Debe seguirse la suerte de España o resistir en América? Las Indias son un dominio personal del rey de España; el rey está impedido de reinar; luego las Indias deben gobernarse a sí mismas”.
¿Por qué los americanos debían respeto a una Junta española, integrada por ciudadanos como ellos, que decía recuperar la soberanía y salvaguardarla hasta la liberación del rey?
El 25 de mayo de 1809 estalló entonces la revolución en Chuquisaca bajo la consigna de crear una Junta en nombre de Fernando, el rey en poder de Napoleón.
Sin embargo, el movimiento se propagó con la consigna de lograr la independencia. Así, el 16 de julio estalló un nuevo alzamiento de carácter revolucionario en la ciudad de La Paz. En este caso se afirmó en forma clara y directa la independencia y el establecimiento de una Junta revolucionaria llamada Tuitiva, encabezada por Pedro Murillo.
El ejército español al mando de José Manuel de Goyeneche atacó desde el norte a los revolucionarios con una fuerza militar superior. Después de varios lances y batallas, el movimiento fue vencido y sus cabecillas ejecutados. Otros participantes fueron encerrados y también hubo destierros.
Baltasar Hidalgo de Cisneros, nuevo Virrey del Río de la Plata, cargó sobre sus espaldas con la responsabilidad de la violencia y barbarie de las ejecuciones de criollos, lo que motivó el descontento de los habitantes de Buenos Aires.
Algunos meses después, Cisneros fue desplazado y en su lugar se conformó una Junta de Gobierno que se alzó “en nombre de Fernando VII”.
Los recuperadores de Chuquisaca y La Paz se pusieron a las órdenes del Virrey del Perú y calificaron a Buenos Aires de insurgente. Desde Perú fueron enviadas tropas al sur para reprimir la revolución.
La Junta de Mayo armó entonces una fuerza militar llamada Ejército del Norte, a cargo de Francisco Ortiz de Ocampo y Juan José Castelli como comisario político. Bajo el mando de Antonio González Balcarce, el ejército argentino logró su primera victoria frente a los españoles en la Batalla de Suipacha el 7 de noviembre de 1810.
Al conocerse el avance patriota estallaron en el Alto Perú nuevos movimientos que adherían a la Junta de Buenos Aires. El 14 de setiembre de 1810 en Cochabamba, el 24 de septiembre en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, el 6 de octubre en Oruro.
Todos estos movimientos no seguían en realidad a Buenos Aires. Se pronunciaron a favor de los valores de la patria chica, del elemento criollo, de los principios de independencia y libertad. Y fueron continuadores de aquellos primeros alzamientos de mayo y julio de 1809 en el Alto Perú.
Cabe destacar que el territorio del Alto Perú era parte del Virreinato del Río de la Plata. Allí se desarrolló la última batalla (Ayacucho) que dio el triunfo a las armas americanas en 1825.
En conclusión, como señala el historiador valenciano Estanislao Just Lleó, “teniendo en cuenta el sentido y realidad del movimiento chuquisaqueño del 25 de mayo de 1809, se debería adelantar en un año la fecha del comienzo de la independencia general hispanoamericana”.
¿Por qué entonces los argentinos no reconocen como propias las insurrecciones de Chuquisaca y La Paz? La respuesta es sencilla. Reconocer tales movimientos como propios significaría aceptar que la actual Argentina conformaba un único territorio integrado además por los actuales países de Bolivia, Chile y Uruguay. (Un estudio más profundo debería hacerse sobre Paraguay y el sur de Brasil.)
El Gobierno pro británico de Buenos Aires rechazó al territorio del Alto Perú en 1825 y dejó que se formalizara su independencia, a la que siguió pocos años después la de la Banda Oriental, devenida a República Oriental del Uruguay. Se concretó así el triunfo de la política exterior británica, de generar muchos pequeños países, quebrando la unión americana promovida por Artigas, San Martín o Bolívar.
La conmemoración de los diversos bicentenarios se convierte así en una nueva confirmación de aquella política de dividir para reinar. Las minorías en el poder vuelven a apropiarse de la Historia para proyectar sus intereses por sobre los intereses de las mayorías, cada vez más alejadas de su soberanía política y económica.

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