Por Sabrina Anabella Negrin *
La categoría “deseo” para pensar a los sujetos que demandan nuestra actuación profesional ha sido comúnmente subvalorada tanto en la literatura de la disciplina así como en las intervenciones en el campo. Recuperar esta dimensión supone abogar por el derecho a desear, sin desconocer los otros derechos y las necesidades que atraviesan la cotidianeidad de los sujetos. En este sentido, desear es un acto revolucionario.
Consideraciones generales
El deseo es una dimensión casi olvidada dentro del trabajo social. Existe numerosa literatura en torno a los usuarios como sujetos de necesidades y derechos. Pero ¿qué quieren los usuarios?, ¿con qué sueñan, qué anhelan?
Es necesario entender al deseo no como un impulso libre, ni como una energía libidinal que puede “sujetarse” a cualquier objeto. En su lugar, el deseo debe ser pensado como una preferencia, con contenidos tanto conscientes como inconscientes, hacia determinados satisfactores en lugar de otros, es decir, implica una priorización en el nivel de las necesidades simbólicas.
Dicha preferencia puede explicarse, en parte, por la existencia de satisfactores que presentan mayor significatividad para el sujeto, en relación tanto a su trayectoria de vida como a los rasgos de personalidad más o menos durables derivados de ésta.
Sin embargo, pensar al deseo como puramente libre y exento de condicionamiento sería adoptar una posición ingenua. El habitus (Bourdieu, 2016) debe ser en este punto de considerado: percibimos opciones en tanto sujetos ubicados dentro un determinado lugar en el campo, que se nos hace cuerpo. No se trata de olvidar el rol fundamental de las necesidades, sino permitirnos como profesionales y permitir al usuario proyectarse más allá de sus necesidades materiales inmediatas. Estas últimas deben ser satisfechas, claro está, en tanto son un derecho. ¿Pero de qué manera? ¿Con qué satisfactores de preferencia? ¿Cómo continuamos, luego de satisfechas, hacia intervenciones más integrales, que rescaten la singularidad y sean, al tiempo, más efectivas?
Desear es un acto político
Validar el deseo histórica y socialmente invalido del usuario, es un acto político, revolucionario. Descontruir la representación que tienen las instituciones y muchos de los profesionales que en ella trabajan acerca de los usuarios como sujetos reducidos a sus necesidades más básicas (pareciera ser que un usuario sólo quisiera comer y vivir bajo techo), al tiempo que cuestionar con el otrx que demanda las maneras en que se puede ampliar esta última (el usuario se ha amoldado a pedir sólo lo que las instituciones consideran que necesita operando sobre su persona un reduccionismo atroz), incitándolo a desear poder desear, es decir, desear poder desear lo menos limitadamente posible, haciendo asequibles recursos (Oliva, 2003) que antes no lo eran. Desde el punto de vista de la intervención, apostar al deseo es estratégico, especialmente en el nivel comunitario, fomenta la movilización popular en torno a la consecución de no sólo lo que se necesita, sino también lo que se quiere, luchando por la ampliación de la oferta de satisfactores o creando colectivamente los mismos. El deseo, entonces, es también un derecho.
Resignificando la intervención profesional
Retomando la noción de aprendizaje significativo proveniente de la pedagogía -1-, co-construir con el usuario aquello que hace “anclaje” en experiencias anteriores significa implicarlo en la intervención. Cabe destacar que no deseamos aquí caer en una mirada psicologizada de la intervención, perdiendo de vista las mediaciones, sino poner énfasis en la singularidad con la que atraviesan las tensiones sociales a cada sujeto con el que trabajamos.
Las intervenciones que “olvidan” el deseo del sujeto tienden a caer en la cosificación y alienación de este último, homogeneizando a los usuarios y categorizándolos: Sujetos con necesidades alimenticias, sujetos con necesidades habitacionales, etc. Esto implica colocarlos en un lugar pasivo y es, en cierto punto, estigmatizante ¿Sólo los ricos tienen personalidad? ¿todos los pobres son iguales?
Además, la intervención cae en recetas pre-fabricadas y son menos efectivas ya que el compromiso del sujeto con una estrategia planteada desde la necesidad lo implica menos que una construida tanto desde esta última como desde el deseo. Una mirada estratégica desde nuestra profesión consistiría en convocar desde la necesidad para construir el deseo.
Para el profesional, encontrarse con el deseo del otrx significa renunciar a controlarlo todo, implica vérselas con lo imprevisto de la singularidad del usuario que es más otro que nunca.
Los usuarios son, entonces, sujetos de derechos y necesidades, pero, también, sujetos de deseo.
Notas
-1- Véase: Ausubel, D.P. (1960). The use of advance organizers in the learning and retention of meaningful verbal material. Journal of Educational Psychology, 51, 267-272.
Bibliografía
AUSUBEL, D. (1960). The use of advance organizers in the learning and retention of meangful verbal material. Journal of Educational Psychology, 267-272.
BOURDIEU, P. (2016). La distinción: criterio y bases sociales del gusto. Penguin Randmon House Grupo Editorial España.
OLIVA, A. (2003). Los recursos en la intervención profesional. Grupo de Investigación y Acción Social.
* Sabrina Anabella Negrin. Trabajadora Social (Instituto Superior María Auxiliadora, Bahía Blanca, Argentina).