Por Alicia Alaniz
Sería simplificar las cosas, ¿no les parece?
Hoy estuve en una reunión con el Ministro de Salud de la Provincia de Buenos Aires, conjuntamente con un grupo de personas que representaban a distintos municipios del conurbano bonaerense, para tratar el tema “Dengue”.
Al escucharlos hablar me hacía las siguientes preguntas: ¿por qué siempre actuamos en las urgencias? ¿Por qué aparecen los recursos económicos para imprimir volantes, hacer afiches, ahora que la enfermedad ya se instaló? ¿Por qué se tratan de coordinar fuerzas y se entretejen redes sociales en éste momento y no se hicieron años atrás? ¿Qué nos sucede como sociedad, que solo actuamos cuando estamos en llamas? ¿Qué mecanismos perversos hacen que estemos dormidos y solo despertamos ante la catástrofe?
Miles de preguntas resonaban en mí, sin embargo ninguna pudo ser puesta en palabra, ninguna salió de mi boca.
Entonces, me cuestioné, me interpelé a mi misma que me estaba sucediendo. La respuesta fue clara, aún quedan vestigios de aquellos años que acallaron mi voz, como la de muchos de mi generación. Aún existe “el miedo”, “persiste el no te metas”, “para que hablar si nada cambia”.
Todavía siento el peso del aniquilamiento para quienes teníamos sueños de un mundo mejor.
Soy por naturaleza una luchadora, una idealista, una defensora de los derechos humanos y del medio ambiente es por eso, a pesar de no decir palabra alguna, que me he sentado frente a mi amiga fiel de mis soledades, mi computadora, para escribirles.
Algunos no entenderán pero creo necesario trasmitirles a través de estas líneas mi pensar sobre el “dengue” pero antes haré una referencia sobre ¿qué es el dengue? Para ello cito un texto escrito por la Dra. Susana Feldman el Ing. Agr. Miriam Bueno y el Ing. Agr. Carlos Bisquerra profesores de la cátedra de Biología.
“El dengue es una enfermedad viral aguda que puede afectar a personas de cualquier edad, siendo más susceptibles los niños y las personas mayores y cuyo vector o agente transmisor es el mosquito Aedes aegypti (Clase: Insectos, Orden: Dípteros).
Es una enfermedad eminentemente urbana. Se presenta en dos formas:
– Fiebre del dengue: enfermedad de tipo gripal, rara vez causal de muerte.
– Fiebre hemorrágica del dengue: enfermedad más grave que puede ocasionar hemorragias y hasta la muerte, sumamente grave en niños”
Pero, ¿es éste mosquito el culpable? Cómo un pequeño y diminuto ser puede arrasar con una vida humana?
Considero que sí es el trasmisor de la enfermedad pero creo que los factores para que ella existan tienen raíces más profundas, sería muy poco ético de nuestra parte colocarle toda la culpa al pobre insecto, no les parece?
Cuando años atrás hablaba, en otro artículo sobre la droga, también me cuestionaba si era ella el tóxico o si por el contrario el poner el énfasis sobre ella, no era una forma más de no hacernos cargo de la responsabilidad que nos toca ante ese flagelo.
He tratado de detectar, no qué consume a una persona, sino poder pensar qué lo consume. Y en este sentido, siguiendo a un psicoanalista argentino Alejandro Ariel, la prevención es también “hacer lugar” ya no solo para evitar que se instale una enfermedad, sino “hacer lugar” a la particularidad de cada sujeto, considerando su padecimiento, su síntoma, su pregunta.
Continuando con el texto ya citado observamos que, es una enfermedad en expansión, fundamentalmente debido a:
“Incremento del turismo y viajes en general, que posibilita que una persona se contagie en un lugar y al volver a su sitio de origen, transporte la enfermedad. En caso de ser picado por el vector, se convertiría en un foco de difusión de la misma.
Aumento global de la temperatura, lo cual ha incrementado el área potencial del insecto. Existen estudios que relacionan el fenómeno de El Niño con un aumento de la incidencia de la enfermedad.
Problemas de miseria que condicionan hábitos de higiene, pocas campañas de prevención y menores servicios de salud”.
Tomo estos dos últimos párrafos y me pregunto qué tendrá que ver el sistema neoliberal, la globalización y el consumismo en todo esto. ¡Mucho!!
El neoliberalismo es generador de la tecnología y de mayor interconexión entre los seres humanos mediante el Internet y la cibernética pero, también, del individualismo y de la creación de una cultura de la banalización.
El confort y el progreso que promete el avance de la ciencia pone de manifiesto el florecimiento extraordinario de las nuevas formas de síntomas y éste habla, en un lenguaje distinto al de lo visible. Habla el lenguaje de lo que está reprimido o de lo que está latente.
Las transformaciones en el mercado de trabajo, el rol del Estado, más el drástico aumento de la deuda externa, fueron factores que se tradujeron en un crecimiento de la desigualdad distributiva de los ingresos y un deterioro en las condiciones de vida de la mayor parte de la población. “En 1976 comenzó la destrucción del Estado que fue progresivamente despojado de los instrumentos de que se valen sus pares del resto del mundo para intervenir en los procesos económicos.” (Beremblum, 2001).
En 1980 la deuda externa se convirtió en causa autónoma de su propio crecimiento y la imposibilidad de cancelarla obligó a refinanciarla y capitalizar una parte; mientras que los desequilibrios externos y fiscales, amplificados por crisis internacionales, se agravaron aceleradamente.
En la imposición del modelo neoliberal cumplió un papel fundamental el mecanismo de la deuda externa, mediante el cual los grandes capitales transnacionales y los organismos internacionales financieros y bancarios hegemonizados por los intereses norteamericanos, impusieron a Argentina -como a toda América Latina y al Tercer Mundo, los llamados programas de “ajuste estructural” que hoy conocemos. “Por vía militar y vía dependencia económica y deuda externa, fueron sometidas al credo neoliberal las naciones, los estados y los gobiernos del Tercer Mundo” (Gutiérrez, 2002).
El desmoronamiento del Estado de Bienestar implicó el desmantelamiento de la seguridad social, de las empresas públicas y del poder de los sindicatos.
La competencia intercapitalista, en un contexto de globalización, exige la calidad de los productos para lo cual viene la necesidad de crear una empresa madre (holding) que reúne a su alrededor un conjunto de empresas medianas y pequeñas que suministran productos y servicios, dando lugar a la llamada tercerización.
Se busca “calidad total”, que da origen a la rentabilidad del capital invertido y está orientada para que el trabajador produzca más con menor costo. En este contexto surge el “trabajador polivalente”, es decir aquél que realiza varias funciones en el mismo tiempo de trabajo y con el mismo salario, esto implica una reducción de la demanda de trabajadores y expulsión de mano de obra.
Se constituye así un stock de fuerza de trabajo “desechable”, existe “gente de más” para las necesidades de la acumulación capitalista. Esta transformación en el mundo del trabajo es acompañada por profundos cambios en la esfera del Estado consustanciados en su reforma mediante las “políticas de ajuste” tal como lo recomendara el Consenso de Washington.
Desde el inicio de la década del ‘90 se redefinen las funciones del Estado estructurando un conjunto de políticas económicas que tenían como objetivo explícito “modernizar la economía”, insertando al país en un mundo globalizado. La propuesta neoliberal en el campo de las políticas sociales son nítidas, tornándose cada vez más focalizadas, más descentralizadas, más privatizadas.
El “encogimiento del Estado” con relación a sus responsabilidades sociales es unidireccional, es decir, incide sobre la esfera de los servicios sociales públicos que, en definitiva, son los que materializan los derechos sociales de los ciudadanos.
Es necesario asumir que, es el sistema social quien procura y promueve el consumismo, es a través suyo, que los sujetos incorporan todo lo que sus medios de información les brinda pero, no en forma pasiva, sino elaborando significativamente y organizando su actividad con arreglo a planes y estrategias que controlan y guían sus conductas. Se está frente a un consumismo masivo y dirigido que se oculta tras la actual “cuestión social”.
Definida según Marilda Iamamoto, como: “el conjunto de las expresiones de las desigualdades de la sociedad capitalista madura, que tiene una raíz común la producción es cada vez más colectiva, el trabajo se torna cada vez más social, mientras que la apropiación de sus frutos se mantiene privada, monopolizada por una parte de la sociedad”.
De este modo, se comprende que la cuestión social hace referencia a los fenómenos de exclusión, desempleo, pobreza, desigualdad social, etc. como las constantes de nuestros días. Entonces ¿es el “dengue” el problema??
Creo es hora de salir del “simplismo” o “reduccionismo”, creo que debemos poner énfasis en implantar prácticas preventivas realmente revolucionarias, en las cuales no se sobrepongan los intereses corporativos sobre las necesidades del desarrollo científico para dar lugar a intervenciones mas eficaces.
Creo que debemos dejarnos de depositar las culpas afuera y hacernos cargo de los que nos toca es por eso que convoco a todos mis colegas que, como colectivo profesional, tomemos el lugar que muchas veces nos es vedado, que seamos partícipe de ésta lucha no repartiendo insecticidas nada más, que por cierto son de muy mala calidad y escasean los que baja el Estado, sino defendiendo los derechos de aquellos que han sido expulsados del sistema, de los “nadies” y por que no de nuestros propios derechos. Porque, a la hora de “picar” el mosquito, ¡¡¡éste no tiene distinciones de clases ni de credos!!!
Ah! Me olvidaba, les presento a nuestro enemigo
¿O acaso será otro el verdadero enemigo de nuestra sociedad?
* Alicia Alaniz es Licenciada en Trabajo Social-UNLU- Autora de artículos como “Droga y neo liberalismo”, “Acuífero Iberá, manantial de vida”, “El Servicio Social Universitario”,”El Boquerón”,”Gentes Peligrosas” entre otros.