El período 1810-1852 estuvo signado en Argentina por la confrontación entre quienes pugnaban por la construcción y desarrollo de un país independiente y quienes pretendían constituirse en una oligarquía local aliada a los intereses del imperalismo británico.
Los vencedores de Caseros se apropiaron del país imponiendo la hegemonía de la ciudad-puerto y el modelo liberal caracterizado por la entrega absoluta a la economía de las grandes potencias, especialmente Gran Bretaña.
Para mantenerse en el poder desarrollaron varias herramientas. La más importante quizás fue la de dominar la Historia. Determinaron de ese modo quienés ocuparían el sitial de “malos” o “enemigos del progreso, personeros del atraso y la barbarie”. Y en oposición, levantaron santuarios con héroes necesarios para sostener su prosapia de “fundadores” de la argentinidad. Además, la nueva clase dominante secuestró a muchos protagonistas de nuestra historia (como Belgrano y San Martín), encasillándolos en el rol de “padres de la Patria” blanqueados de ideología.
Conocemos a muchas de aquellas malas personas, caudillos de su tiempo, representantes de la voz popular, nominados por la oligarquía como símbolos de la tiranía.
Conocemos a muchos de los héroes fundadores de la Argentina liberal. Y a nuestros padres de la patria, aunque no conozcamos sus ideologías, proyectos políticos o razones para la lucha.
Sin embargo, existe en nuestros orígenes un “desaparecido”, borrado de los anales de la Historia oficial por su férreo posicionamiento al lado de la gente del pueblo, de la gente común. Su nombre y acción deberían ser recuperados, como acto de justicia y como forma de reconstrucción de un camino posible de libertad.
Joaquín Campana nació en Montevideo (entonces Virreinato del Río de La Plata) en el año 1783. Se doctoró en Leyes en la Universidad de Córdoba. Participó como oficial del cuerpo de Patricios en la defensa de Buernos Aires durante las Invasiones Inglesas de 1806 y 1807.
Integró el grupo patriota que se movilizó para lograr la separación de España a partir de 1809. Estuvo en el Cabildo del 22 de mayo de 1810 votando en contra de la permanencia de Cisneros. Fue luego secretario de Cornelio Saavedra, Presidente de la Primera Junta.
En este órgano convivían tres grupos: quienes abogaban por la separación de España; quienes representaban o eran aliados del comercio británico y algunos ciudadanos y comerciantes españoles.
Estos últimos entendieron rápidamente que España estaba en bancarrota y que la independencia era inevitable. El conflicto se circunscribió a los dos proyectos ya citados: país independiente o país dependiente del comercio británico: Proteccionismo versus Liberalismo.
El pueblo de Buenos Aires no participó de las jornadas de mayo de 1810. De los 40.000 habitantes, fueron invitados poco más de 400 vecinos “principales”. Y sólo 251 asistieron al Cabildo del 22 de mayo.
Una de las primeras medidas que tomó la Junta de Mayo a favor de los ingleses fue la de autorizar la salida de metálico (oro y plata) de Buenos Aires, dejando sin efecto la prohibición impuesta por la gestión Cisneros en 1809.
El fortalecimiento del sector pro inglés provocó una reacción popular. El 5 de abril de 1811 acudieron a la Plaza los habitantes de los arrabales, conocidos como “orilleros”, denominados “la chusma” por los vecinos principales. Se trataba de una movilización espontánea de aquellos seres humildes acostumbrados a ser convocados para poner el cuerpo en las luchas pero siempre dejados afuera a la hora de tomar decisiones.
Al frente del pueblo movilizado estaban Joaquín Campana y Tomás Grigena (alcalde de la zona de quintas). La movilización exigía sustituir la Junta por un gobierno único en manos de Saavedra con el apoyo de los alcaldes de las “orillas”. La consigna de Grigena fue: “el pueblo tiene que pedir cosas interesantes a la Patria”.
La presión popular logró la separación de la Junta de algunos miembros (Vieytes, Rodríguez Peña, Larrea y Azcuénaga), la disolución del regimiento La Estrella (comandado por French) y la inclusión de tres representantes, entre ellos Campana, designado ahora como Secretario de la Junta Grande.
La actuación de Campana fue determinante en la nueva política del país. En relación a la independencia, se negó a la mediación británica señalando que “Inglaterra quiere darnos por favor mucho menos de lo que se nos debe por justicia”. Y en un documento precursor de nuestra independencia afirmó que “estas Provincias exigen manejarse por sí mismas y sin riesgo de aventurar sus caudales a la rapacidad de manos infieles. Para que el gobierno inglés pudiese hacer los efectos de un mediador imparcial es preciso que reconociese la independencia recíproca de América y de la Península, pues ni la Península tiene el derecho al gobierno de América ni América al de la Península”. Estos escritos y actos de soberanía no fueron bien vistos por Inglaterra, cuya política oficial era no perder la amistad de España contra su enemiga, la Francia de Napoleón.
El 21 de junio de 1811 tocó los bolsillos de los ingleses al prohibir la remisión de géneros al interior, derogando una disposición liberal firmada por Mariano Moreno. También modificó otra medida inspirada por Larrea, por la que se permitía a los comerciantes ingleses demorar el pago de los derechos aduaneros. La nueva Junta ordenó que se cobraran intereses a los importadores por deudas para con la aduana.
Esta política independiente tuvo un desarrollo fugaz.
El grupo de liberales centralistas porteños actuó contra Campana. Aprovechando la derrota de Huaqui y la ausencia de Saavedra, hicieron una contrarevolución deponiendo a Campana, fortaleciendo su política centralista con la creación del Primer Triunvirato, contando con el beneplácito de los ingleses. Sarratea integró este nuevo gobierno como garante de los intereses británicos. Campana fue encarcelado en Areco primero y desterrado luego a Chascomús.
Recién en 1829 fue autorizado a radicarse en la Banda Oriental.
Con la independencia de Uruguay en 1830 fue elegido Senador. Más tarde integró el Superior Tribunal de Justicia y se desempeñó como Inspector General de Escuelas.
Falleció en Montevideo el 12 de Setiembre de 1847. Nunca pudo volver a Buenos Aires.
Queda mucho para revisar y muchas cosas pendientes en nuestra Historia. Joaquín Campana -pese a la Historia Oficial- tiene un lugar de privilegio en ella.
José Luis Parra