Esperanza de vida

Por Silvana Rodríguez

Entonces me pregunto… ¿cómo tener esperanza, como creer, como esperar, como soñar, si no se la ha conocido jamás?, ¿qué hacer, qué decir, cómo trasmitir que existe y es en parte, el motor para la acción si nunca se la ha visto?, ¿cómo luchar, proyectar, desear si la vida no es más que un transitar?…

Algunos dirán que la esperanza es la condena del mortal, otros dirán que la esencia del vivir… para mi, su ausencia, quizás sea una de las razones por las cuáles la resistencia deja de tener sentido, por las cuáles el horizonte a alcanzar no es más que el que propone el “aquí y el ahora”, y el vivir se vuelve un simple y tortuoso transitar en un escenario efímero, inestable, incierto, donde todo carece de sentido, incluso la vida…

“Quien ha visto la esperanza no la olvida. La busca bajo los cielos y entre todos los hombres.
Y sueña que un día va a encontrarla de nuevo, no sabe dónde, acaso entre los suyos.
En cada hombre late la posibilidad de ser o, más exactamente, de volver a ser, otro hombre”.
Octavio Paz. Laberinto de Soledades

En este sentido, creo que puede comenzar a “pensarse” (además de otras tantas cuestiones, como lo que respecta a las condiciones objetivas de vida y el papel de Estado, por acción u omisión, en ello) el incremento de los suicidios, y con mayor incidencia aún, en la franja etaria de 15 a 24 años, que irónicamente es el periodo de la adolescencia – comienzo de la juventud, donde la pasión por la vida, -dicen unos cuántos autores-, resplandece… y también donde los proyectos de vida comienzan a elaborarse, momento en el que encuentran o no, los cimientos para su construcción.

Las cifras son terribles, de acuerdo a lo publicado por la Red Solidaria, en base a estadísticas oficiales, en el año 2007 ocurrieron en la Argentina 3.119 muertes por suicidio, lo que se traduce en una tasa de 8 suicidios cada 100 mil habitantes, entre ellas, dos de cada tres muertes corresponden a chicos entre 15 y 24 años.

“En el mundo, las cifras son todavía más escalofriantes. Según la Organización Mundial de la Salud, cada cuarenta segundos una persona se quita la vida en algún lugar del planeta. Esto significa que al año se producen 900 mil muertes por suicidio, lo que lo convierte en una de las tres primeras causas mundiales de muerte en personas de 15 a 44 años.”

Asimismo la comisión de la CEPAL presentó en diciembre del 2008 un informe, en el que se establece que el suicidio es la principal causa de muertes no naturales, entre los varones argentinos de 15 a 29 años. La tasa de 19 muertes cada 100.000 personas en esa franja etaria determina que la Argentina se ubique en el tercer lugar en un ordenamiento de naciones con tasa más alta de suicidios.

Frente a estos datos, que como todos sabemos no siempre reflejan la totalidad de muertes por razones no naturales y por tanto evitables, y menos aún, si se tratan de suicidios, es inevitable pensar y pensarnos como parte de ese contexto, dónde a diario, adolescentes y jóvenes “optan” por quitarse la vida.

Voces silenciadas; silencios que no se escuchan; ojos que no leen miradas; indicadores que no se observan; individualismo que no permite preguntar ni ver más allá de uno mismo; fragmentación imperante que reproduce una y otra vez el aislamiento; sociedad adolescente en la cuál los adolescentes pierden su lugar; vacío de significados y significantes; pocos (o inexistentes) espacios de contención, de socialización, de encuentro, de reconocimiento; multitudinaria soledad; contexto del desencanto; malestar generalizado; escasos espacios para trasmitir los proyectos y acciones que permiten visualizar la posibilidad de creer que es posible, de revalorizar la participación, los sueños, las utopías, de apostar a la resistencia y a la construcción conjunta como parte de ella…
Invisibilizaciones cotidianas, vidas que se vuelven transparentes, personas que no pueden ser, que dejan de ser, que “eligen” quitarse la vida… y unos tantos que seguimos transitando y andando, casi sin notarlo…

Cada cuál, según su lugar, rol y función, tendrá su mayor o menor responsabilidad, pero todos, absolutamente todos, tenemos la obligación de decir, de propiciar el decir de los otros; de ver; de escuchar aún los silencios; de exigir que se garantice contención, cuidado, bienestar integral, oportunidades, espacios para pensarse en este presente como parte constitutiva para construir ese futuro que los/nos espera…

“Todo, según Aristóteles, está en acto (enérgeia, entelékheia) o en potencia (dýnamis); todo, en efecto, tiene una determinada realidad y una determinada capacidad o posibilidad de ser alguna otra cosa o poder realizar algo: (…) No todo puede ser cualquier cosa; se está en potencia sólo respecto de aquello que se puede ser. Movimiento es, entonces, estar en tránsito desde lo que se es a lo que se puede ser.”

Acompañemos, pensemos y hagamos desde un papel activo, para que estas personas, en ese trayecto de lo que es a lo que se puede ser, en ese tránsito, puedan encontrar las bases, el apoyo necesario, fuerzas y esperanzas que permitan ver reales posibilidades de concreción de un proyecto, de su proyecto de vida, que puedan verse y ser actores de su historia, en definitiva, de nuestra historia…
Silvana

Fuentes:
http://www.perfil.com/contenidos/2008/10/28/noticia_0022.html
http://www.elancasti.com.ar/nota.php?id=14844
http://www.elargentino.com/Content.aspx?Id=10052
http://www.urgente24.com/

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