Cuántas personas en el mundo se mantuvieron expectantes durante meses frente a la posibilidad de un cambio en la política estadounidense a partir de la confrontación entre Bush y su oponente demócrata Obama.
Cuánto trabajo tuvieron los medios masivos de comunicación en manos de empresas multinacionales para sostener la atención con una cobertura exhaustiva del proceso eleccionario en USA.
Cuánto esfuerzo para crear cortinas de humo que sirvieran para desviar la atención sobre el verdadero problema que padecen millones de seres humanos: la explotación que genera pobreza, desnutrición, enfermedades, mortalidad, destrucción de la naturaleza, más muertes…
Obama triunfó. Y nada cambió. En pocos días asumirá, y nada cambiará porque ya adelantó la continuidad en lo más sustancial de la política estadounidense.
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Es que cuando no hay soluciones económicas o sociales, se ofrecen salidas políticas de acuerdo al concepto señalado por el viejo adagio de Giuseppe Tomaci Di Lampedusa en su novela El Gatopardo: que cambie algo para que nada cambie.
Millones de desheredados de la Tierra deberán asumir el futuro con la total conciencia de que nada será otorgado graciosamente. La historia del capitalismo así lo advierte.
Mientras tanto, pareciera que muchos se han acostumbrado a la miseria de la vida en esclavitud, tanto la ajena como la propia; se han insensibilizado frente al sufrimiento y la muerte, especialmente de niños.
¿Qué puede esperarse de una humanidad que no protege a sus niños?
En cada leyenda o en cada mito subyace un elemento real, histórico.
La leyenda griega del Minotauro podría ayudarnos a comprender el alcance de nuestro deber hacia los niños.
Una versión de la leyenda cuenta que, periódicamente, los atenienses debían pagar un tributo a los habitantes de la Isla de Creta, consistente en siete jóvenes y siete doncellas que eran introducidos en un laberinto para ser devorados por el monstruo Minotauro. Sólo el valor del joven ateniense Teseo pudo enfrentar al monstruo y liberar a su pueblo.
¿Qué hay de real en este relato?
Los cretenses dominaban las rutas navales del Mediterráneo oriental, manejaban el comercio y cobraban “peaje” al paso hacia las tierras trigueras del Mar Negro. Con el tiempo, los recienvenidos al territorio griego se acomodaron a la nueva vida de cara al mar. Una de las ciduades que más creció al ritmo de la navegación y el comercio fue Atenas. Su ascenso constituyó la caída del imperio cretense. Atenas no sólo se liberó de la dominación cretense sino que llegó a desarrollar un emporio (hoy podría denominarse “empresa multinacional”) basado en el dominio de las rutas comerciales, otrora cretenses.
¿Qué enseñanza hay en el relato?
¿Cómo expresar mejor el drama de ser dominados, con la imposibilidad de lograr su Desarrollo? Para los griegos, como para cualquier pueblo, su desarrollo y futuro sólo podían entenderse en relación a sus jóvenes. Lo más preciado de un pueblo son sus niños.
La leyenda, entonces, lo grafica muy bien: estar sometidos y no poder desarrollarse era consecuencia del pago de una deuda. La riqueza era transferida al extranjero y por lo tanto no había futuro posible. Sin futuro, no era posible la vida de los jóvenes. No había otra opción para la vida más que lograr la independencia.
Por eso la leyenda señala a los jóvenes como conquistadores de su propio destino. Teseo es la juventud ateniense que enfrenta al Minotauro y al laberinto.
La leyenda del Minotauro nos ayuda a entender que estamos frente a un desafío extraordinario: recuperar aquel natural sentido de la protección y cuidado que merecen nuestros jóvenes. Sólo así volverá a tener valor la vida.
José Luis Parra