Por Esteban Vilche
El título, con alevosía, es intencional. El concepto molesta, si algo nuevo tiene esta derecha reciclada de nuestros tiempos es que tiene una increíble capacidad de ofenderse cuando se la acusa de lo que es, o de negar sin tapujos lo que siempre fue y ha sido (y no dejará de ser).
Las justificaciones, los ejes convocantes, los discursos, cambian. Los motivos no. La derecha da golpes cuando no tiene la fuerza que lo legitime democráticamente, ni la puede construir. Entonces conspira subterráneamente contra un gobierno (gobierno que expresa a un sector de la sociedad, y, por ende, un proyecto) que va en contra de sus intereses.
Los golpes también cambian de modalidad, los hay militares, económicos, financieros, mediáticos, etc. Pero no cambian su esencia. Derrotar a un proyecto contrario a los intereses de una minoría elitista. Hoy le toca al gobierno de Cristina Fernández, en el pasado le tocó a Perón, a Yrigoyen, y la experiencia en América Latina tiene más nombres.
El objetivo, frenar el avance del Estado como regulador de la economía para paliar las desigualdades generadas por el “mercado”, ese dios venerado por el neoliberalismo, y sus transnacionales impulsoras y beneficiarias.
Hace un tiempo fue el conflicto con las patronales del campo, con el capital agro financiero, para que el Estado no interviniera en la economía para distribuir la riqueza. Ahora para que el Estado no administre los negocios que se consideran privados.
Las AFJP manejaban una considerable suma de miles de millones de dólares que iban a la timba financiera, que se jugaban en la bolsa, sí, plata de jubilados que se rifaba. El gobierno decidió no tolerar más la rifa del futuro de los mayores y finalmente intervino para terminar con un régimen de capitalización injusto.
Injusto porque los que perdían día a día eran los jubilados, y los beneficiarios eran las empresas que manejaban sus fondos, quitándoles una cuantiosa tajada. Ya que el 41 por ciento de los jubilados por AFJP necesitaba el aporte del Estado para llegar a la mínima, lo que implica pérdidas del Estado, es decir, de todos. Además, lo acumulado por los 9,5 millones de afiliados a las AFJP es de 1.928 millones de pesos, por lo que recibirían alrededor de 50 pesos por mes. El resto, es evidente, se lo comen las AFJP, que, como queda a la vista, no cumplen ni por asomo con la propuesta de haberes más altos.
Entonces, si el Estado debía poner 4.000 millones de pesos anuales para que los jubilados tengan una pensión un poco más digna, mientras que las AFJP se llenaban los bolsillos, no es nada descabellado terminar con el régimen de capitalización. Ahora, como el negocio tocado es grande, empieza el lobby. Como dijo la presidenta, “son pocos los intereses, pero grandes los dividendos”.
Y así, ni bien se da el anuncio, el stablishment, conformado por varios actores, empieza a operar, sube el riesgo país, cae la bolsa nacional, se fugan dólares (para que éste suba), la UIA pide devaluación del dólar (lo que generaría una escalda inflacionaria), los medios nos avisan que la presidenta no gobierna, que se acabó el “doble comando” y el presidente es Néstor Kirchner (lo que hablaría de un vacío institucional), vuelve la inseguridad y se reabre el tema de la imputabilidad a menores…
¿Y por qué tantas cosas juntas? ¿Por qué tantos ejes? De que el gobierno se quiere quedar con las AFJP para hacer caja, que se quiere robar la plata de los jubilados, que la crisis mundial nos va a pegar duro por los errores del gobierno, que el riesgo país, que el dólar, que los pibes que roban y matan y encima se los protege, que el Estado sigue avanzando y va por todo, incluso viene por nosotros.
Esto es así porque el eje AFJP no convoca, no moviliza, los bancos cagaron a mucha gente, muchas veces, y las AFJP no tienen dirigentes carismáticos, un De Ángeli, el gringo bruto pero bueno y honesto con el que la gente se identifique sentimentalmente. Nadie se identifica con un tecnócrata de traje y corbata que maneja discretamente la plata de otros y se beneficia más que cualquiera.
Como quedó demostrado en los fallidos intentos de cacerolazos, de escasa participación, nadie sale a la calle a defender al sector privado (el tema del campo era distinto porque no tenía esa identificación, aunque lo sea, además de la vinculación con la patria y el interior), esa batalla la estamos ganando, sobre todo hoy, con esta crisis mundial, provocada por la codicia sin límites de bancos, fondos e inversoras privadas, que acuden al Estado como garante y salvador. Hoy el Estado no es aquel demonio de los ’90, al que había que achicar lo más posible por su ineficiencia y corrupción. Hoy ese discurso se quiere colar, quiere volver con el tema de las AFJP, lo que nos debe indicar qué y quiénes están detrás, qué proyecto.
Por eso se necesita el eje de la inseguridad, es el que más pega en la clase media, es algo que la gente puede sentir, que le toca de cerca, no como la crisis mundial, el riesgo país, el dólar, eso es muy superestructural ,está muy arriba, nadie se va a movilizar por eso. En cambio, un muerto duele, se siente, y justo ahora se suceden robos y asesinatos, aumenta la inseguridad, cada vez más hechos delictivos, todos merecedores de las tapas de los diarios. Y los voceros de la derecha reclamando que se baje la imputabilidad hasta los 12 años.
Y esto no es casual. Eso aglutina, convoca, moviliza, la mano dura siempre está presente en quien sufrió un robo y no entiende las causas de la delincuencia, y es susceptible, por el miedo, a ser manipulado mediáticamente, encerrado, sin debatir el por qué un chico que tendría que estar en la escuela sale a robar para drogarse. Lo único que falta es el nuevo Juan Carlos Blumberg, aquel que tenga un hijo o familiar de bien, con ojos claros, tez blanca, buen estudiante, buen pibe, deportista.
Ahí sí van a estar dadas las condiciones para los cacerolazos masivos por la inseguridad, para decir que el gobierno no hace nada, que defiende a los delincuentes, porque, claro, ellos son delincuentes, si en el gobierno son todos corruptos. Y por lo tanto, se van a tener que ir, y si es en helicóptero mejor. Por eso no cabe duda de que se está ante un nuevo intento de golpe de Estado, o ante otro clima destituyente, aunque les moleste que lo digamos.
San Grondona lo sabe, él es uno de los ideólogos de los golpes, los pergeña, los justifica, les da argumentos a los ejecutores y beneficiarios, por eso habla de todo esto (inseguridad, la bolsa, la fuga de capitales, la devaluación), pero para invertirlo, pues, él quiere hacer el golpe. Entonces, tergiversa todo, da vuelta la realidad, es un gran constructor de antinomias.
Por eso nos dice que en realidad las fugas de capitales no son un golpe de mercado. No, para San Grondona en realidad el gobierno con sus medidas le está haciendo un “golpe al mercado” (sic). Y, luego sigue, el mercado somos todos nosotros. Pues, ahí consumimos, compramos, vendemos todas las personas.
Y, los golpes, son perpetrados por minorías contra las mayorías (acá no miente), pero luego convierte las cosas, en el mercado están las mayorías, y, en realidad, el gobierno es una minoría, pues solo comanda Néstor, que poco consulta con su círculo cerrado (Cristina, De Vido, Moreno), por lo que el golpe es del gobierno. Lo cual justificaría éticamente que se quiera “despejar” al gobierno del camino si es que este no “inspira confianza”, lo que no quiere decir otra cosa que se adapte a los designios del stablishment. Así, Grondona, en un acto parecido a la magia, convierte el golpismo en un acto revolucionario.
Por suerte ya lo conocemos a San Grondona, que en realidad nos está marcando la cancha. Ahora el debate que tenemos que dar es sobre el Estado nuevamente, y sobre la inseguridad, sus causas y consecuencias, y, de ser necesario, ganar la calle de nuevo, para poder seguir avanzando con el Estado, para un proyecto nacional, de desarrollo, con justicia social e integrado a nuestra región.