¿Cuando la Guerra es justa? Para Santo Tomás se requieren tres condiciones:
Que la guerra sea declarada por la autoridad gobernante o el príncipe. Ningún ente privado puede declarar la guerra, dicha responsabilidad le corresponde al que le ha sido delegada la autoridad para dirigir y de tomar decisiones dentro de la nación.
Segundo, es necesario una justa causa, que quienes son impugnados merezcan por alguna culpa probada esa impugnación.
Y tercero, que sea recta la intención de los combatientes, que se promueva el bien y que se evite el mal durante la guerra. [Santo Tomás de Aquino Suma Teológica]
Por José Luis Parra
“Conquistadores”, por Franco Padovani
Hace unos años McLuhan acuñó aquello de “aldea global”, y las ciencias sociales se dieron a la dura tarea de analizar y criticar ese concepto.
El término globalización se extendió con la misma velocidad de lo que postulaba, definiéndoselo como paradigma basado en “la internacionalización de la economía y la cultura a partir de los avances de la ciencia y de la tecnología, sobre todo de lo referido a los medios de comunicación y transporte, lo que permite que las relaciones entre los diferentes lugares del mundo se hagan más cercanas”.
Muchos jóvenes salen de la escuela con la convicción de que la globalización es un proceso actual ligado a las nuevas Tecnologías (TICs) tales como el uso de los satélites e Internet. Pero esta definición esconde la realidad del avance de la dominación del capitalismo a escala planetaria, desde el momento de su origen.
Desde la Historia de Occidente, las conquistas realizadas por los ejércitos romanos prefiguraron el escenario para el desarrollo del modelo basado en la dominación y la esclavitud. Europa se especializó en el campo de las luchas de las minorías por mantenerse en el poder.
Luego de la caída del Imperio romano de Occidente en manos de pueblos germanos (año 476), se organizaron nuevos estados como embrión de los modernos países, hasta que una nueva invasión, la de los vikingos, generó la etapa más negra para la vida de los europeos: el feudalismo. El éxodo al campo -feudo- determinó una feroz concentración de riqueza en manos de los poderosos, a partir de la mano de obra esclava.
Esa concentración de riqueza no es otra cosa que el origen del Capital.
En ciertos ámbitos europeos (como en Inglaterra) los señores feudales se lanzaron a conquistar el poder político para mantener su poder económico, dando origen al sistema parlamentario, que les permitiría legislar para consolidar su poder y desarrollar una nueva arma de dominación: la división del trabajo.
En otros rincones europeos, como Italia, se consolidó un capital comercial, en manos de mercaderes intermediarios entre las necesidades europeas y los productos esenciales llevados desde el Oriente (especies, sal, seda, porcelana, etc).
Los mercaderes italianos gozaron este estatus privilegiado hasta 1453, año en que los turcos (musulmanes) conquistan el Imperio Romano de Oriente (Bizantino) y cierran el paso comercial.
No ha sido muy difundido el rol de organizaciones como los templarios, que tuvieron un destacado rol en la lucha por la preeminencia europea frente al mundo musulmán. Esta orden no sólo se enfrentó al “enemigo” con las armas, sino que desarrolló un poderoso sistema de poder comercial en el que sobresalieron los conocimientos científicos y geográficos, como el de las rutas y las cartas de navegación.
El avance musulmán generó la necesidad de encontrar rutas alternativas. Como el capital no tiene raíces ni tiene patria, los capitales se mudaron lejos de los turcos, a países atrasados económicamente en los que pudieron asociarse con las monarquías en el poder y encararon un plan ambicioso de desarrollo científico y tecnológico que les permitió encontrar nuevas rutas para llegar al Oriente.
Estos países fueron Portugal y España.
En Portugal, Enrique el Navegante (miembro de la Orden de Cristo, nombre tomado por los templarios en ese país), fundó tempranamente en Sagres en 1417 la primera escuela de náutica, considerada una verdadera Universidad. Científicos y técnicos se subordinaron a los intereses del sistema en el poder.
Desde la península ibérica, las nuevas empresas desarrollaron la conquista de África y América. Para Portugal, su fuente más importante de riqueza terminó siendo la Trata de seres humanos. Los negros africanos fueron cazados y enviados a América a trabajar en las plantaciones.
El navegante genovés Cristóbal Colón llegó a América en 1492 representando a la Corona española. El resultado fue determinante: millones de indígenas muertos, culturas sometidas y una impresionante transferencia de riquezas que pusieron en marcha la maquinaria de la Revolución Industrial, que consolidó la dominación del capitalismo a escala mundial.
¿Es correcto entonces decir que España conquistó América? Sostengo que no.
Mejor sería decir: el sistema capitalista se lanzó a fines del siglo XV a la explotación de enormes extensiones de tierras y riquezas, en una dominación a escala nunca antes vista.
El capitalismo se alió entonces a las monarquías o a los gobiernos de las élites europeas. Necesitaba el aval que le podía brindar un país, así como la bendición de la Iglesia de Roma, para formalizar la conquista de nuevos territorios.
Las mayorías pobres de esos países europeos no fueron informadas de los planes de desarrollo tecnológico y científico. No estaban al tanto de los avances ni de los proyectos de expansión. No fueron testigos de las salidas de las primeras embarcaciones que sirvieron como experiencias previas y necesarias para los viajes de Bartolomé Diaz, que llegó en 1487 al Cabo de Buena Esperanza en el sur de África, o de Cristóbal Colón a América.
El avance de las comunicaciones y la tecnología en el siglo XV marca un hito para la globalización.
Han pasado más de 500 años y en estos días se viven muchas circunstancias de extraña similitud.
El capitalismo generó una nueva crisis que carga en las espaldas de millones de seres humanos, permitiendo una nueva y extraordinaria concentración de riqueza, parte de la cual está empeñada en la continuidad del desarrollo científico y la investigación, esta vez con la mira puesta en nuevos espacios sin límites.
Hace pocos días China volvió a enviar una nave tripulada al espacio. El presidente chino Hu Jintao calificó al lanzamiento como “otra gran hazaña en la escala a la cima de la ciencia y tecnología mundial del pueblo chino”.
Mientras tanto, en Nápoles, vecinos de un barrio humilde chocaban con la policía en protesta por la decisión del primer ministro Berlusconi de usar su barrio (una cantera en desuso) como basurero.
El capitalismo industrializó a Italia, convirtiéndola en una potencia. Pero en el afán más absoluto y perverso por obtener ganancias, no dispuso un centavo para solucionar los problemas ambientales producidos por ese mismo desarrollo industrial y el consiguiente consumo.
En Italia se aceleró el proceso que propone el sistema capitalista: explotación de los recursos naturales y de los seres humanos, concentración máxima de la riqueza y destrucción ambiental.
Un escenario probable para los próximos años es el de la exploración y la conquista galáctica. Los nuevos mundos conquistados podrán servir así de colonias limpias para los nuevos señores feudales del futuro, o quizás como basurales donde las naves de la próxima potencia mundial lleven los residuos de nuestro gastado planeta a cambio de jugosos beneficios.
Parece una extraña paradoja: el capitalismo genera graves problemas que luego utiliza para obtener más ganancias a partir de sostener así su supremacía sobre millones de seres humanos que viven en el subdesarrollo.
La mayoría de estos seres humanos no conoce los planes de conquista de nuevos mundos, como no los conocían los españoles y portugueses del siglo XV.
Esta ignorancia promueve la continuidad del proceso. Y la consecuencia, hoy como ayer, es la aceptación de la conquista y la explotación.
Quizás seamos -entonces- cómplices de una próxima nueva matanza, al adoptar el concepto de que es válido matar todo lo que no sea humano, o seguir nuevamente la doctrina planteada por Santo Tomás de Aquino, aquella de la Guerra Justa en la que se debe reprimir a quienes se resistan a la verdadera fe.
A 516 años del arribo de Colón a América, la resistencia continúa.