Por Silvana Rodríguez
De acuerdo a una nota que se publicó el día 12 de junio en el diario Clarín, es sumamente notable el incremento de jóvenes infectados por el virus del SIDA, y esencialmente es notable la feminización de estos contagios, particularmente en adolescentes de 13 a 19 años. Asimismo en la nota se señala la ausencia de políticas destinadas a prevención y promoción de derechos de las mujeres viviendo con VIH, como también se vincula a este grupo en particular con “sectores carenciados y con menor nivel educativo”.
Y una vez más, podemos visualizar como los grupos más vulnerables, son las principales victimas de una cadena de ausencias y omisiones, de invisibilizaciones y despreocupaciones, de individualismo, intereses individuales por sobre los colectivos. Podemos ver, entonces, a partir de este tipo de información, quienes desde su vida misma, hacen visibles a través de su padecimiento las desigualdades, injusticias e inequidades sociales, culturales, políticas, económicas.
En este sentido, se evidencia un fenómeno ya conocido como lo es la feminización de la pobreza, pero en este caso, desde la adolescencia, si se quiere desde la niñez, a través del contagio de este virus. Cabe preguntarse en relación con ello, cuál fue el acceso a la información en relación a este tema en particular que tuvieron y tienen estos adolescentes, a la educación integral, a la salud (como bienestar físico, psíquico y social).
En definitiva deberíamos analizar si se garantizó alguno de los derechos que les corresponden y qué papel jugamos nosotros como garantes de ellos, quizás con diferentes niveles de responsabilidad, pero que es algo que nos atañe a todos. Deberíamos también rever cuantas veces, por el infalible “no te metas”, contribuimos ya sea por acción u omisión, a reproducir estos procesos que “generan y reproducen la desigualdad”
Asimismo, se habla de la ausencia de políticas de prevención y promoción, (que más que hablar debería ya pensarse en cuando, cómo se implementan, en tanto que muchas veces sólo nos quedamos en y con el discurso); y teniendo en cuenta estas cifras que se nos presentan (en tanto que muchas veces sólo a través de ellas nos damos cuenta que hay problemas sociales), debería inmediatamente diseñarse e implementarse una política de asistencia para estas adolescentes que ya padecen este virus, garantizando el acceso a los diferentes recursos tanto materiales como humanos necesarios, para contribuir a mejorar la calidad y condición de vida de las personas en general y de este grupo en particular.
Por ultimo, sería importante rever si este problema se debe a la falta de información, o tiene alguna relación con el escenario del desencanto en el que vivimos, con la escasas posibilidades para visualizar oportunidades de desarrollo a mediano y largo plazo, con la inestabilidad, con la escasez o falta de espacios de contención, de socialización, con la ausencia más que presente del estado, con la dificultades para sentirse parte de algo…
Es decir, rever si no se trata de un desinterés sobre la propia vida, más que del acceso o no a la información, porque si el primero fuera el problema real, las estrategias de acción deben ser totalmente diferentes, tendientes a la integración como punto de partida, y fundamentalmente, debe ser una obligación a la autocrítica de cuanto no hemos hecho y cuanto debemos hacer para que estos adolescentes, como tantos otros, puedan sentir que vale y tiene sentido su vida, empezando por el cuidado de su salud y la exigibilidad de sus derechos.
Silvana Rodríguez
Fuente: http://www.clarin.com/diario/2008/06/12/sociedad/s-01692183.htm