Julio César fue asesinado hace 2.052 años, pero pudo triunfar a pesar de su muerte. Como él soñó, el Imperio impone su lógica y extiende su poder a escala mundial.
En el calendario romano, los idus de marzo representaban al día 15 de marzo.
En los idus de marzo del año 44 a.C., Julio César había convocado al Senado para que le confiriera el título de rey. César fue asesinado ese día, pero su idea de imperio se concretó años después con Augusto.
Las miradas sobre el mundo se entienden como subjetivas, es decir que cada ser humano debería integrarse a la vida a partir de su propia realidad, en el marco de la cultura que lo cobija. Sin embargo, hay quienes se empeñan -como César- en crear y mostrar un solo mundo, una sola realidad.
De tal modo, en la actualidad se impuso la agobiante “etiqueta” de “globalización” para sostener un sistema de injusticia basado en la fuerza bruta. Para que las mayorías empobrecidas aceptemos ese orden, se nos enseñan errores o mentiras históricas, que demostrarían la inevitabilidad de nuestros males.
Los errores en la enseñanza de la Historia no se dictan por “error”. La Historia oficial ha sido escrita para mantener el estatus producido por la dominación y la injusticia. Se invierten los valores, ocultando ciertos hechos para hacernos creer que la violencia es un mal necesario en el enfrentamiento inevitable con aquellos perversos seres (terroristas) que quieren torcer el rumbo de la civilización.
Jacques Madaule, en su historia de Julio César (“César”), lo supo explicar muy bien:
Su silogismo era sencillo: Roma es la civilización y la libertad. Quien está contra Roma, está contra la libertad y por ello debe ser sometido, para bien de Roma, para bien del mundo y para bien de los propios enemigos. Roma tiene un deber: el de imponer la libertad en todo el orbe. Como lo señalaron los propios historiadores romanos, César (ergo, Roma) conquistó, robó y destruyó culturas en nombre de la civilización. Y en todo occidente se lo valora por haber llevado la civilización a los pueblos “atrasados”.
El sistema de poder continúa utilizando el mismo silogismo. Quienes están en contra o interfieren en su avance y ganancias, son bárbaros terroristas que impiden el desarrollo de la libertad y hoy, la democracia.
Tras los atentados contra las Torres Gemelas en 2001, Estados Unidos no sólo invadió Afganistán e Irak. Pudo sostener un programa de detención e interrogatorio que permitió a los servicios de inteligencia recurrir a “técnicas intensas” de interrogatorio contra presuntos terroristas. Hace pocos días la organización Human Rights Watch (HRW) publicó un informe que acusa a EE.UU. de seguir violando los derechos humanos básicos, con cárceles secretas en el extranjero, un centenar de desaparecidos y la justificación de la tortura.
Tony Fratto, portavoz de la Casa Blanca (gestión Bush) defendió el uso de la “asfixia simulada” (water boarding) en interrogatorios a presuntos terroristas, señalando que “bajo circunstancias específicas y con garantías, esta técnica fue legal y no tortura”.
Nuestro país tampoco pudo cuidarse de los idus de marzo. El 24 de marzo de 1976, la Junta Militar (integrada por el General Jorge R. Videla, el Almirante Emilio Massera y el Bigadier Orlando Agosti) derrocó brutalmente al gobierno constitucional de Isabel Perón. Explicaron su acción por “el tremendo vacío de poder, capaz de sumirnos en la disolución y en la anarquía; la corrupción y el flagelo subversivo…”
Como en toda Latinoamérica en la década del ’70, plantearon la desaparición forzada de personas y la represión al pueblo con el mismo criterio y los mismos argumentos utilizados por los nazis durante la II Guerra Mundial, los franceses en Argelia durante la década de 1950, el stalinismo en la Unión Soviética y Europa oriental o el ejército estadounidense durante la guerra de Vietnam.
Julio César fue asesinado hace 2.052 años, pero pudo triunfar a pesar de su muerte. Como él soñó, el Imperio impone su lógica y extiende su poder a escala mundial. No alcanza entonces con pedir memoria o expresar “Nunca más”. Ante todo, debemos resistir la tentación de pertenecer al “orden romano”, porque es un orden ilusorio en el que la gran mayoría no está incluida. O se hará realidad la sentencia de Eduardo Galeano: “El mundo es una gran paradoja que gira en el universo. A este paso, de aquí a poco los propietarios del planeta prohibirán el hambre y la sed, para que no falten el pan ni el agua””.Por José Luis Parra