Por Alfredo Carballeda (Editorial Revista Margen N° 78)
La violencia se inscribe en una compleja red de tramas y formas de construcción social, cultural, política y económica. Esa complejidad se hace más profunda aún en la medida que se la analice y estudie desde una perspectiva situada en nuestro continente, a partir de la construcción de subjetividad que se realiza desde el colonialismo. De esta manera, tanto la comprensión como la intervención social en este tema, adquieren la posibilidad de construir formas de abordajes coherentes y adecuadas a nuestras realidades.
En América, la desintegración de las culturas y civilizaciones prehispánicas dan cuenta de una integración que se va perdiendo en la medida que avanzaba la conquista, pero también de la búsqueda de esa integración perdida que va construyendo una forma singular de lo que conocemos como cuestión social.
El trasplante de poblaciones, la esclavitud, los genocidios y mestizajes construyeron una nueva forma de singularidad de las relaciones sociales, la visión de lo Otro y los Problemas Sociales.
“Yo, hablo de millones de hombres a quienes sabiamente se les ha inculcado el miedo, el complejo de inferioridad, el temblar, la genuflexión, la desesperación, el servilismo.” A. Cesaire, Discours sur le colonialisme |
La negación de América que atraviesa la lógica de la conquista implicó una nueva forma de violencia que se entrelaza significativamente con la Otredad desde una inferioridad impuesta desde diferentes lenguajes que contienen a la violencia como común denominador en el que fundamentalmente la inferioridad impuesta por la conquista se inscribe en la subjetividad a través de la colonización cultural. Así, lo propio suele transformarse en inferior.
Es posible ingresar al estudio de los problemas sociales desde diferentes aspectos y categorías de análisis. Éstas, en general, responden a matrices de pensamiento que intentan ser de índole universal y son construidas desde lógicas relacionadas con el pensamiento dominante en los países “centrales”.
La violencia en nuestras sociedades puede ser analizada desde la noción de otredad. Desde allí quizás sea posible aproximarnos a la visualización de la construcción de subjetividad desde lo periférico. Esta perspectiva tal vez permita ampliar las posibilidades de conceptualización y la construcción de nuevas formas de comprender y explicar los problemas sociales. Es allí, especialmente desde la demanda que genera la intervención social, donde la visión de lo Otro puede ser leída a partir de las nociones de colonización y dominación -1-.
El lazo social fragmentado, perdido, reconstruido parcialmente en el marco de la lógica neoliberal, cosifica, aleja, descoloca, construyendo una separación que produce nuevas y más formas de padecimiento subjetivo. Esa lejanía impuesta por la necesidad de un modelo de sociedad que resalta, reafirma y exalta la desigualdad, se apoya en la negación de lo otro, quitándole su condición humana. “La deshumanización… en primer lugar consiste en una serie de negaciones. El colonizado no es esto, no es aquello. Nunca es considerado positivamente; o si lo es, la cualidad que se le concede deriva de una carencia…” -2-.
En definitiva, ese otro, entendido como sumergido en un proceso de colonización, de construcción a través de relatos que lo ubican en el lugar de lo antisocial, se muestra en la obligación de aceptar su condición diferenciada, como un dominado para poder seguir perteneciendo a una sociedad que le da un lugar diferenciado e inferior.
Esas circunstancias constituyen formas violentas de constitución de identidad, relaciones sociales y significaciones. La noción de colonizado en parte se puede entender en la actualidad desde la naturalización de una serie de relaciones sociales que se asientan en un modelo único propio de la lógica neoliberal observada desde una perspectiva que pone al tercer mundo en el lugar de la periferia, sin mirada y sin palabra. De allí que la soledad y ausencia conceptual que produce la aplicación de esas lógicas en múltiples espacios de nuestras sociedades dé cuenta de la importancia de un pensar americano, en este caso de los problemas sociales.
Incluso una perspectiva americana no sólo implica una necesidad de aproximarse a formas de comprensión y resolución situadas, propias y singulares en relación a nuestras realidades, sino que también puede aportar de manera relevante al análisis y resolución de las diferentes formas de malestar que se generan en las sociedades denominadas “centrales”.
Estudiar y analizar los Problemas Sociales desde una perspectiva que intente alejarse de la colonización pedagógica tal vez permita visualizar las características peculiares de éstos en lo singular de nuestras realidades. De este modo, debemos pensar que en América los problemas sociales se inscriben de una manera distintiva y se cimentan a partir de circunstancias históricas, sociales y culturales que pueden entenderse como propias y a su vez ligadas a una serie de procesos singulares que los construyen y los hacen visibles. Así, también se abre la posibilidad de proponer nuevas y diferentes estrategias, modalidades y -en definitiva- formas de intervención social sobre ellos.
La comprensión y explicación de la violencia en su expresión actual puede ser analizada y estudiada desde diferentes vías de entrada. Por un lado, se halla atravesada por la fragmentación social que genera el neoliberalismo, constituyendo complejas formas de relación social en la que ésta se presenta como un común denominador pero tomando formas diferentes que van desde la violencia física, el acoso, la intimidación o el hostigamiento.
Las diferentes formas de la negación de hacer al otro invisible como persona, transformándolo en un objeto, se presentan como una de las formas tal vez más sutiles y actuales de la presencia de ésta.
La violencia también se expresa desde una forma de mirada que excluye, estigmatiza, segrega, imponiendo barreras invisibles. Transita complicados recorridos que van desde el territorio hasta la vida cotidiana. La mirada que construye invisibilidades, que impone barreras, que se inscribe en los cuerpos, es una constante en la historia y el presente de América.
El terrorismo de mercado, continuador del terrorismo de Estado, generó sociedades signadas por relaciones violentas en las que lo cotidiano se desarrolla en escenarios complejos, inciertos y particularmente desolados. La sensación de “ausencia” de sociedad, cuando lo social se iba difuminado en los laberintos de las lógicas del mercado, construyó nuevos significados en la percepción y relación con el Otro, transformándolo en un objeto, constituyéndolo dentro de un proceso de cosificación donde la violencia como algo naturalizado se construyó como una forma más del lenguaje, de la gramática que organizaba la vida cotidiana.
La negación y desvalorización de lo colectivo es también un signo de la ausencia de lo Otro como semejante y conlleva una consecuente desconexión con la historia. Junto con la lenta implantación de estos procesos surge, de manera inevitable, una serie de imposibilidades de transmisión de pautas, experiencias, códigos y regulaciones que terminan deambulando perdidos, extraviados, abandonados, en los neblinosos y oscuros territorios de las nuevas formas de la desigualdad.
La violencia se entromete en lo cotidiano a través de vías diferentes, en las que de manera objetiva y subjetiva, los cuerpos son los territorios de inscripción de ésta.
La violencia simbólica puede entenderse desde los aportes de Pierre Bourdieu a partir de la anuencia de los agentes sociales, pero también es posible comprender esa forma de aceptación en la singularidad de los mecanismos de dominación colonial. “Pero, la Sociedad, al contrario de lo que ocurre con los procesos bioquímicos, no escapa a la influencia humana. El hombre es aquello por medio de lo cual la sociedad es -3-”. De este modo, la violencia dentro de la vida cotidiana, podría entenderse también desde la agresividad que genera, construye y fecunda el servilismo y la dominación de tipo colonial que atraviesa y da forma a la lógica societaria en América desde hace más de quinientos años. La condición que impone el colonialismo es, en definitiva otra forma de violencia, diferente, singular, construida en otras cartografías históricas y sociales. Se transforma en una práctica social que condiciona, pautas, códigos y formas de comprensión y explicación que se inscriben en forma singular en nuestro continente. De allí la posibilidad de repensar y construir modalidades de análisis para la aproximación situada a los fenómenos sociales.
Notas
-1- Sosa, Elisabeth. La otredad: una visión del pensamiento latinoamericano contemporáneo. Letras, Vol, 51 N° 80.
-2- Memmi, Albert. Retrato del colonizado. Ediciones de La Flor. Buenos Aires. 1969.
-3- Fannon, Franz. Piel Negra. Máscaras Blancas. Editorial Abraxas. Buenos Aires.1973.
Bibliografía
– Carballeda, Alfredo. La Intervención en lo social como proceso de análisis. Editorial Espacio. Buenos Aires. 2013.
– Fannon, Franz, Los Condenados de la Tierra. México FCE. 1973