Por Carlos A. Solero
El docente Carlos Fuentealba es uno de los tantos trabajadores abatidos por las arteras balas de fuerzas estatales en una protesta social.
En efecto, el 5 de abril de 2007, el disparo de un agente policial de la provincia de Neuquén segó su vida, mientras con un operativo pretendían impedir el corte de una carretera.
Carlos Fuentealba había nacido en Junín de Los Andes en 1966. Era docente y activista sindical y militante socialista. No es un detalle menor recordar que fue asesinado por la espalda a quemarropa por un policía.
Maximiliano Kosteki y Darío Santillán también cayeron en Avellaneda por balas policiales de la bonaerense durante la represión en el Puente Pueyrredón en junio de 2002. Por la espalda. Ese es el método. Como en las huelgas contra La Forestal en Chaco Santafesino, en La Semana de Enero de 1919 y en las huelgas patagónicas durante el período presidencial de Yrigoyen.
El maestro abatido es un exponente del explícito compromiso que se asume cuando se considera a la educación -al decir de Paulo Freire- como una práctica de la libertad.
No debemos olvidar que la emancipación integral de nuestra especie sólo puede provenir de las luchas solidarias de los de abajo, en la resistencia cultural y en todos los ámbitos.
Que la evocación de Carlos Fuentealba mantenga alerta las conciencias de quienes no nos doblegamos ante este sistema alienante.
El maestro sigue enseñando con su ejemplo de dignidad en las aulas y en la ruta junto a sus hermanos de clase, más allá de la impunidad de sus verdugos.