Por Carlos A. Solero
El reciente triunfo en las elecciones griegas del movimiento de izquierda Syriza significa la irrupción en el escenario europeo de nuevas perspectivas de confrontación. La pulseada será entre la lógica del ajuste socioeconómico permanente planteado por la llamada troyka, conformada por los sectores más concentrados del capital, y variantes políticas que postulan la necesidad de una mejor distribución de la riqueza de los países haciendo uso de los mecanismos electorales de la democracia liberal.
La emergencia del Movimiento Podemos en España, que marcha primero en las encuestas por delante de los tradicionales partidos como el Socialista Obrero Español (PSOE, que gobernó liderado por Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero) y el Partido Popular (PP, que emergió luego del franquismo, (1939-1975), es otro epifenómeno de la situación de los últimos años de aplicación de políticas neoliberales.
El Pasok, versión griega de la socialdemocracia, cayó en picada abriendo la puerta a los conservadores y la tecnocracia, fieles servidores de los mandatos de los organismos multilaterales de crédito como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) y el Banco Central de Europa.
El Pasok griego hizo -al igual que el PSOE español, el Partido Socialista francés y el laborismo británico de la mano de Tony Blair- las tareas que permitieron el ascenso del PP en España, la centroderecha en Francia y el conservadurismo en Gran Bretaña.
Vale agregar el proceso italiano, que llevó al gobierno al empresario multimediático Silvio Berlusconi y a sus aliados neofascistas del MSI y la Alianza del Norte. Mateo Renzi, actual primer ministro del Partido Democrático, aún plantea una regresiva reforma laboral que ha generado una oleada de protestas, multitudinarias manifestaciones callejeras y huelgas de trabajadores hartos del ajuste para beneficiar a los banqueros y los capitalistas.
Mediodía y medianoche
En su excelente tratado filosófico El hombre rebelde (1951), Albert Camus expuso en un apartado al que tituló El pensamiento de Mediodía un interesante análisis acerca del contraste entre las tendencias emancipadoras surgidas en Europa a través de los siglos y el autoritarismo que esgrime el racionalismo y una teoría de la historia de raigambre hegeliana como fundamentos de la dinámica social.
Estas tendencias son la contraposición entre las ansias libertarias de los pueblos y la obsesión estatista de ejercicio del poder y la dominación de las élites privilegiadas.
La revolución libertaria española, proceso de autogestión producido con las colectivizaciones de campos, fábricas y talleres por parte de los campesinos y campesinas, proletarias y proletarios de orientación anarquista y las Milicias Confederales de la CNT-FAI en el contexto de la Guerra Civil Española (1936-1939), es un claro ejemplo de lo señalado por Camus.
La reacción de las clases dominantes coaligadas con el Ejército y la Iglesia aplastó esta experiencia extraordinaria, contando para ello con el aparato militar del fascismo de Benito Mussolini en Italia, la activa participación en los bombardeos de la fuerza aérea del nazismo hitlerista alemán, la indiferencia cómplice de los gobiernos de Francia, Inglaterra y EE.UU. y el sabotaje criminal de José Stalin operando a distancia desde la URSS: no sólo no le interesaba un triunfo del socialismo libertario ibérico, sino que pocos meses después de la Guerra Civil Española firmó un pacto con Adolf Hitler.
Dice Albert Camus en su ensayo: “A pesar de sus pretensiones por parte de lo absoluto (el empecinamiento de las élites privilegiadas por ejercer la dominación), para modelar la realidad, la rebelión, a la inversa, se apoya en lo real para encaminarse, en un combate perpetuo, hacia la verdad. La primera trata de realizarse de arriba abajo, la segunda, de abajo arriba. Lejos de ser un romanticismo, la rebelión, por el contrario, se pone a favor del verdadero realismo. Si bien quiere una revolución, la quiere a favor de la vida”.
Continúa Camus: “Es la comuna contra el Estado, la sociedad concreta contra la sociedad absolutista, la libertad reflexiva contra la tiranía racional, el individualismo altruista, en fin, contra la colonización de las masas. Son, por lo tanto, las antinomias que se ponen de manifiesto, una vez más, en la larga confrontación entre la mesura y la desmesura que anima a la historia de Occidente desde el mundo antiguo. El conflicto profundo de este siglo no se establece, quizás, entre las ideologías alemanas de la historia y la política cristiana, que son en cierta manera cómplices, tanto como entre los sueños alemanes y la tradición mediterránea, las violencias de la eterna adolescencia y la fuerza viril, la nostalgia exagerada por el conocimiento y los libros y el coraje endurecido y aclarado en el curso de la vida; en fin, entre la historia y la naturaleza”.
Perspectivas
La emergencia de movimientos como Syriza o Podemos no implica desde nuestra perspectiva una posibilidad de ruptura radical con el sistema establecido, sino que en todo caso podría interpretarse como un epifenómeno de la prolongada crisis que acaeció luego de la explosión de la burbuja financiera e inmobiliaria con su onda expansiva que ya lleva varios años.
Estos movimientos, al encuadrarse claramente en las estructuras estatales, irán perdiendo la radicalidad que expresaron en sus comienzos, adaptándose a la dinámica del sistema imperante.
Coincidimos con Albert Camus cuando afirma: “Pero el absolutismo histórico a pesar de sus triunfos nunca ha dejado de tropezar con una exigencia invencible de la naturaleza humana cuyo secreto guarda el Mediterráneo, donde la inteligencia es hermana de la dura luz. Los pensamientos rebeldes, los de la Comuna de París (1871), o los del socialismo libertario ibérico, no han dejado de negar esta exigencia tanto frente al nihilismo burgués como al socialismo cesáreo”.
En definitiva, es la contraposición del mediodía y la medianoche.