Por SIlvana Rodríguez
“En Argentina todo el mundo acepta de manera natural que en las cárceles no se respetan los derechos. Todo el mundo sabe que se maltrata. Pero todo sigue igual”, sostuvo Iñaki Rivera Beiras, director del Observatorio del Sistema Penal y los Derechos Humanos de la Universidad de Barcelona”, en una entrevista publicada en Página 12, que habla sobre la situación de las personas en las cárceles de Argentina, analizando la misma en relación con la situación de España.
Sabemos que este es un tema que contiene e implica amplios y diversos debates como posicionamientos, opiniones, concepciones; nosotros intentaremos centrar la reflexión en la situación de las personas que están en las cárceles y cuál es la función asignada desde la sociedad a las mismas y que puede hacerse al respecto.
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Como bien se señala en la nota, el primer acto de deshumanización es la falta de precisión y registro fehaciente y confiable de cuántas personas están detenidas (menos aún existe preocupación y consecuente acción en relación con su situación procesal); lo cuál incide en las condiciones en las que estas personas viven psicológica, social, emocional y materialmente, en tanto hacinamiento, maltrato, violencia permanente comenzando por la invisibilzación de su existencia y la poca preocupación y ocupación manifiesta respecto a su situación particular y sin mencionar aun la omisión del Estado como responsable y garante de los derechos de las personas.
En este sentido, coincidimos con lo que se plantea en la nota, respecto al papel asignado a las cárceles, como “entes externos” a la misma sociedad de la que forman parte, como si fueran el alojamiento “de los males” y que por ello, deben permanecer aislados, evitando así “el contagio” con el “resto” de la pulcra sociedad (sociedad impune, corrupta, etc)… que se merecen “vivir” en las pésimas condiciones en las que sobreviven, algo así como “muerto el perro, se acaba la rabia”, sin embargo nada más alejado de ello, porque las cárceles son producto también de lo que como sociedad hacemos, no hacemos, dejamos hacer…
Sería importante, comenzar por plantearnos cuál es el papel de las cárceles en una sociedad, preguntarnos que les está pasando a estas personas que delinquen, y si estas circunstancias no tienen vinculación alguna con la coyuntura en la que estamos inmersos, interpelarnos también respecto a nuestra acción u omisión en estas situaciones y nuestros aportes para reforzar los procesos de estigmatización en lugar de trabajar para facilitar la reinserción (concepto que merece un análisis especifico y con el cual no acordamos en su totalidad, pero no es objeto de esta reflexión), además de analizar en profundidad los negocios y funcionalidad de estas instituciones para los poderes hegemónicos que intentan dominar, monopolizar y deshumanizar a la sociedad.
Demás está decir, que el mismo código penal requiere revisión, urgente modificación (a cargo de personal idóneo y competente), pensar ante todo en las personas y sus circunstancias, a partir de ello rever el papel de la justicia, manifestándose en las funciones y acciones de los jueces, el papel de las cárceles, si este es el sistema adecuado, si tiene el impacto deseado, y cuál es el proyecto societario al que aspiramos como humanidad, para actuar , exigir y proponer en pos de su finalidad desde el conjunto, desde la libertad, igualdad y justicia real.
En fin, “Lo que haces como hábito te hace dependiente, porque te lo han programado. Sólo lo que surge desde dentro es tuyo y te hace libre” (Anthony de Mello) quizás la libertad sea uno de los aspectos intrínsecos del proyecto socio-político al que debemos aportar y construir, para salir de la naturalización de la vulneración que nos encarcela y liberarnos de las prisiones que nos aprisionan, presionan y oprimen sin dejarnos ser …
Silvana
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-95988-2007-12-11.html