Por Silvana Rodríguez
La reflexión a la que intentaremos arribar y la que nos atreveremos a compartir, surge a raíz de la lectura dos noticias vinculadas con el área educativa, una publicada en el Diario Clarín que hace referencia al aumento de la deserción en secundarios bonaerenses; y otra editada por el Diario Página 12, relacionada a la retención de fondos para las escuelas públicas por no “tener la rendición al día”, en donde los grandes ausentes son justamente quienes padecen y en quienes impactan estas problemáticas: los adolescentes y jóvenes.
Entendiendo que ambas noticias se vinculan, en cuanto a contribución a la desafiliación permanente, es que nos proponemos plantear algunos interrogantes al respecto. En este sentido, intentaremos partir de la “deserción” para luego vincularla con las condiciones “más objetivas” en las que tiene lugar la misma.
“La primera tragedia que debe ser urgentemente reparada es la desvalorización de sí mismo que siente el hombre, y que conforma el paso previo al sometimiento y la masificación. Hoy el hombre no se siente un pecador, se cree un engranaje, lo que es trágicamente peor”.
(Sábato, 2000: La Resistencia) |
De este modo, en este marco si hasta la persona es desvalorizada a tal punto que se iguala a una sustancia, es muy probable que la educación también carezca de sentido desde su perspectiva (considerada su mirada únicamente cuando las estadísticas no se corresponden con lo establecido), por eso como se señala en la nota, “hoy, aún en sectores pobres, pesan fuerte otras cuestiones. “Hay que redoblar esfuerzos para que los chicos vuelvan a ver la educación como algo deseable, y es difícil porque dejó de ser un indicador de ascenso social.” Habría que preguntarse también porque se diferencia a los sectores pobres de los otros y cuál es el supuesto subyacente.
No obstante, entendemos que el atribuir como única razón de la falta de motivación y sentido de y hacia la educación, se asigne a que dejó de ser un indicador de ascenso social, es una mirada y un análisis, a nuestro criterio, un tanto restringido y fragmentario, y una vez más se omite la mirada de los actores intervinientes, basándose en supuestos; sin tener en cuenta que la realidad es dinámica, que las crisis no sólo repercuten en el nivel socio económico, sino en las instituciones, y éstas en las personas, en tanto que las instituciones son y existen por ellas, y que en este sentido, los escenarios han cambiado, los sujetos y sus padecimientos. Razón por la cual, no nos podemos quedar para analizar un fenómeno como el de la deserción escolar, con el sentido atribuido (o impuesto) a la educación hace mucho tiempo atrás.
Como bien dijéramos anteriormente, las crisis por las que atravesamos, repercuten en diversos aspectos tanto sociales, económicos, culturales como políticos, manifestándose entre otros, en las condiciones en las que se llevan adelante el ejercicio de la docencia “los maestros también están pinchados: a veces no tienen herramientas o trabajan en malas condiciones, y la pasión por enseñar decae. Hay que redoblar esfuerzos para retener a los adolescentes en el aula”, lo cual no impide, más allá de que las condiciones de trabajo no sean las óptimas, y reconociendo con ello que son paupérrimas y requieren intervención inmediata del Estado, ahora de la mano de la “hermana del género”, siempre el espacio del aula y apostando a la construcción con y desde los chicos, pueden ser “el lugar” en el que los chicos quieran y elijan estar, y se constituya como el espacio de empoderamiento de estos ciudadanos, constructores y transformadores de la historia.
Por tanto, “hay que repensar estrategias y pedagogías para que el alumno sienta que quedarse tiene valor, que no es lo mismo ir que no”, y quizás una de ellas no sólo se limite a lo pedagógico (es decir limitándose al interior del aula, continuando con el aislamiento, fragmentación); sino también al sostenimiento económico de la escuela, en el cual se priorice y se haga en base al valor de la educación como tal, y no se lo asimile a una simple mercancía, reteniendo los fondos públicos (es decir los fondos de la misma población que asiste) porque no tienen una rendición al día… pudiendo así dar cuenta desde el mismo Estado de la valorización de la escuela y como esencia de ella de la comunidad educativa…
Quizás la primera respuesta y primer desafío está en las palabras de Sábato, comenzar por valorizar al hombre como tal, y demostrarle que no es un simple engranaje, para ello, es necesario hacer valer su voz, su perspectiva, sus sentidos, y actuar a partir de ello, permitiéndoles ser protagonistas de la historia, de su historia, de sus proyectos, de su vida… hoy omitidas en absoluto
“…Esta profanación puede ser únicamente sanada con la mirada que cada uno dirige a los demás, no para evaluar los méritos de su realización personal ni analizar sus actos, sino al modo de un abrazo que nos puede dar la alegría de pertenecer a una obra más grande que nos incluya” (Sabato, 2000)
Silvana
Fuentes:
http://www.clarin.com/diario/2007/10/30/sociedad/s-04215.htm
http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-93764-2007-10-30.html