Por Carlos A. Solero
La película del director Damián Zsifrón, Relatos salvajes, exhibe a través de la exposición de varias historias un desmontaje de la hipocresía y la impunidad reinante en la sociedad argentina contemporánea.
Como bien sabemos y lo plantea la psicoanalista Ana María Fernández, las dosis de sufrimiento y la vulnerabilidad de gran parte de la población se han multiplicado de manera exponencial en las últimas décadas.
La oleada neoliberal instaurada desde comienzos de los años ´80, con su culto del “éxito a cualquier precio”, sin evaluar los daños ocasionados en el prójimo se instalaron como moneda corriente corroyendo las subjetividades.
En este escenario social, aparecen estigmatizados como violentos e irracionales quienes deben padecer la violencia, la incomprensión y el escarnio de psicópatas entronizados en espacios de poder, funcionarios públicos y privados y hasta en las relaciones familiares e interpersonales.
Zsifrón ha logrado pintar un cuadro de época que nos recuerda a algunos de los Caprichos del célebre aragonés Francisco de Goya y Lucientes: “El sueño de la razón engendra monstruos” y la escena contemporánea pretende imponernos que convivamos con ellos.
Pero los personajes de Relatos salvajes no se resignan a soportar esa impunidad y actúan, reaccionan frente a la violencia que padecen: la obscena exhibición de poder de un usurero aspirante a trepar en la pirámide como político, la soberbia de un privilegiado insultando gratuitamente a un trabajador de la construcción, la reacción de un hombre que gracias a la corrupta empresa de control de tránsito arruina sus relaciones familiares, la hipocresía patriarcal de un joven que engaña a su pareja.
Relatos salvajes deja varios elementos para la reflexión acerca del malestar en la cultura en términos de S. Freud y a la vez muestra como el “todo vale” rige las relaciones sociales, en las que el dinero puede comprarlo todo hasta la vida misma de una madre embarazada y su criatura aniquiladas por un muchacho “descontrolado” por el alcohol al volante de un vehículo de alta gama.
Luego de la visualización de las imágenes de Relatos salvajes salimos a las calles y observamos la delgada línea que separa a la patética realidad social cotidiana que vivenciamos y las historias contenidas en esta excelente película de no ficción.