Por Carlos Solero
El legado literario del escritor bahiano agita nuestros sentimientos solidarios y aviva el pensamiento crítico.
Una leyenda que circula por la ciudad brasileña de Bahía y también por diversos ámbitos del mundo –terrestres, marinos y de ultramar– cuenta que los relatos de Jorge Amado tienen un particular encanto. Si los lectores superamos el título y primer párrafo de sus libros quedamos atrapados para siempre en esos universos.
Además, los personajes nos acompañan de por vida. Es una leyenda que se forja con elementos reales difusos, pero vale la pena dejarse sorprender.
Vida intensa
Jorge Amado nació el 10 de agosto de 1912 en la Hacienda de Auricidia, correspondiente al municipio de Itabuna, ubicado al sur del estado de Bahía (Brasil). Luego la familia se trasladó a Ilhéus y en este territorio transcurrió su infancia.
Su padre era un pequeño productor de cacao y él tuvo la desdicha de presenciar cómo era asesinado.
El joven realizó sus estudios de nivel secundario en la ciudad de Salvador de Bahía y allí desarrolló su inicial trabajo de escritura siendo colaborador en periódicos y activo partícipe en los círculos literarios, impulsando junto a algunos de sus amigos un núcleo al que llamaron La Academia de los Rebeldes.
En el año 1935, Amado se graduó en Derecho en la Universidad de Río de Janeiro.
En términos políticos, su militancia transcurrió entre un inicial acercamiento al anarquismo, luego de lo cual fue activista y dirigente del Partido Comunista Brasileño, con el que rompería años más tarde para retomar su perspectiva ácrata de socialista libertario.
El asumir una postura política de izquierda y su activa participación política significaron para el escritor múltiples períodos de exilio, el primero de los cuales comenzó en 1942.
La vida de Jorge Amado transitó por Argentina y Uruguay, además de recorrer otros diversos países de América latina.
En 1947, unido ya con su compañera de la vida, Zelia Gattai, debió partir otra vez al exilio y esa vez fue Francia el lugar de residencia, donde permaneció entre los años 1947 y 1950. Retornaría a Brasil en 1955, se alejaría de la militancia política activa y finalmente sería reconocido por diversas universidades con el doctorado honoris causa.
Obras singulares
En 1931 se publicó El país del carnaval, la primera novela de J. Amado y en 1933, Cacao.
Estos dos libros dieron comienzo a su ciclo de literatura social que completó con Sudor (1934), Jubiabá (1935),Mar Muerto (1936), Capitanes de la arena (1937) y Tierras del sin fin (1943).
Como afirma uno de sus comentaristas, “nombrar a Jorge Amado es hablar de Bahía, sus morros, su puerto, sus muelles y arenales, las anchas calles de la ciudad baja, las calles empinadas de la población negra: esa ciudad de Bahía de Todos los Santos, cargada de viejas historias y de vida palpitante, de santones negros, de pícaros moleques, lugar donde resuena el ritmo profundo del candomblé y el canto esperanzado de los pescadores que se internan mar adentro”.
Se indica en una reseña que “Capitanes de la arena es un mundo particular: el de los niños abandonados, reunidos por la miseria y empujados por la incomprensión y el egoísmo de una sociedad injusta que los empuja hacia los arenales del puerto, en cuyo ámbito buscan refugio ellos mismos y organizan una sociedad infantil. Es un relato doloroso, de seres castigados por secuelas de delincuencia pero que resulta conmovedor por sus ejemplos de solidaridad, inocencia y amor”.
Este libro, publicado inicialmente en el año 1937, padeció la censura del Estado Novo, el régimen encabezado por el general Getulio Vargas, que lo consideró insultante.
En efecto, como señala el escritor Orfeo Pecci, la obra de Jorge Amado es inicialmente un conjunto de testimonios de denuncia de las desigualdades sociales en las plantaciones de cacao, en la explotación impiadosa a los trabajadores que extraen el caucho, de los pescadores que desafían al mar y los niños que vagabundean las calles en busca de un mendrugo de pan y alguna aventura que consuele su soledad.
A partir de la publicación de la novela Gabriela, clavo y canela, en 1958, se añaden a estos tópicos cuestiones como el sincretismo religioso y los rituales de la religiosidad popular.
Catálogo
Entre las obras de Jorge Amado corresponde enumerar también San Jorge de Ilhéus (1944), Seara roja (1946), Los subterráneos de la libertad (1954) y Los viejos marineros o El capitán de ultramar (1961).
También Los pastores de la noche (1964), Doña Flor y sus dos maridos (1966, llevada al cine con singular éxito, actuada por Sonia Braga), Tienda de los milagros (1969), Teresa Batista cansada de guerra (1972) y Tieta de Agreste, pastora de cabras (1977).
Finalmente, Uniforme, frac y camisón de dormir (1979), Tocaia grande, su historia oculta (1984), La desaparición de la santa (1988) y De cómo los turcos descubrieron América (1994).
Abogado de excluidos
Amado descreía de las menciones académicas y en todo caso se consideraba como un contador de historias de seres a los que la sociedad de los poderosos margina y maltrata. Quiso –y por supuesto que lo logró– ser con creces un narrador de las desventuras de hombres y mujeres invisibilizados por la insensibilidad de la sociedad mercantil, patriarcal y racista.
Jorge Amado partió de la vida en la ciudad de Salvador de Bahía el 6 de agosto de 2001, a pocos días de cumplir 89 años.
Su legado para la humanidad son sus libros, que agitan nuestros sentimientos solidarios y avivan el pensamiento crítico.