Los olvidados de la catástrofe

Incendios en California hoy. Huracán Katrina en New Orleans en 2005. Nuevamente los desposeídos y los extranjeros indocumentados sufren las penurias de vivir en el país más rico de la tierra, expresión de la creciente desigualdad generada por un sistema capitalista desenfrenado.
Los inmigrantes sin papeles no han recibido ningún tipo de ayuda y se encuentran en medio de una nueva catástrofe.
Reproducimos la nota de Agustín Durán para el Diario La Opinión de Los Ángeles.
26 de octubre de 2007
Rodeados de casas de millones de dólares, cientos de inmigrantes que viven en las formas más inhumanas en uno de los condados más ricos de California, no pudieron recibir ningún tipo de ayuda a consecuencia de los incendios que afectan a miles de personas.
Debido a los siniestros, cientos de inmigrantes no han podido trabajar porque sus jefes salieron despavoridos en sus autos de lujo escapando del fuego, y no han regresado o apenas lo están haciendo.

La mayoría de estos trabajadores son inmigrantes sin ningún tipo de identificación ni de transporte. Los más afortunados tienen bicicleta, pero los barrancos están a millas de los refugios, por lo que les sería imposible llegar hasta ellos.

Además, desde ayer, en el estadio Qualcomm, convertido en uno de los refugios más grandes del estado con exceso de víveres y servicios de todo tipo, ya empezaron a pedir credencial de California o por lo menos la matrícula consular con foto y domicilio. Muchos, sin embargo, no cuentan con ninguno de esos documentos.

Enrique Morones, fundador de la organización Ángeles de la Frontera, dijo que en las barrancas del norte del condado de San Diego trabajan por lo menos unas 1,500 personas en tareas de agricultura, construcción y jardinería.

Según Morones, a la gran mayoría de estos trabajadores no se les avisó de las evacuaciones ni tampoco se les ayudó a escapar del peligro y mucho menos se les está ofreciendo ayuda.

“En muchos casos, las flamas se encontraban a media milla de distancia, pero nadie les ayudó. El humo cubrió por varios días los barrancos, donde viven en casitas de campaña o de madera y plástico, pero nadie les ofreció ni un tapabocas”, expresó Morones.

Marcos, de 32 años y originario de Puebla, es uno de ellos. Él es jardinero, pero ya tiene una semana que no ha conseguido trabajo. “La situación se puso dura. Los incendios espantaron a mucha gente y hasta hoy no hemos agarrado jale”, dijo el inmigrante que vive en la barranca McGonigle, unas 15 millas al norte del estadio Qualcomm.

“Yo no tengo empleo, pero tengo otros amigos que no dejaron de trabajar ni un día. Parece que a los dueños no les importó que las flamas estuvieran muy cerca y que el humo no dejara respirar bien a muchos. Mis amigos siguieron trabajando”, indicó Marcos.

Morones expresó que fueron los mayordomos los que se quedaron en las granjas, vigilando que los trabajadores no dejaran de trabajar. “Igual, las llamas eran visibles y el humo inaguantable, pero ellos se tenían que aguantar si es que querían seguir trabajando”.

No fue hasta el martes que la organización Ángeles de la Frontera le llevó a los inmigrantes un poco de alivio.

“A algunos les dimos un poco de dinero porque ya no tenían y a otros, unos doctores voluntarios los revisaron para asegurarse que no hubieran desarrollado una enfermedad”, subrayó. “Por lo menos dos, tuvieron que salir de las barrancas y del trabajo, de lo contrario sus problemas respiratorios se hubieran agravado”.

Mónica Hernández, de la Casa Familiar, cerca de la frontera, agregó que en muchas ocasiones los inmigrantes sin documentos no se acercan a los refugios por temor a que les puedan solicitar identificación y, al no proveerla, los tachen de indocumentados y hasta los deporten.

“Últimamente la información en las noticias señala situaciones donde deportan a las personas por no no tener cómo identificarse. El día de ayer sucedió en el estadio Qualcomm, y es por eso que muchas personas prefieren mantenerse alejadas de todo tipo de ayuda”, expresó Hérnández.

La activista dijo saber de la necesidad en la frontera y, a pesar de estar en un área donde sabe que hay personas afectadas que posiblemente no tengan documentos, muy pocos se le han acercado.

Por ahora la organización Ángeles de la Frontera está recibiendo donaciones en el parque Chicano en la ciudad de San Diego por si hay personas que quieren ayudar a la causa. Para más información puede hablar al 619-269-7865 o visite la página www.angelesdelafrontera.org o visite el parque hasta el sábado.

En medio de los vecindarios de clase media alta del condado de San Diego, se encuentran las barrancas de McGonigle, al norte de la autopista 56 y al oeste de la interestatal 15. Aquí, cientos de inmigrantes sobreviven, escondidos por la maleza.

Para llegar a ellos, hay que caminar hasta 50 metros hacia abajo, y empezar a mover las ramas que impiden el paso.

La presencia de personas extrañas provoca que los inmigrantes que viven escondidos se alejen de los lugares donde habitan cubiertos de pedazos de madera, cobijas y plástico.

No importa si el que viene es latino y habla español, ellos no confían en nadie y prefieren esconderse.

Al llegar al lugar donde viven, hay tres casitas de cartón juntas, colchones viejos, zapatos y cobijas en el suelo.

Una residente del lugar que paseaba a sus dos perros labradores, indicó que los inmigrantes han vivido ahí desde hace tres años.

“Nosotros los vemos caminando por las aceras, son respetuosos y tranquilos. Se ve que son buena gente, pero siempre se van para la barranca”, expresó la residente. “Incluso, en el 7-11 venden ropa de trabajo porque ahí llegan a surtirse. Creo que todos saben que viven allá abajo, pero como no los vemos, es como si no existieran. Sólo llegan en la tarde después de trabajar. Algunos pasan en bicicleta, pero no son muchos”.

Según Marcos, quien vive en el barranco, la mayoría de inmigrantes trabajan en las tomateras, donde no les pagan ni el mínimo, por lo que no tienen para pagar una renta.”Vivimos aquí y nadie nos dice nada, seguramente porque al entrar a las barrancas, es como si desapareciéramos”.

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