Por Carlos A. Solero
Uruguayo de nacimiento, alternó su lugar de residencia entre Montevideo y Buenos Aires y falleció en Madrid.
“Me gustaría escribir la historia de un alma, de ella sola, sin los sucesos en que tuvo que mezclarse, queriendo o no”
Esta frase pertenece a Juan Carlos Onetti y en buena medida sintetiza lo que trasuntan sus cuentos y novelas, lo que nos transmiten a quienes nos acercamos a la lectura de su narrativa.
En efecto, como señala la escritora uruguaya Cristina Peri Rossi: “Onetti es uno de los pocos existencialistas en lengua castellana”.
Aproximarse a las páginas de novelas como El Pozo (1939), La vida breve (1950) o Dejemos hablar al viento (1979) es ingresar a un universo de personajes angustiados, que no vislumbran el futuro. Ahora bien, aún con esta perspectiva escéptica y pesimista también aparecen atisbos de alguna mínima esperanza como estas palabras contenidas en El astillero (1961), donde alguien dice: “Creo que todas las personas tienen una zona de pureza; a veces se les murió para siempre, pero a veces renace”.
Esbozo biográfico
Juan Carlos Onetti Borges nació en Montevideo el 1º de julio de 1909 a las seis de la mañana. Su madre fue Honoria Borges y su padre Carlos Onetti. Tuvo dos hermanos: Raúl y Raquel.
En el año 1930 contrajo matrimonio con su prima María Amalia Onetti, con quien fue padre de su hijo Jorge, devenido también escritor y que murió en 1998. En 1933, separado ya de María Amalia, se casó con la melliza de ésta, María Julia Onetti. Compartió también la vida con Elizabeth Pekelharing y Dorotea Muhr.
La formación intelectual de Onetti fue la de un autodidacta reacio a concurrir a las aulas escolares pero desde la infancia un ávido lector de folletines como Fantomas. Según lo cuenta él mismo en una entrevista que le realizaron en los años ’70 en la revista Crisis, caminaba diez kilómetros para procurarse libros en casa de un pariente, ya que la modesta economía familiar no le permitía adquirirlos. Las novelas de Julio Verne potenciaron su imaginación y lo incitaron a la escritura. También Knut Hansum, con sus historias de desolados y vagabundos, fue un estímulo para su labor de cuentista y novelista.
La vida de Onetti no fue breve, pero sí tumultuosa, sobre todo en el aspecto afectivo. Esto aparece reflejado en sus relatos como su novela iniciática El pozo, escrita en la ciudad de Buenos Aires en un fin de semana sin tabaco por la absurda prohibición de la dictadura militar de Uriburu instalada en la Argentina de 1930. El despótico gobierno no permitió el expendio de esta sustancia y Juan Carlos Onetti, recluido en su lugar de residencia, buscó calmar la ansiedad en la escritura de una pieza memorable.
La vida breve (1950) es quizás su novela más elaborada, lingüísticamente hablando. Avanza en la indagatoria psicológica, construyendo inolvidables personajes, irónicos y cáusticos, que ponen al desnudo sus miserias, sueños y quimeras, evidenciando la finitud de la existencia humana y hasta el absurdo de la misma casi en los términos que Albert Camus planteaba en su ensayo El mito de Sísifo.
Desde 1939 ejerció el periodismo siendo secretario de redacción del semanario Marcha en Montevideo y en Buenos Aires dirigiendo revistas como Leoplán y Vea y Lea. Además, trabajó también para la agencia informativa Reuter.
Tenía una viva inquietud por las artes plásticas por lo que en sus años juveniles intercambió correspondencia con Julio Payró y tenía estrecha relación con Joaquín Torres García.
El universo de Santa María
Santa María es una ciudad mítica creada por Onetti en sus novelas, síntesis –o si se quiere mezcla– de Salto, Rosario, Buenos Aires y Victoria. Es el escenario por el cual desfilan, como espectros, mujeres y hombres desencantados, seres como el proxeneta Larsen (El junta cadáveres) y sus pupilas, el doctor Díaz Grey, Brausen, el comisario Medina, la joven Ángela Inés Petrus y otros.
Finalmente, en la novela Dejemos hablar al viento (1979) Medina incendia la ciudad cerrando del algún modo la saga iniciada en El astillero (1961).
Juan Carlos Onetti recibió numerosas distinciones por su obra literaria, como por ejemplo el Premio Nacional de Literatura de Uruguay en 1962, el Premio Cervantes en el año 1980, el Gran Premio Nacional de Literatura de Uruguay 1985, en 1990 el Premio de la Unión Latina de Literatura y el Gran Premio Rodó a la labor intelectual de la Intendencia Municipal de Montevideo en 1991.
El 30 mayo de 1994, en la ciudad de Madrid (España), se apagó la existencia de una de las voces más singulares de la literatura hispanoamericana, creadora de un estilo literario singular forjado desde su juventud. Autor de cuentos y novelas imperecederos como Diagonal, Avenida de Mayo, Diagonal, Bienvenido Bob, El posible Baldi y Para esta noche (1941), Tierra de nadie (1941), Los adioses (1954), Cuando entonces (1987) y Cuando ya no importe (1993).
Onetti vivió alternativamente en ciudades como Montevideo y Buenos Aires y luego, cuando se vio forzado a partir al exilio por la persecución de la dictadura cívico-militar uruguaya, en la península ibérica, donde residió en Barcelona y Madrid.
Juan Carlos Onetti ya no está entre nosotros, pero su obra continúa viva a la espera de nuevos lectores que deberían acercarse a una de las escrituras más profundas y excelsas del idioma castellano.
Muy buena evocación de un gran escritor. Espero sigan en esta temática con otros genios, como Juan José Saer o Juan L. Ortíz. Saludos cordiales
WILLIAN .
NO HERI LEIDO SUS NOVELAS, SUS NOVELAS, PERO POR SUS REFLEXIONES, FUE UN GRAN ESCRITOR, SOBRE TODO, REALISTA. EJEMPLO PARA LOS SIN MENTE. generalmente, los gobernantes