Por Carlos Solero
Evocar a Nelson Mandela significa marcar un hito de resistencia a los atropellos del colonialismo imperial que impone la dominación del capitalismo sobre los pueblos.
La lucha de Mandela contra la segregación racial en Sudáfrica, su tenaz resistencia y su persistente voluntad contra esta infamia y los escarnios, merece recordarse no sólo ahora que su vida se apagó sino que es y seguirá siendo un referente insoslayable en múltiples contiendas por la emancipación de la especie humana integral.
Nelson Mandela nació en Mvezo Unión Sudafricana el 18 de julio de 1918, ejerció como abogado defensor de derechos civiles al igual que Gandhi y padeció la cárcel durante veintisiete años por ser miembro del Congreso Nacional Africano (CNA), organización considerada ilegal por el Estado de su país. Acusado de sabotaje, en 1962 fue enviado a prisión por las autoridades del gobierno racista que aplicaba el régimen del apartheid. Gran parte de sus años transcurrieron en Robben Island.
El 11 de febrero de 1990 fue liberado, continuando su militancia social y política junto a su pueblo de pertenencia que lo designó presidente de la república, cargo que ejerció entre los años 1994 y 1999.
Hombre de firmes principios y férrea convicción estas frases son una buena síntesis de su talante ético y de su lucha en defensa de los derechos humanos:
– “Si yo tuviera el tiempo en mis manos haría lo mismo otra vez. Lo mismo que haría cualquier hombre que se atreva a llamarse a sí mismo un hombre”.
– “La muerte es algo inevitable. Cuando un hombre ha hecho lo que él considera como su deber para con su pueblo y su país, puede descansar en paz. Creo que he hecho ese esfuerzo y que, por lo tanto, dormiré por toda la eternidad”.
Mandela cerró sus ojos para siempre en la ciudad de Johannesburgo el 5 de diciembre de 2013, pero su ejemplo debe ser un acicate que orienta las luchas que desnuden la mala conciencia del colonialismo imperial y todas las formas de explotación y dominación de las personas.