Por Pablo Cerrato
El 20 de noviembre de 1845, en la batalla de la Vuelta de Obligado, algo más de un millar de argentinos enfrentó a la armada anglo francesa en una gesta histórica donde pese a la amplia desventaja bélica, se marcó un hito de soberanía.
Y “soberanía” es la palabra clave acá, contrario a lo que muchos piensan, que es, tal vez, “victoria”.
¿Por qué un feriado nacional recordando una batalla perdida? Para una pregunta de interpretación simplista vale una respuesta de lineamiento simple: porque no se recuerda la batalla perdida sino lo que representó el hecho de pelearla.
Contexto y hechos primero.
La armada anglo francesa era la mayor potencia del mundo y venían a abrir el Río Paraná como una vía comercial libre e internacional. La idea no era mala en absoluto ya que un río interior del continente americano que permitiera ingresar sus productos sin control de gobierno local alguno es un negocio harto eficaz. Y la situación interna era no sólo propicia sino que maquiavélicamente determinante.
La Banda Oriental (hoy Uruguay) bloqueada navalmente y presa da la misma guerra civil que se repartía cambiando nombres en uno y otro lado del Río de la Plata. Las Provincias del Litoral en profunda disputa con el gobierno central que se ejercía (o eso pretendía) desde Buenos Aires en la figura del Gobernador Juan Manuel de Rosas hacia todo ese territorio que aún buscaba su forma desde 1810. Y en este panorama de criollos contra criollos, entre intereses económicos y políticos, ingleses y franceses (y portugueses por su parte) hacían su intervención modificando la balanza y aun cambiando el sistema de medición según sus propios objetivos.
En este panorama tenemos a los barcos de guerra de Inglaterra y Francia abriéndole paso… a casi una centena de buques mercantes, todos rumbo a Corrientes sin pedir permiso ni declarar equipaje. Y de este lado, apenas unas pobres baterías criollas con cañones viejos y en desuso, pocas municiones; un par de barcos que escaso despliegue bélico podían ya ofrecer… y las famosas tres cadenas cruzadas de orilla a orilla del Río Paraná.
Ni siquiera la figura de Juan Manuel de Rosas es el tema de debate para este feriado nacional. Controvertidísimo personaje de nuestra historia, el caudillo y gobernador al decidir la acciones de la Vuelta de Obligado define también una idea sobre qué es negociable y qué no en nuestra tierra. Y cada uno de los hombres que se pusieron tras un cañón o tomaron un fúsil en esa batalla marcan a fuego esa misma idea.
El Día de la Soberanía Nacional toma como referencia la Batalla de la Vuelta de Obligado, no porque sea una victoria ya que finalmente los barcos invasores lograron cruzar igual, y tampoco porque sean más patriotas quienes allí lucharon que los hombres del Combate de San Lorenzo, o los de la Revolución de Mayo, o los mismos chicos de Malvinas. La Referencia de la Batalla de la Vuelta de Obligado radica en una definición clara de soberanía: quién tiene el derecho de ejercer el poder sobre un territorio. La soberanía entonces no radica en la superioridad de fuerzas. Los criollos vencidos en el Río Paraná son los representantes de la soberanía de nuestra Patria para siempre tanto como nunca podrán conocer esa legítima cualidad (una vez más) los ingleses que ocuparon las Malvinas así lleven 30 años enarbolando su bandera en las Islas. Y el paralelismo si bien debe, cuidadosamente, acotarse al eje aquí expresado; permite acortar distancias de interpretación. No se trata de ganar o perder la soberanía. Se trata del legítimo derecho. Un derecho por el que se lucha y reclama mientras exista. Y existe hasta que se extingue en el ideal mismo y el ejercicio de un pueblo. Por eso hoy es RECLAMO (un pedido hecho según derecho) el que hacemos por Malvinas. Por eso es soberanía la defensa del Río Paraná realizada en 1845 más allá de los resultados.
Ya que estamos en interpretaciones, hay un par de razones más que validan el 20 de Noviembre como un día de referencia SIMBÓLICA. ¿Acaso no es un símbolo la defensa desventajosa y hasta rudimentaria frente al gigante invasor? ¿Acaso no es de ese material que se hacen también los héroes?
Y, claro, las cadenas… disculpen el romanticismo pero si alguien cree que esas tres pesadas cadenas cruzadas como un abrazo al río no son un símbolo tiene algo más que una cuestión de fe en su revisión. Nosotros, los de “rotas cadenas”; los mismo que hemos mezclado en nuestras epopeyas libertadoras a milicias de gauchos y esclavos con estrategas con la capacidad y habilidad (y entrega y nobleza) de la talla de Don José de San Martín; los mismos que en la conformación cotidiana de nuestra identidad nos vemos forjando día a día la construcción de una Patria que no esté presa de dictados nefastos del pasado ni libre de la memoria de lo que fue sangre y camino de lo que somos. Me imagino el recuerdo que no tengo de esa jornada de fuego sobre el Paraná, esas pesadas cadenas crujiendo en el embate de los navíos que buscaban forzarlas. Me imagino que recuerdo que la soberanía no es ganar o perder sino hacer todos los días con total entrega por esa palabra que refiere al padre pero es bien madre de todos.