Por Carlos A. Solero
El 4 de enero de 1960, en un absurdo accidente automovilístico, moría Albert Camus. Novelista, filósofo, ensayista social, periodista de combate político y dramaturgo.
Lúcido pensador contemporáneo, novelas como El extranjero o La peste son claras muestras de su humanismo activo y sin dobleces en la búsqueda de romper con la hipocresía de los dogmas que anestesian la sensibilidad de las sociedades. Y alertan contra los totalitarismos de cualquier especie.
Nacido en Argelia, cerca de Constantina, el 7 de noviembre de 1913, su madre, Catalina Elena Sintes, nació en Birkadem (Argelia), de la familia originaria de Menorca (España), era analfabeta y además padecía una aguda sordera. Fue esta mujer quien enseñó a Albert Camus tanto los idiomas español y catalán, que en ambos casos dominaba a la perfección.
Su padre, Lucien Camus, según los biógrafos, trabajaba en una finca vitivinícola cerca de Mondovi, para un comerciante de vinos de Argel. Era alsaciano de origen, como muchos otros llamados por los racistas y xenófobos de la metrópoli francesa pieds-noirs (pie negro) que habían huido tras la anexión de Alsacia por Alemania tras la Guerra Franco-Prusiana de 1871. El padre de Camus fue movilizado durante la Primera Guerra Mundial(1914-1918), fue herido en combate durante la Batalla del Marne y falleció en el hospital de Saint-Brieuc el 17 de octubre de 1914. Este luctuoso acontecimiento motivó el traslado de la familia a Argel, a la casa de su abuela materna. De su padre, Albert sólo conservaba una fotografía y una significativa anécdota: su señalada repugnancia ante el espectáculo de una ejecución capital. Este tema reaparece con una profunda reflexión sobre el tema sobre el final de la novela El extranjero.
En su difícil infancia Camus frecuentaba los muelles y suburbios populosos, donde interaccionó con los segregados por el colonialismo imperial francés. Esto le permitió comprender las injusticias y la necesaria tenacidad para enfrentar la dura vida de los más desfavorecidos. Afirmaba con férrea convicción que había aprendido mucho más sobre la ética y la justicia jugando al fútbol en los andurriales que en las aulas universitarias donde estudió filosofía.
Las influencias sobre Camus las ejercieron sus vivencias en los sectores populares sometidos al coloniaje francés, y las lecturas que le proveyó su tío, un carnicero simpatizante del filósofo Voltaire y las ideas anarquistas. Este contacto familiar y el abordaje de los libros de Proudhon, Bakunin, Kropotkin y Malatesta forjaron en él una personalidad singular de un fuerte talante y singular carácter socialista libertario.
Comenzó a escribir a muy temprana edad: sus primeros textos fueron publicados en la revista Sur, fundada y dirigida por Victoria Ocampo en la Buenos Aires de 1932. Tras la obtención del bachillerato, obtiene un diploma de estudios superiores en letras en la rama de filosofía. La tuberculosis le impide participar en el examen de licenciatura.
Limitado en sus recursos materiales, sus contemporáneos de entonces recuerdan al joven Camus como redactor de publicaciones estudiantiles y ávido lector de literatura clásica y la filosofía.
En 1935 Albert Camus comenzó a escribir El revés y el derecho, que publicaría en 1937. Ese año funda en Argel El Teatro del equipo que reemplaza al Teatro del Trabajo. En esa época rompe con el Partido Comunista por serias disidencias que lo indignan, como la firma por parte de Stalin del pacto con Hitler y su apoyo a la autonomía del PC de Argelia respecto del Partido Comunista Francés. Trabaja en el Diario del Frente Popular, creado por Pascal Pia: su investigación “La miseria de la Kabylia” tiene un resonante impacto, según reseñan sus biógrafos y contemporáneos.
En 1940, el gobierno general de Argelia prohíbe la publicación del diario e intriga para que Camus no pueda hallar trabajo: lo ponen en una “lista negra”. Camus deberá emigrar a París y allí trabaja como secretario de redacción en el diario Paris-Soir. A partir de1943 será lector de textos para la editorial Gallimard, importante sello parisino, y toma a su cargo la responsabilidad de dirigir el periódico Combat cuando Pascal Pia es llamado a ocupar otras funciones en la Resistencia antifascista contra los alemanes, en la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).
En 1948, el anarquista Andre Prudhommeaux lo presentó, por primera vez, en el movimiento anarquista en una reunión del Círculo de Estudiantes Anarquistas. Como simpatizante que ya estaba familiarizado con el pensamiento ácrata, Camus escribió a partir de entonces para publicaciones de esta tendencia ideológica, apareciendo sus notas en Le Libertaire (precursor inmediato de Le Monde Libertaire), Le Révolution Proletarienne y Solidaridad Obrera (de la CNT). Camus, junto a los anarquistas, expresó su apoyo a la revuelta de 1953 en Alemania Oriental (satélite de la URSS). Apoyó con firmeza a los anarquistas en 1956, en principio a favor del levantamiento de los trabajadores en Poznan (Polonia) y, luego, en la revolución húngara.
Era un miembro de la Fédération Anarchiste. Poco antes de su repentina muerte, Camus envío a Reconstruir –la revista de la Federación Libertaria Argentina– un ensayo que se publicaría en la Región Argentina de modo póstumo acompañado de una carta dirigida a los compañeros y compañeras de este lugar del mundo.
Hay en Albert Camus una clara vocación por comprender la sociedad de su tiempo y el absurdo de la existencia humana. Ensayos como El mito de Sísifo y El hombre rebelde son trabajos insoslayables para una reflexión en profundidad sobre las contradicciones del mundo en que vivimos, no han perdido vigencia y por el contrario muchas de las reflexiones allí contenidas mantienen su vigor.
Afirma el escritor y ensayista argentino Carlos Penelas: “En el momento de su muerte se encontró en su portadocumentos el manuscrito inconcluso de la novela que estaba escribiendo El primer hombre, una verdadera joya por cierto”.
Obras de teatro como Estado de sitio y Calígula son lúcidos alegatos contra el despotismo, también los cuentos de volúmenes como El exilio y el reino.
Los artículos publicados por Camus en el periódico Combat durante la Segunda Guerra Mundial y la posguerra, dan cuenta de la complejidad de las tramas de poder y la imprescindible necesidad de nuestra especie de asumir una rebeldía esperanzada, una resistencia solidaria, con los oprimidos y explotados de toda latitud. Sus escritos son un lúcido llamamiento a que, según sus propias palabras, no permitamos ser convertidos en víctimas pero tampoco nos transformemos en verdugos.
La tumba de Albert Camus está en Lourmarin.