Editorial Revista Margen N° 70, por José Luis Parra
No es novedoso plantear que la creciente desigualdad social y económica (aumento de la pobreza en todo el mundo) y la destrucción de espacios naturales (tala indiscriminada de bosques, erosión del suelo, calentamiento global) son parte de una misma ecuación. Y que es reconocida por Estados, Organismos internacionales y Organizaciones políticas y sociales.
El 16 de octubre se recordó en todo el mundo el Día Mundial de la Alimentación, proclamado en el año 1979 por la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura). Cada año -y para esta fecha- se afirma la necesidad de concientizar a la humanidad acerca del problema alimentario y promover la solidaridad en el plano de la lucha contra el hambre, la desnutrición y la pobreza.
La pobreza se expresa en desnutrición. De allí que los organismos internacionales como la FAO se pronuncien a favor de la concientización y la promoción de actividades productivas y desarrollos científicos que posibiliten el acceso a la alimentación a un mayor número de personas, especialmente los niños.
En ese orden, no sorprendió que 2008 fuera declarado por el Organismo de las Naciones Unidas como el “Año Internacional de la Papa”. Este tubérculo de origen andino ya salvó a una Europa hambreada a partir del siglo XVI luego de la Conquista de nuestro continente.
Entonces, la ONU señalaba que “el Año Internacional de la Papa’ ha creado conciencia de la importancia fundamental de la papa como alimento básico para las personas. Pero también tuvo otro objetivo muy práctico: promover la creación de sistemas sostenibles basados en la producción de papa, que aumenten el bienestar de los productores y los consumidores y contribuyan a realizar el pleno potencial de la papa como ‘alimento del futuro’.
En los próximos 20 años se prevé que la población mundial aumente en promedio 100 millones de personas al año. Más del 95% de este aumento se dará en los países en desarrollo, donde ya se ejerce una intensa presión sobre la tierra y el agua. Por lo tanto, el mundo afronta un desafío decisivo: garantizar la seguridad alimentaria a las generaciones de hoy y de mañana, a la vez que se protegen los recursos naturales básicos de los que todos dependemos.
El cometido del ‘Año Internacional de la Papa’ es crear conciencia de la importancia de la papa como alimento en los países en desarrollo, y promover la investigación y desarrollo de los sistemas de producción de la papa, a fin de contribuir al cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, de las Naciones Unidas.”
Por fin, pareciera que tantos esfuerzos o metas -como las planteadas en los Objetivos de Desarrollo del Milenio- no resultan satisfactorios. Así, este año 2013 fue declarado como “Año Internacional de la Quinua”. En las consideraciones, se planteó que “ante el desafío de elevar la producción de alimentos de calidad para alimentar a la población del planeta en un contexto de cambio climático, la quinua aparece como una alternativa para aquellos países que sufren inseguridad alimentaria.
Por ello, la Asamblea General de las Naciones Unidas ha declarado al año 2013 como el Año Internacional de la Quinua, en reconocimiento a las prácticas ancestrales de los pueblos andinos, quienes han sabido preservar a la quinua en su estado natural como alimento para las generaciones presentes y futuras, a través de prácticas ancestrales de vida en armonía con la naturaleza.”
Mientras se postulan las ventajas del desarrollo productivo natural y cooperativo, las legislaciones internacionales y las de cada país autorizan las prácticas de patentamiento de diversas especies vegetales a las que se les ha realizado una operación de modificación genética. Empresas como Monsanto ocupan un lugar de privilegio en todo el mundo. Como para sostener este estatus de poder, utilizan diversos medios, con otros tipos de manipulación.
Un Premio contradictorio
En octubre y para hacerlo coincidir con el Día Mundial de la Alimentación, se entrega en Estados Unidos de Norteamérica un premio considerado como el Premio Nobel alternativo. Tal como lo afirma la propia organización concedente, “el Premio Mundial de la Alimentación es el premio internacional más prestigioso que reconoce los exitosos logros individuales que han causado el avance del desarrollo humano a través del mejoramiento en la calidad, cantidad y disponibilidad mundial de los alimentos. Varios jefes de Estado lo han llamado ‘el Premio Nobel de la Alimentación y la Agricultura’.
Anualmente en Des Moines, Iowa, en cada mes de octubre, con la entrega de U$S 250.000 para el Premio Mundial de la Alimentación, se reconocen las contribuciones en cualquier campo que tome parte en la obtención adecuada de alimentos y de nutrición en todo el mundo, incluyendo campos tales como: ciencia y tecnología alimentaria y agrícola, nutrición, fabricación y comercialización, economía, mitigación de la pobreza, y liderazgo político.
El Premio Mundial de la Alimentación fue creado en 1986 por el ganador del Premio Nobel de la Paz, Dr. Norman E. Borlaug, cuyo trabajo inició la Revolución Verde que le ganó el reconocimiento como el hombre que ‘ha salvado más vidas que cualquier otra persona que haya existido’. La Fundación del Premio Mundial de la Alimentación fue constituida en 1990 por el empresario y filántropo de Iowa, John Ruan”.
Para confirmar el avance y poder en aumento de las grandes corporaciones multinacionales, el Premio Mundial de la Alimentación de este año fue otorgado a tres miembros de empresas que utilizan tecnología transgénica (como Monsanto y Sygenta). Los premiados son:
Dr. Marc Van Montagu: investigador belga creador de las plantas modificadas genéticamente (fundador de Plant Genetic Systems, especializada en cultivos resistentes a los insectos y los cultivos tolerantes a los herbicidas y Crop Design, compañía desarrolladora de ingeniería genética).
Dra. Mary-Dell Chilton: fundadora y miembro de honor de Syngenta Biotechnolgoy, Inc.
Dr. Robert T. Fraley: Vicepresidente Ejecutivo y Director de Tecnología de Monsanto.
Al respecto de este premio, el portal Ecoticias publicó la crítica de Carlos Vicente, miembro de de la organización internacional Grain (http://www.grain.org/es), quien afirmó que: “en el Cono Sur vivimos cotidianamente la catástrofe socioambiental que significan el avance de los transgénicos desplazando comunidades, destruyendo nuestros últimos bosques y matando y contaminando con las fumigaciones masivas, a los que están indisolublemente ligados. El premio otorgado es una provocación a nuestros pueblos. De cualquier manera no es sorprendente que este premio creado por el padre de la Revolución Verde, Norman Bourlag sea otorgado a los continuadores de este modelo. Los depredadores se premian a si mismos”.
Sobre la empresa Monsanto hice referencia en un artículo publicado en 2005. Allí señalé que:
“La Empresa Monsanto cumple un rol destacado en el nuevo sistema de producción capitalista y su relación con los países del subdesarrollo.
Posee plantas y oficinas en más de 150 países. Nació hace décadas a partir de la fabricación de venenos, especialmente desfoliantes. Creció notablemente por sus ventas al gobierno de EUA que utilizó sus productos para exterminar la selva y todos los seres vivos que se encontraban en ella durante la guerra de Vietnam.
Su producto estrella es el Glifosato. Es un herbicida (veneno) que es utilizado por toneladas en todo el mundo. Su función es la de matar vegetales.
¿Cómo es entonces que se ha difundido su uso en la producción de vegetales, especialmente en la soja? El avance de la ingeniería genética ha permitido agregar a las semillas un gen resistente al glifosato.No hay hierba, pastito, vegetal que pueda competir con la semilla genéticamente manipulada.
Entonces, Monsanto vende un kit (Roundup Ready). Semillas y glifosato permiten multiplicar la producción.
Las consecuencias:
– Envenenamiento del agua y de la tierra.
– Desertificación del suelo.
– Control del sistema productivo de los países subdesarrollados.
– Aumento de la desocupación.
– Inclusión de los países subdesarrollados al sistema mundial como monoproductores, con la consiguiente destrucción de los aparatos productivos e inclusión en el círculo vicioso de la pobreza.
En realidad, Monsanto cumple dos funciones: imponer el sistema de monoproducción y extender el uso de sus semillas transgénicas para atar a los países subdesarrollados al control de sus patentes”.
Como afirmé también en un artículo publicado en Margen en 2011, “muchos científicos han sido comprados por las empresas que desarrollan OMG (organismos modificados genéticamente). A pesar de que la mayoría de estos científicos estudió y se capacitó en instituciones públicas sostenidas por el Estado con el aporte del pueblo, utilizan ahora sus conocimientos para beneficio exclusivo de las empresas privadas, a cambio de un dinero que parece más un soborno que un salario.
…las multinacionales de los medicamentos, los herbicidas y otros venenos, junto con las corporaciones que comercializan OMG, se posicionan en silencio para constituirse en los nuevos imperios con poder absoluto sobre el alimento de la humanidad.
Ante todo se trata de entender que no estamos frente a hechos aislados.
Existe una relación directa entre la muerte de personas y la contaminación ambiental así como entre la muerte de personas -especialmente niños- por causa del subdesarrollo; relaciones que sólo pueden ser explicadas por el avance y poder alcanzado por las actividades extractivas y productivas que generan millonarias ganancias a minorías inescrupulosas, amparadas por gobiernos títeres que ejercen su poder de policía imponiendo leyes contrarias a los intereses populares y reprimiendo las manifestaciones de los pueblos”.
En ese mismo artículo finalicé con una idea que debo -lamentablemente- reiterar: “Entender y luego actuar: la vida y el futuro de nuestros jóvenes así lo demanda”.