Por Carlos Solero
Las recientes declaraciones de un candidato a legislador nacional no hacen sino confirmar lo que ya sabemos: la fobia contra las banderas que no sean las del estado vencedor que aniquiló a las etnias nativas, tiene brotes y rebrotes cuando arrecian las crisis. Crisis que el propio sistema crea y que como explicaba un teórico social del siglo XIX son cíclicas en el capitalismo.
Es preciso recordar que las oleadas masivas de migrantes internos comenzaron con las reiteradas inundaciones que desde comienzos de los años ochenta en el pasado siglo XX, expulsaron de sus tierras a pobladores de provincias vecinas hacia el norte de Santa Fe. Era sobre el ocaso de la dictadura cívico militar.
La instauración del modelo sojero-extractivista potenció este éxodo hacia el sur desde aquellas latitudes. El engrosamiento de los bolsones de miserias y pobreza se consolidó con las políticas neoliberales de destrucción de las economías regionales.
Por los demás aun el escudo de esta provincia luce de modo vergonzante la lanza de los “bárbaros civilizadores”, enhiesta, y las flechas de los nativos derrotados hacia abajo, para recordarnos la derrota y el proceso de acumulación originaria de capital amasado en sangre y lodo.
La xenofobia y el racismo exhibido por los poderosos a aspirantes a serlo es su verdadero rostro, saben mostrar sus sonrisas si se trata de banqueros o ejecutivos, de empresarios o tecno-burócratas, con quienes harán pingues negocios.
De lo que se trata no es de hablar sólo de los efectos de este sistema que genera desigualdad, para que haya ricos debe haber pobres, y los primeros son quienes generan a quienes ellos mismos explotan y expolian.
En las raíces del sistema del capital-mercancía esta la génesis de las desigualdades, la xenofobia y el racismo son sus cortadas ideológicas.