Por Silvana Rodríguez (especial para Bitácora Margen)
“Graciela tiene 24 años. Su niñez fue muy dura. Cuando tenía 16, su hermano mayor que entonces tenía 19 años abusó de ella. Quedó embarazada y tuvo una nena que hoy tiene 8 años. En ese momento, convivía con sus padres y cinco hermanos. La situación en la casa por aquel entonces era muy difícil. Su padre, alcohólico, nunca estaba. Luego del primer abuso, su hermano volvió a someterla. De los tres hijos que tiene actualmente al cuidado de la justicia en un Hogar de Niños, dos resultaron de aquellas violaciones. Su niñez la llevó a hacerse adicta a la drogas y al alcohol. Lo que siguió: robos con arma blanca y una condena a dos años de prisión. Ahora ella tiene voluntad de rehabilitarse”
La presente cita, es extraida de una nota del Diario Clarín del día 30/09, la cual refiere al “drama de las drogas” en adolescentes y jóvenes de la Ciudad de Bariloche. Para ello, toman tres historias, siendo la de Graciela una de ellas.
A partir de ello, nos proponemos reflexionar sobre cuál es el problema, si el drama son las drogas, o si ellas con las formas de esfumarse, de abstraerse, al menos por un momento de los dramas de su realidad.
Partiremos entonces, por retomar el titulo de la nota, “el drama de las drogas, en la mirada de alumnos secundarios”. Primer interrogante: ¿las drogas tienen vida propia? Porque es necesario vivir, pertenecer a la especie humana para padecer un drama, si entendemos por drama un suceso de la vida real, capaz de interesar y conmover vivamente, ¿no estaremos entonces cayendo en un fetichismo, al pretender asignarle responsabilidad a una sustancia?
Segundo planteo, al explicitar “alumnos secundarios” ¿cuál podría ser el presupuesto subyacente? ¿Podría existir algún tipo de prejuicio y/o mito que vincule el consumo de drogas únicamente a las personas pobres, sin escolarización?
Cabe destacar que las adicciones no discriminan por clases ni nivel de escolaridad, en todo caso habría que plantearse, indagar sobre cuáles son las situaciones que los llevan, tanto a jóvenes como adolescentes, a consumir drogas, cuál es la relación que establecen con las sustancias y en qué momentos particulares.
Pues bien, a partir de estos primeros planteos y desde esta perspectiva, nos propondremos ahora ahondar en la historia descripta anteriormente. De más está decir que, según lo referido, es clara la vulneración de derechos. Y por la reiteración de los sucesos, podemos aseverar la falta de atención y asistencia de los mismos.
En este sentido, debemos preguntarnos cuál fue el papel del Estado como garante de derechos, entendiendo que es un aspecto más que interesante y necesario indagar, más cuando de exigibilidad se trata, pero su profundización la dejaremos para otra oportunidad.
No obstante, nos parece imprescindible explicitarlo como parte inherente a un proceso de problematización cuando “la cuestión a tratar” se vincula con la violación de los derechos de las personas.
De este modo, a partir de la síntesis expuesta y de los planteos preliminares, expresaremos algunos de los interrogantes que esta nota ha propiciado:
Por ejemplo, ¿alguien denunció la violación?, ¿Graciela pudo hablar y trabajar con algún profesional sobre esta situación?, ¿qué edades tenían los hermanos?, ¿alguien indagó si hubo entre el resto de los hermanos alguna otra situación de violencia?, ¿alguien evaluó el riesgo social en el que estaba esta familia?, ¿alguien actuó en consecuencia?, ¿qué papel jugó el padre en estas situaciones?, ¿había tratado el problema de sus adicciones?, ¿cuáles eran los roles y funciones de cada uno en esa familia? ¿y la madre de Graciela?, ¿cuál fue el vínculo que Graciela pudo establecer con sus hijos -y en particular- con los dos que fueron fruto de violaciones de su hermano?, ¿por qué sus hijos están en un hogar?, ¿ella recibió algún tipo de acompañamiento para elaborar estas situaciones?, ¿cuáles fueron los criterios, el diagnóstico para que se le dé intervención a la justicia en relación con sus hijos y no como victima de violaciones, siendo ella, según la Declaración de los Derechos del Niño -en ese momento- una niña?, ¿no se culpabilizó a una víctima?
Entonces, teniendo en cuenta la situación particular de Graciela, ¿podemos decir que fue “su niñez” la que la llevó a hacerse adicta a las drogas y alcohol? o las situaciones de padecimiento que vivió en su niñez y adolescencia, y la falta de acompañamiento en la elaboración de las mismas, además de la ausencia de contención tanto familiar como institucional y la inexistencia de espacios que le permitan construir nuevas estrategias que potencien su resiliencia y poder así, avanzar en la construcción de un proyecto de vida, no fueron algunas de las razones que condujeron a Graciela a abstraerse por un momento de esta realidad, a través de las drogas, el alcohol.
Por ende, frente a esta situación, ¿podemos decir que las drogas son el drama? Podemos decir Ahora ella tiene voluntad de rehabilitarse, ¿no corremos así el riesgo de caer en individualizar y responsabilizar a una persona por la respuesta y resolución de un problemática social como lo es las adicciones, que nos implica a cada uno de nosotros desde los diferentes ámbitos y roles que nos toque jugar?, ¿de qué tiene que rehabilitarse?; ¿alguien sabe como está Graciela? ¿La respuesta a las adicciones depende de la voluntad de una persona? ¿A alguien le preocupa y se ocupa de estas situaciones? Esta situación ya es pública, pues bien esperamos las respuestas y consecuentes acciones
En este sentido, empecemos a pensar en una política humana de las drogas, que tome a la persona como tal y no como depositario de lo que como sociedad no nos atrevemos a ver y mucho menos comprometer, es hora de hacernos cargo y empezar a proyectar conjuntamente nuevas estrategias que tiendan a la integración y a la construcción conjunta de una sociedad más humana permitámonos indagar sobre quienes tenemos el drama
No olvidemos que, “Para que pueda ser he ser otro, salir de mí, buscarme entre los otros, los otros que no son si yo no existo, los otros que me dan plena existencia” ( Octavio Paz.)
Por lo tanto, desde este intento de reflexión, nos preguntamos ¿Qué estamos haciendo u omitiendo a favor de esa plena existencia y qué podemos y debemos hacer para alcanzarla? Y creemos que la visibilzación de las situaciones y la identificación de los problemas es el inicio de un proceso que nos requiere y nos implica he aquí, a nuestro criterio, el desafío individual y colectivo, preocuparnos, ocuparnos, hacer, exigir
En fin, basta ya de “Testigos silenciosos de la pobreza, que viven la exclusión atravesados por la desocupación, la delincuencia, la droga… (que) Mastican sus miserias y en sus gargantas tragan desgracias propias y ajenas.”
Silvana Rodríguez
Fuente: http://www.clarin.com/diario/2007/09/30/sociedad/s-04601.htm