Por Carlos A. Solero
El escritor italiano Césare Pavese escribió un magnífico libro titulado El oficio de vivir.
Indudablemente el vivir es un arduo oficio que implica múltiples aprendizajes, cuyos saberes por lo general no se adquieren en la educación formal, sino en la cotidiana interacción en la convivencia, el intercambio y el diálogo con personas a las que por lo general esta sociedad coloca en un lugar subalterno.
En efecto, las sociedades en que nos toca vivir son jerárquicas, tecno-burocráticas y autoritarias y desdeñan los saberes de la cultura popular, entronizando los dictámenes de los séquitos de mandarines funcionales a los macropoderes establecidos.
Ya Platón, el filósofo griego consejero de mandones, realizaba la tajante separación entre los “hombres con almas de hierro” destinados a las tareas manuales y vulgares y la elite de los portadores de “almas de oro”, predestinados a ejercer la especulación, la reflexión y el ejercicio del saber-poder.
Los aprendizajes más importantes de la vida, los esenciales, nos llegan más bien “desde el abajo”. Sus transmisores son personas templadas por los rigores de la existencia. Recordamos por ejemplo a un pintor de brocha gorda que nos incitó a la lectura de libros como El miedo a la Libertad de Erich Fromm, Dios y el Estado de Bakunin, El hombre unidimensional de Herbert Marcuse. Afirmaba con firmeza que las personas de formación autodidacta no estaban condicionadas por los corsets del cientificismo y sí estimuladas por la búsqueda constante de puntos de vista diversos.
En Rosario, el viernes 19 de octubre contamos con la visita del filósofo Jacques Ranciere, quien en su conferencia sobre “El tiempo de la política” deslizó pensamientos agudos y sugerencias para la acción que son perentorias: resistir al modelo impuesto a nivel global del “individualismo de masas” y procurar romper con la “organización del consenso como policía del tiempo”. Ambos mecanismos al servicio de la explotación capitalista y la dominación establecida.
Las palabras de Ranciere, autor entre otros de libros como El maestro ignorante y El espectador emancipado, son un acicate para pensar y actuar la resistencia orientada a la transformación social.