Por José Luis Parra
Luxemburgo se convertirá este fin de semana en el escenario del matrimonio de Guillermo, el último príncipe heredero europeo soltero y primogénito del Gran Duque, con la condesa belga Stéphanie de Lannoy. La ceremonia costará 350.000 euros. (Fuente: Agencia de noticias EFE, octubre 2012)
A sus 16 años, el príncipe Felipe (futuro Felipe II) ya ejercía como regente de España en ausencia de su padre el Emperador Carlos V, empeñado en mantener y expandir sus territorios europeos.
La extensión del imperio de la familia Habsburgo era tan notable que se decía que en sus posesiones nunca se ocultaba el sol. En el siglo XVI, España era considerada la primera potencia mundial.
La conquista de los imperios azteca (1521) e inca (1533) generó una transferencia extraordinaria de oro y plata hacia Europa.
Para la explotación de las minas americanas se utilizó a los pueblos originarios como mano de obra esclava. Sólo en Potosí se calcula que murieron 8 millones e indígenas. Además de este régimen inhumano, se destruyó el sistema productivo y la economía tradicional de los pueblos conquistados.
Como señaló Eduardo Galeano, ”las minas exigían grandes desplazamientos de población y desarticulaban las unidades agrícolas comunitarias; no sólo extinguían vidas innumerables a través del trabajo forzado, sino que además, indirectamente, abatían el sistema colectivo de cultivos. Los indios eran conducidos a los socavones, sometidos a la servidumbre de los encomenderos y obligados a entregar por nada las tierras que obligatoriamente dejaban o descuidaban”.
La ilusión que producía esta explosión de riqueza fue abonada con el gasto fastuoso que exhibieron las clases más acomodadas. En 1544 se pactó la boda de Felipe con la princesa portuguesa María Manuela.
Como señalan Grimberg y Svanström, “las bodas fueron de las más notables que se celebraron en España, a juzgar por los cronistas de la época y por su lujo, ostentación y espectacularidad”. Desde la frontera hasta Salamanca, la comitiva lusitana fue agasajada diariamente por el Obispo de Cartagena y el Duque de Medinasidonia. Este último, por ejemplo, gastaba 600 ducados por día sólo en la comida de los banquetes (unos 20.000 euros actuales).
Sin embargo, la ostentación no alcanzó para tapar la profunda crisis económica que afectaba a la poderosa España imperial.
El aluvión de riquezas no fue aprovechado para lograr el desarrollo de las industrias y el agro. España postuló la teoría económica conocida como “Mercantilismo”, que afirmaba que un país era tanto más rico cuanto mayor cantidad de metálico (oro y plata) poseyera.
Según los historiadores citados, “esta afluencia de riquezas no estimuló demasiado el espíritu emprendedor y la imaginación de los españoles. … se abandonaba al dulce sueño de que sus minas de oro eran inagotables, y su prosperidad, eterna. Pero en realidad, la expansión económica fue de corta duración y cesó de tal modo que podría decirse que el mercader español se despertó un día y descubrió que su fortuna se había desvanecido”.
La gran cantidad de oro y plata llegada de América provocó en toda Europa un aumento de precios inusitado. En un siglo los precios se cuatriplicaron. Este alza de precios paralizó la producción española y frenó las exportaciones. La deuda del Estado no se pudo frenar y durante el gobierno de Felipe II la Hacienda se declaró dos veces en quiebra. Oro y plata americanos se escurrían como agua a otros rincones de Europa más idustrializados, especialmente Inglaterra. El conocido dicho clarifica esta situación: “España tenía la vaca y Europa se tomaba la leche”. Los ingleses pudieron así desarrollar su capitalismo en base a la producción de manufacturas que explotó años más tarde con la Revolución Industrial.
Este escenario demuestra que los reyes no afrontaron con su dinero la obra de conquista que se inició un siglo antes antes del desembarco en América con el desarrollo de la investigación científica y el arte de la navegación oceánica. La empresa fue financiada por capitalistas, principalmente comerciantes italianos desplazados de su actividad lucrativa por el avance turco en el Mediterráneo oriental.
En el siglo XIV, los turcos otomanos ya habían conquistado algunos enclaves europeos en los Balcanes, como Adrianópolis en 1361. El dominio de los bosques de los Balcanes propició el desarrollo de la industria náutica turca, constituyéndose en una amenaza para el comercio occidental.
De este modo se explica el éxodo de capitales hacia los países del occidente europeo (España y Portugal), la necesidad de afianzar las monarquías, desarrollar la náutica y lanzarse tras nuevas rutas comerciales, sobre todo después de la Caída de Constantinopla en 1453 y el consiguiente cierre de las rutas comerciales mediterráneas al Oriente.
Fueron estos comerciantes y banqueros quienes se constituyeron en los prestamistas de los monarcas.
España aún mantenía parte de su territorio en poder de los árabes. El resto se repartía en varios reinos, entre los que sobresalía el de Aragón. En torno a este reino se realizará la unificación española, tanto en lo político como en lo religioso.
Alfonso V de Aragón avanzó notablemente en ambos frentes. Firmó un tratado de paz con Castilla, base para la futura unificación e intervino en la política religiosa apoyando la elección de su vicecanciller y consejero real, el valenciano Alonso de Borja y Cavanilles, como papa (Calixto III) en 1455. Este Papa ofreció importantes cargos a sus sobrinos. Uno de ellos, Rodrigo de Borja, llegaría al Papado con el nombre de Alejandro VI en 1492.
Ese año fue determinante para la consolidación de la corona española como regente de una nueva potencia económica y militar.
El 2 de enero los Reyes Católicos Fernando e Isabel, culminaron la reconquista de España con la toma de Granada, último bastión en poder de los árabes musulmanes.
El 31 de marzo los reyes firmaron el Edicto de Granada, que obligaba a todos los judíos de la península Ibérica a convertirse al catolicismo o ser expulsados si no lo hacían antes del 3 de agosto. Se lograba así la unidad política y religiosa.
El mismo 3 de agosto partía del Puerto de Palos la expedición de Cristóbal Colón.
El 11 de agosto era designado el español Rodrigo Borja (ahora Borgia) como Papa con el nombre de Alejandro VI.
La política de unificación territorial y la campaña contra los árabes resultó costosa. Uno de los prestamistas que contribuyó con el ascenso de los Reyes Católicos fue Luis de Santángel, miembro de una familia de judíos conversos. Su padre había desarrollado actividades capitalistas en sociedad con el rey Alfonso V.
Luis de Santángel ocupó el cargo de escribano de Ración. Su función principal consistía en prestar dinero a los monarcas. Fue él quien apoyó la idea de Colón y aportó 1.140.000 maravedíes (unos 7 millones de euros actuales) para la empresa del “descubrimiento”.
Por su parte, el Papa Alejandro VI dictó cuatro documentos conocidos como las Bulas Alejandrinas, en los que se otorgaba a los reyes de Castilla y León el derecho a conquistar América y la obligación de evangelizarla. Estas bulas no fueron respetadas por la mayoría de los países europeos, sin embargo se consideran como la base del Derecho Indiano, que estableció el conjunto de normas jurídicas vigentes en América durante el período colonial.
En síntesis, el poder del capital fue el motor para el desarrollo de la conquista de América y -posteriormente- del mundo entero. Las monarquías y los países fueron vehículos que posibilitaron su expansión y avalaron sus ganancias.
Mientras los reyes y nobles endeudaban sus países y posesiones con gastos superfluos y ostentosos como la boda de Felipe II, sus pueblos debieron enfrentar epidemias, hambrunas, desempleo, endurecimiento de las relaciones feudales, aumento de la pobreza y la inseguridad por causa de los bandoleros.
Mientras un pequeño grupo se fortalecía y enriquecía en cada país, se consolidaban las condiciones necesarias para la explotación de los trabajadores europeos, la práctica del esclavismo y la conquista y usufructo de los ricos recursos naturales de las tierras conquistadas.