Por Carlos Solero.
Muchos sucesos de la historia se desarrollaron en el mes de la primavera, y dejaron heridas que aún no cerraron.
En el mes de septiembre se cumplen ochenta y dos años del fatídico golpe de Estado del general José Félix Uriburu contra el gobierno de Hipólito Yrigoyen y con este acontecimiento la puesta en marcha de un tenebroso proceso para el pueblo argentino en su conjunto y los trabajadores en particular.
El dictado del bando militar del 6 septiembre significó entre otras cosas la implementación del sistemático plan de secuestros, torturas y fusilamientos de luchadores sociales como los militantes de la Federación Obrera Regional Argentina (Fora).
Joaquín Penina, obrero anarquista de origen catalán autor junto a otros compañeros de la Federación Obrera local de la redacción de un volante en el que instaban al pueblo a lucha por la libertad y la insumisión contra la dictadura militar, fue fusilado en las Barrancas del arroyo Saladillo. Penina fue secuestrado de la humilde pieza de pensión donde guardaba sus libros, los periódicos y folletos que distribuía de manera gratuita entre los trabajadores para ampliar sus perspectivas, con temas filosóficos, de naturismo, pedagogía libertaria. Autores como Bakunin, Kropotkin, Tolstoi, Ferrer I Guardia. Lo trasladaron por la fuerza en primera instancia a la Jefatura de Policía de Moreno y San Lorenzo y en las penumbras de la madrugada fue baleado arteramente, mientras enfrentó con coraje a sus verdugos. Luego enterrado como NN, permanece desaparecido. Esta práctica se haría usual por parte de las fuerzas estatales y paraestatales décadas después.
En 1928, también en Rosario un crumiro asesinó a la joven obrera Luisa Lallana mientras ésta repartía volantes en solidaridad con los trabajadores en huelga.
Todo un estilo de vigilancia y castigo contra personas solidarias y librepensadoras. La llamada “Década Infame”, que precedería a tantas otras por venir se inauguró con una andanada de crímenes de Estado y persecuciones, mientras desde el estado se alentaron formas organizativas, jerárquicas y verticales de sindicalismo destinadas al disciplinamiento social y la búsqueda de conciliación de intereses inconciliables entre privilegiados y desposeídos.
En el presente, el conflicto entre los trabajadores y un poderoso grupo económico que entre otras cosas es propietario de un ingenio azucarero, desarrolla entre la anuencia estatal frente a los malos tratos y el despido, junto con la lisa y llana represión en las rutas y en sus viviendas de obreros en conflicto desde hace semanas y sus familias. En efecto, el Departamento San Martín vuelve a ser escenario una vez más de hechos sangrientos sólo en defensa de los latifundistas. No es este acontecimiento una sorpresa sino la confirmación de la persistente existencia de estructuras perversas de apropiación de las tierras y cursos de agua, despojamiento de lo elemental a quienes son los productores directos. Del atropello y la negación elemental del ejercicio de todos sus derechos.
Otros septiembres
En septiembre de 1973, fue derrocado en Chile, el gobierno de la Unidad Popular encabezado por el médico socialista Dr. Salvador Allende Gossens, el general Augusto Pinochet al mando de una junta militar y con explícito apoyo de la Agencia Central de inteligencia (CIA) y el Departamento de Estado norteamericano, por entonces comandado por Henry Kissinger, instauraron una dictadura que perpetró multiplicidad de crímenes de lesa humanidad. Desde el inicio las detenciones de campesinos y obreros en el Estadio Nacional de Santiago pretendieron sembrar en la población el horror y el espanto. Durante décadas el régimen cívico-militar mantuvo el asedio de barrios empobrecidos de donde se secuestró, torturó y asesinó a mujeres y hombres. Todo en aplicación de planes económicos y políticas sociales regresivas. Chile fue el “primer gran laboratorio” de aplicación de las concepciones ultrareaccionarias de neoliberalismo, pergeñado en los organismos como el Fondo Monetario Internacional (FMI y el Banco Mundial (BM). Esas marcas persisten en múltiples ámbitos entre otros la educación, donde la lucha de los estudiantes no puede ser acallada e interpela a la sociedad toda. Es una noble resistencia que alienta las ansias de libertad de todo un pueblo.
A pesar de los arteros golpes asestados no doblegan la actitud insumisa de los buscan construir vínculos societales solidarios.
Vaya paradoja de la historia también un 11 de septiembre, pero del año 2001 se produjo el derrumbe por un ataque aéreo del un símbolo del capitalismo de Occidente, las Torres Gemelas del World Trade Center en la ciudad de Nueva York. En simultáneo en Pennsylvania y en Wasington D.C., sedes estatales fueron atacadas.
Más allá de las teorías conspirativas o no acerca de estos hechos queda en evidencia que se abrió por parte del estado norteamericano una etapa de ataques masivos a territorios como Afaganistán, Irak,etc.
Las reflexiones precedentes tienen un común denominador que las encadena dialécticamente. En diversas latitudes se expresan conflictos entre los que aspiran a mantener el ejercicio de la dominación y sus privilegios, estructurando dispositivos abierta o soterradamente opresivos, de control. Por otra parte los millones y millones que propenden organizarse y resistir estas maniobras y construir sociedades basadas en la solidaridad social.