Por Carlos Solero
El fundador de WikiLeaks es más asediado por divulgar secretos de Estado que por su conducta hacia las mujeres
Las crisis cíclicas son una característica distintiva del sistema capitalista; la cuestión es que, según la dimensión y profundidad de éstas, ha sido el devenir dramático, trágico o atenuado de las sociedades.
Dicho de otro modo, el advenimiento de regímenes totalitarios en casi toda Europa en las primeras cuatro década del siglo XX, fue una consecuencia con origen en el descalabro originado durante las primeras Guerras de los Balcanes y la Primera Guerra Mundial (1914-1918), con sus secuelas de catástrofe en millones de vidas aniquiladas en las trincheras de los campos de batalla. También la derivada hecatombe financiera y económica de 1930, originada en Wall Street, Nueva York, Estados Unidos de Norteamérica y su expansión mundial al conjunto del sistema y su periferia.
El corporativismo portugués, el fascismo italiano, el falangismo español, el nazismo alemán, son todas concepciones estatistas que poseen como cuño fundamentos antihumanistas, militaristas y un dogmatismo que busca a más de doblegar cualquier posibilidad transformadora de la sociedad, la eliminación de los que piensan distinto. Están dotados de un espíritu mesiánico y “purificador”. Hacen la exaltación explícita de la muerte y un culto de las guerras como acontecimiento insoslayable del progreso.
Los filósofos de la Teoría Crítica, conocidos como La Escuela de Frankfurt, anticiparon en sus estudios del período de entreguerras que el avance tecnocrático tendría nefastas consecuencias para los seres humanos, ya que la imposición de la Razón Instrumental terminaría plasmando el sistema concentracionario de los campos de exterminio que fueron uno de los escenarios del Holocausto nazi contra el pueblo judío y muchas otras víctimas.
Herbert Marcuse, miembro activo y destacado de esta corriente de Pensamiento Crítico, en un ensayo contenido en su libro Cultura y Sociedad, publicado en la Argentina por la editorial de la revista Sur, reflexionaba acerca del carácter represivo de la cultura burguesa afirmativa. Señalaba el filósofo que el sistema del capital-mercancía no se conformaba sólo con apropiarse de la fuerza de trabajo en el proceso productivo, sino que además buscaba cooptar y manipular la subjetividad de los individuos, dándole una vuelta más de tuerca y ajuste perverso a la alienación.
Según Marcuse, las ciencias y las artes irían perdiendo el carácter liberador de la etapa de la ilustración en lucha contra el absolutismo, y en cambio estas expresiones super-estructurales tenderían a transformarse en ideologías que modelaran personalidades sumisas a los macro y micro poderes.
Casi como aparecen en la antiutopía de George Orwell 1984 o en la novela de Aldous Huxley “Un mundo feliz”. En la primera, por la vigencia omnipresente del control centralizado por Gran Hermano, la imposición de perversiones del lenguaje: “la guerra es la paz”, “el odio es el amor”, “la libertad es la esclavitud”. Los discursos de los principales jerarcas mundiales del presente, leídos entrelíneas, y a veces explícitamente, reflejan contenidos similares. Ejemplo de esto son las posiciones frente a la coyuntura política y social en Siria y en Medio Oriente en general.
En la novela de Huxley la felicidad es inducida por medio de una droga que se distribuye masiva y gratuitamente, la sensibilidad está encorsetada y la tristeza prohibida, se fabrican en los laboratorios niñas y niños destinados a servir a una élite de privilegiados, o bien a ser miembros de esa élite dominante.
En las últimas semanas varias cuestiones aparecen en la candente agenda internacional, una a la que se está subestimando de modo peligroso y es la aparición en Japón de mutaciones genéticas en seres como las mariposas, como consecuencia de la fuga radioactiva en la central nuclear de Fukushima. Si recordamos hechos emblemáticos como el lanzamiento de las bombas atómicas por parte del Estado norteamericano en 1945 sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki y la secuencia de flagelos para la vida y la salud de cientos y cientos de personas, o bien la fuga de la central india de Union Carbide en Bophal, o el desastre de Chernobyl en la ex Unión Soviética, deberían alertarnos las noticias que llegan del territorio nipón.
Por otra parte, en plena campaña electoral por la presidencia de Estados Unidos, Mitt Romney, el candidato del Partido Republicano, se perfila como un guerrero global dispuesto a mantener el estado de guerra a nivel planetario y a incrementar la performance belicista en nuevas áreas si es preciso para saltar hacia delante en la superación de la crisis de esa potencia.
En efecto, mientras se multiplican las matanzas a manos de asesinos seriales, está en el ánimo de la élite política continuar restringiendo las libertades individuales, basadas en múltiples mecanismos legales como las actas y decretos perpetrados por George W. Bush y mantenidos por Barack Obama.
Otra de las paradojas del presente en la Aldea Global es que el fundador de la agencia WikiLeaks, Julian Assange, continúa asediado tanto por Estados Unidos como por Gran Bretaña, mucho más por haber divulgado secretos informativos de altos funcionarios que por su conducta hacia las mujeres. Por estas horas, el gobierno ecuatoriano ha concedido a Assange el derecho de asilo en su territorio para evitarle su extradición de Inglaterra a Suecia.
Se profundiza la crisis y crecen los castigos, lo están padeciendo poblaciones que luchan en latitudes diversas, los estudiantes en las calles de Chile, los pobladores mapuches, las multitudes que se manifiestan contra los ajustes en España y Grecia.