Moneda e inflación

Por José Luis Parra
La crisis argentina de 2001/2002 parece muy lejana. Todos los ojos están puestos hoy en la situación que debe soportar la población de algunos países europeos como España y Grecia. El desconocimiento de las causas que generan procesos históricos de semejante envergadura resulta beneficioso -y necesario- para quienes se enriquecen con la quiebra fraudulenta de las economías nacionales.
La inflación o disminución del poder adquisitivo de la moneda fue conocida -y padecida- desde la antigüedad en cada comunidad que la utilizó como medio de cambio.
Un denominador común en todas estas situaciones es la ignorancia acerca de las formas de administración de la riqueza pública, es decir de lo que es de todos (recursos naturales y bienes culturales).
Veamos dos momentos de la Historia que pueden aportarnos claridad al respecto de cómo se utiliza el poder del Estado para apropiarse de la riqueza de los pueblos.

Primer papel moneda de Europa
Si bien se sabe que en China -siglos antes- se utilizó papel moneda, se considera al escocés John Law como el primero que impulsó su uso en Europa.
Luis XIV fue sucedido por su biznieto Luis XV en 1715, pero debido a su corta edad (5 años) el gobierno quedó en manos de un Regente. Luego de un verdadero golpe de Estado, asumió la regencia el Duque Felipe de Orleáns, sobrino del rey fallecido. Como cuentan los manuales de Historia, “Felipe gustaba de llamar la atención de la gente por sus desordenadas costumbres, su cinismo, su falta de moralidad e inclinación por las fiestas y la conquista de mujeres.”
John Law llegó a Francia en 1716 y le presentó al Regente una serie de proyectos económico financieros que fueron aceptados en forma rápida. El primer postulado de Law era que el gobierno debía manejar los resortes de la economía del país, sobre todo considerando que la deuda del Estado era enorme. Así, fue autorizado primero a fundar una banca privada. Luego se le permitió crear el Banco General, que podría emitir papel moneda con respaldo de oro para ayudar al Estado. En 1717 se creó la Compañía de Occidente, conocida como Compañía del Mississippi, que operaba en el territorio americano de la Luisiana francesa. El Banco General pasó en 1718 a Banco Real con la garantía del rey. Un año más tarde la Compañía de Law absorbió a otras compañías coloniales francesas y se le permitió acuñar moneda y cobrar impuestos.
Por fin, en 1720 se fusionaron el Banco Real y la Compañía de Indias y se nombró a John Law Inspector General de Finanzas. El control que ejerció sobre la economía francesa fue prácticamente absoluto.
Fue en ese momento que se hizo público un anuncio falso que generó un ansia de enriquecimiento fácil entre muchísimos ciudadanos, que se lanzaron a comprar unos bonos públicos emitidos por el Banco. Sin embargo, poco tiempo después al conocerse la falsedad de los dividendos, creció la decepción que produjo una corrida de especuladores hacia las ventanillas del Banco con la pretensión de cambiar sus bonos y recuperar lo invertido.
Como John Law había lanzado una emisión de billetes mucho mayor que la existencia de valores en caja, sobrevino rápidamente la quiebra del sistema. Este proceso es actualmente conocido como “inflación” o aumento sin respaldo o ficticio de la cantidad disponible de dinero, sin ninguna contención.
A medida que los accionistas exigían recuperar su oro, se evidenció que el oro ya no estaba, lo que ocasionó no sólo la quiebra del Banco Real sino que disparó una crisis económica que sacudió a Francia y se extendió por otros países europeos. Este episodio podría considerarse como el primer “gran robo”, la primera quiebra fraudulenta en las arcas de una nación y el saqueo de un país mediante nuevos métodos, distintos a los de las conocidas invasiones y conquistas militares.
Como señalan Grimberg y Svanström, “Law ofrecía al público todo cuanto puede seducir: una teoría económica nueva expuesta con claridad, ideas audaces emitidas con seguridad, un sistema completo que dispensaba toda preocupación y, sobre todo, una perspectiva ilimitada de riquezas y placeres. Gentes enriquecidas a favor del robo legal y las concusiones [término legal que se refiere a un delito llamado exacción ilegal, es decir, cuando un funcionario público en uso de su cargo exige a una persona una contribución o un pago superior a lo que le corresponde], nada entendían de crédito, de banca ni de teorías de dinero. Los cortesanos acosados por los acreedores quedaron encantados de poder pagarles en billetes, y nada de extraño tiene que invadiese a Francia una avidez general y que por doquier se extendiese la manía de cambiar oro por papel”.
El fracaso de este modelo produjo en Europa un rechazo hacia el uso de papel moneda. Pero lo peor fue que miles de familias quedaron arruinadas, especialmente en Francia.
John Law fue declarado único culpable y debió huir al extranjero para salvar su vida. Sin embargo, hay quienes sostienen que la emisión sin control se debió al mismísimo regente de Francia Felipe de Orleáns, que con el manejo del dinero y la inflación explosiva logró aliviar la situación económica y financiera de su gobierno para seguir sosteniendo un sistema de opresión.

Crisis de 1890 en Argentina
En 1890 la Argentina vivió una de sus mayores crisis financieras. Luego de la conquista de la Patagonia y del Gran Chaco, tierras dispuestas para la producción de las materias primas que necesitaba la poderosa maquinaria industrial de Inglaterra, la especulación financiera creció a ritmo descontrolado durante el gobierno de Juárez Celman. A pesar de que el Estado argentino garantizaba las inversiones extranjeras, éstas no llegaron a nuestro país. Los bonos o papeles eran la moneda corriente en los bancos y las bolsas de valores. La emisión de bonos fue avalada con oro, que se permitía sacar del país con total libertad. Los intereses subieron mientras otro tanto hacía el valor de la tierra. Aparecieron cientos de sociedades anónimas que entraban al sistema bursátil inundando el mercado con mayor cantidad de papeles financieros sin correspondencia con la riqueza real. Muchos argentinos creyeron la publicidad que promovía la idea de que endeudarse era bueno porque mostraba la confianza en el futuro, sobre todo por parte de las potencias que invertirían en nuestro país.
De tal modo, el sistema financiero tuvo mayor movimiento que las actividades industriales o agropecuarias. Al fin, el andamiaje falso se desmoronó. El oro subió y el gobierno debió desprenderse de sus reservas para pagar sus “obligaciones”. La crisis produjo el estancamiento de la economía, la pérdida del valor de la moneda y de puestos de trabajo, el endeudamiento externo pagado con nuestros recursos naturales y con bienes públicos como el Ferrocarril del Oeste que fue entregado al capital inglés.
El fraude fue tan escandaloso que algunos miembros de la oligarquía mostraron su alarma. Tal el caso de Carlos D’Amico (ex gobernador de la provincia de Buenos Aires 1884/1887), quien señaló: “…La República Argentina debe al extranjero muchísimo más de lo que tiene, de manera que toda su producción actual no le basta para pagar las cantidades que tiene que remitir anualmente por esas deudas.
…Para pagar este enorme déficit anual, la Repúlica tiene que echar mano de todos sus ahorros, y como éstos no alcanzan, devuelve al extranjero todos los años el mismo oro que le ha tomado prestado, o le entrega papeles de comercio o sus ferrocarriles, o sus tierras, y así va aumentando el déficit anual, hundiéndose cada vez más en esa situación financiera que la lleva a una crisis periódicamente.
…Después del abuso del crédito y de la necesidad de enviar los ahorros del país a Europa, la causa que más poderosamente ha influido en la crisis es el mal empleo de los capitales de los Bancos…”

La situación social estalló con un alzamiento (la revolución del Parque de Artillería del 26 de Julio de 1890). La Revolución fracasó, pero Miguel Juárez Celman renunció a la presidencia sin que se le hicieran cargos penales. La crisis recayó nuevamente sobre el pueblo.
El economista Silvio Gesell estudió de cerca la crisis argentina de 1890 y pudo concluir en que “el dinero que produce intereses y que por lo tanto no es neutral, produce una distribución injusta de los ingresos, lo que lleva a una mayor concentración del capital monetario y del capital material, monopolizando así la economía”.
El modelo argentino continuó en manos de una oligarquía sometida al sistema de la división internacional del trabajo en el que imperaba la Gran Bretaña.

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