Por José Luis Parra
El estudio de la Historia se basa principalmente en un posicionamiento ideológico y el armado de relaciones de hechos ocurridos, relevantes para el desarrollo de nuestro presente. No es privativo de los historiadores; mucho menos en actualidad con el auxilio que presta la avanzada tecnología de las comunicaciones. Sin embargo, muchas veces se dejan pasar al olvido hechos trascendentes que permitirían entender las causas de los problemas, herramienta fundamental para encarar cualquier principio de acción reparadora.
Veamos un ejemplo:
A fines de mayo de 2011 se produjo una contaminación masiva en Alemania, generada -según afirmación de las autoridades sanitarias- por la bacteria Escherichia coli. Al cabo de los días, tal contaminación determinó la muerte de una treintena de personas y miles de afectados en 12 países.
En un primer momento se señaló que el brote se había propagado a través de pepinos producidos en España. Luego acusaron a los tomates de ese país. En ambos casos, todas las partidas de frutas y verduras fueron detenidas, lo que significó una enorme pérdida económica para los productores españoles pero también una gran crisis alimentaria en toda Europa. La ministra de Agricultura de España, Rosa Aguilar, criticó la actuación de los funcionarios alemanes, señalando que “Alemania acusó a España de ser responsable de la contaminación con E. coli en Alemania y lo hizo sin pruebas, generando un daño irreparable al sector productor español”.
Al paso de los días, los científicos alemanes concluyeron en que no había bacterias en pepinos o tomates y enfocaron sus microscopios hacia brotes de soja producidos en una granja orgánica de Renania del Norte en Westfalia, afirmando categóricamente que “la bacteria E. coli que ya provocó 31 muertes y miles de enfermos en toda Europa, proviene casi seguro de brotes germinados procedentes de la granja orgánica del norte de Alemania que estaba siendo investigada”.
Días más tarde, los científicos alemanes debieron reconocer que no habían hallado restos de la bacteria E.coli en la granja, aunque se defendieron del error manifestando que eso no implicaba que “sus sospechas fueran erróneas”, ya que si bien los resultados de los análisis habían sido negativos, los brotes contaminados podrían haber sido distribuidos con anterioridad.
Sin ruborizarse, la Ministra alemana de Agricultura, Ilse Aigner, dio la cara para declarar que “esta es una pista importante y estamos rastreándola enérgicamente”, por lo que advirtió a los consumidores para evitar brotes germinados, pepinos, tomates y ensaladas…
Son muchas las coincidencias entre nuestros países. En nuestro caso, debemos recordar una contaminación masiva ocurrida en la localidad de Rojas, al norte de la provincia de Buenos Aires. En marzo de 2004, 3.675 infectados en esa ciudad -de casi 20.000 habitantes- debieron ser tratados sólo en el sistema de Salud estatal (Hospital Municipal) por problemas gastrointestinales, vómitos, diarreas y altas temperaturas. Los mismos síntomas que se presentaron en Alemania.
En el Partido de Rojas está instalada una planta de la empresa Monsanto, que produce semillas modificadas genéticamente (resistentes al herbicida -Glifosato- que también desarrolla).
La investigación genética fue denunciada por diversos medios, señalando que podría producir problemas en la salud humana.
Para hacer un organismo transgénico hay que transferir un gen de un ser -en este caso resistente al glifosato- pero además para ello hay que realizar otras operaciones de transferencia (gen promotor y gen “terminador”), en la que intervienen virus y bacterias.
En definitiva, la técnica consiste en la introducción de genes de otras especies, vegetales o animales, mediante vectores que suelen ser virus o bacterias, entre ellas la Escherichia Coli.
Entre las consecuencias de la intoxicación con glifosato, encontramos también diarreas y vómitos.
Glifosato, bacterias, virus, parásitos. Las siete plagas se abatieron sobre Rojas en marzo de 2004. ¿Casualidad? ¿Laboratario de investigación de la empresa Multinacional?
Lo que no parece ser casualidad es la falta de investigación y de controles. La carencia de voluntad para profundizar sobre estos temas y a la par para invertir en más y mejor salud para nuestra gente.
A la misma conclusión llegó el Ministro de de Salud de Francia, Xavier Bertrand, que exigió más transparencia a las autoridades de España y Alemania, y pidió enfáticamente “saber el origen de la contaminación”.
Por su parte, Klaus Verbeck , propietario de la granja acusada en 2011, fue terminante al declarar que “los brotes crecen sólo a partir de semillas y agua, y no se fertilizan en absoluto. Tampoco se utiliza ningún fertilizante animal en otras zonas de la granja”.
Quizás Bertrand, Aigner y el nutrido grupo de científicos podrían encontrar mejores pistas si -en vez de investigar sólo a la granja orgánica de Verbeck- investigan de forma prioritaria la conexión entre uso de herbicidas y contaminación y entre manejo de bacterias para la manipulación genética y contaminación con bacterias. En ambos casos, el denominador común es Monsanto, empresa que -lo que tampoco parece casual- está instalada en Westfalia (Alemania) así como en Rojas (Argentina).
A los latinoamericanos ya no nos asombra que estas situaciones se generen en los países adelantados del Primer Mundo, ni que los funcionarios responsables de las vidas y recursos de las naciones demuestren tal grado de ignorancia y desaprensión.
Como ocurre con la situación sanitaria y ambiental, la crisis económica en Europa y Estados Unidos también se hace recaer sobre las espaldas de sus pueblos.
Las decisiones de los gobiernos que defienden a las grandes empresas multinacionales y la banca, la falta de controles y la corrupción, la intervención militar en países productores de petróleo, constituyen la marca de este principio de siglo.
Queda claro que existe una coincidencia completa entre los procesos neoliberales que castigaron a los países latinoamericanos durante la década del ’90 y los sucesos que se abaten por estos días en los países “centrales”.
La falta de inversiones de fondos públicos en infraestructura se verificó en Estados Unidos de Norteamérica luego del Huracán Katrina (2005). La gestión de gobierno de los Bush (padre e hijo) fue -en sí misma- un verdadero huracán que dejó un tendal de pobreza y destrucción a su paso: permitiendo la quiebra fraudulenta de empresas (como el caso Enron, tratado también en esta columna); el éxodo de grandes empresas (caso General Motors) a otros países, que sentenció a la desocupación a miles de trabajadores con la consiguiente quiebra de pueblos enteros; otorgando subsidios -con fondos estatales- de miles de millones de dólares a bancos quebrados por prácticas al menos inescrupulosas.
La crisis del sistema capitalista explotó en Europa. El rescate de los bancos quebrados -que hicieron los gobiernos copiando el modelo estadounidense- produjo una pérdida de miles de millones de euros a las arcas estatales, déficit que pretenden hacérselo pagar a los pueblos con ajustes en puestos de trabajo (desocupación), rebajas en subsidios, recortes en sistemas de salud y educación.
Mientras tanto, las multinacionales de los medicamentos, los herbicidas y otros venenos, junto con las corporaciones que comercializan OMG (organismos manipulados genéticamente), se posicionan en silencio para constituirse en los nuevos imperios con poder absoluto sobre el alimento de la humanidad.
La contaminación en Rojas en 2004 y la muerte de 30 personas en Alemania en 2011 deberían movilizar la inquietud de quienes están en condiciones de entender y actuar -desde cada puesto de lucha en una cátedra, un laboratorio, una oficina pública o una redacción de noticias- para sostener nuestra verdadera independencia.
Ante todo se trata de entender que no estamos frente a hechos aislados.
Existe una relación directa entre la muerte de personas y la contaminación ambiental así como entre la muerte de personas -especialmente niños- por causa del subdesarrollo; relaciones que sólo pueden ser explicadas por el avance y poder alcanzados por las actividades productivas que generan millonarias ganancias a minorías inescrupulosas, amparadas por gobiernos títeres que ejercen su poder de policía imponiendo leyes contrarias a los intereses populares y reprimiendo las manifestaciones de los pueblos.
Entender y luego actuar: la vida y el futuro de nuestros jóvenes así lo demandan.
La Historia de nuestros días
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