Por Carlos Solero
El sociólogo Georg Simmel plantea en su ensayo Las grandes urbes y la vida del espíritu que si se compara el grado de libertad de los individuos en las pequeñas poblaciones respecto de las ciudades, resulta evidente que en estas últimas las personas cuentan con mayor margen. El autor contrapone a la comunidad donde predominan los afectos a la sociedad donde lo que se manifiesta con más claridad son acciones racionales y de cálculo.
Ahora bien, Simmel señala también que si bien la presión social sobre cada uno es menor en las ciudades también lo es la sensibilidad respecto de lo que le ocurre a cada individuo. Es decir que en los grandes conglomerados de población no se vivencia “el peso” de la mirada de los otros, pero si la indolencia frente al sufrimiento.
Un caso recientemente difundido en los medios de comunicación respecto de las acusaciones a una joven de 15 años de abusar de dos niñas merece una reflexión profunda acerca de un tema muchas veces debatido y que sigue mereciendo atención. Es el de la relación entre los mensajes que emiten los mass media.
Como es dable afirmar en el proceso de comunicación, hay emisores y receptores. Los receptores no son absolutamente pasivos, pero es indudable que las personas más jóvenes son más vulnerables, ya que su universo simbólico es más limitado que el de un adulto y por lo tanto lo son su capacidad de análisis y crítica. Además, y esto ha sido denunciado por las agrupaciones de mujeres de la Región, muchos mensajes publicitarios y programas televisivos son claramente portadores de violencia hacia el género femenino.
La joven acusada carece de la contención necesaria para alguien en pleno desarrollo de su personalidad, ya que su estructura familiar está limitada a la tutela de una persona de la tercera edad, indudablemente socializada en parámetros culturales diferentes a los reinantes.
Es realmente preocupante que se continúen emitiendo programas de TV y mensajes que generan estereotipos sobre los roles femeninos y masculinos, que además incitan a los niñas, niños y adolescentes a asumir conductas y acciones para las que no están aún maduros y que en muchas ocasiones implican violencia explícita hacia las demás personas, por lo tanto son dañosas para la libertad de los otros. Sumado a esto la escasa implementación de programas masivos de educación sexual.
Es preciso recordar aquella frase de los psicoanalistas: “ mirado de cerca nadie es absolutamente normal” y por tanto no es dable estigmatizar.