Por Waldo Albarracín Sánchez
El martes fuimos sorprendidos por la dolorosa noticia de la partida de una de las luchadoras sociales más emblemáticas del movimiento popular boliviano. Los informativos de la mañana anunciaban que horas antes había fallecido Domitila Chungara.
Gracias Domitila por tu aporte, por lo que fuiste y las enseñanzas hacia las nuevas generaciones, hasta siempre compañera
Una sensación de pérdida irreparable invade el corazón de nuestro pueblo, el cáncer nos está privando de una mujer símbolo que en el momento oportuno nos mostró el camino por donde debía encaminarse la lucha de los desposeídos en aras de conquistar sus más elementales derechos.
El rigor de la dictadura militar banzerista que en la década de los años 70 había expulsado del país a miles de compatriotas, encarcelado y confinado a otros tantos, torturando y haciendo desaparecer personas, imponiendo el Terrorismo de Estado y el miedo en la ciudadanía, en el caso de Domitila no logró su propósito, ella nunca se atemorizó y por el contrario enfrentó con valor al régimen de facto, ni la celda donde fue recluida logró contenerla no obstante su embarazo.
Ella era una rebelde sin pausa y fue esa su rebeldía la que incentivó el coraje de otras mujeres al extremo de que cuatro de ellas, tan humildes y marginadas como Domitila, iniciaron una huelga de hambre a fines del año 1977, exigiendo a la dictadura nada más y nada menos que la ansiada Amnistía General e Irrestricta. Contagiados por semejante valentía y coraje femenino, de pronto empezaron a multiplicarse los piquetes de huelga en todo el territorio nacional, estudiantes, obreros, periodistas, curas y monjas, entre otros, poniendo contra la pared al dictador genocida quien ante la contundencia de la demanda, no tuvo otra alternativa que anunciar la amnistía para la navidad de 1977 y elecciones generales para 1978. La victoria de un pueblo se había materializado, precisamente gracias a estas valerosas mujeres y desde luego gracias a la convicción democrática y profundo compromiso con la causa popular de nuestra gran Domitila.
Los años posteriores siguió mostrándonos la senda correcta por donde deben trajinar los y las luchadoras sociales, hasta convertirse en un símbolo que aprendimos a respetar en franco reconocimiento a su trayectoria. Domitila no se andaba con vueltas, decía su verdad sin imposturas, solía inspirarse en otra gran figura del sector minero, aquel valeroso dirigente Federico Escobar Zapata a quien nunca pudieron comprar ni amedrentar los poderosos. Nuestra compañera era de esa estirpe, insobornable, indomable, consecuente con sus principios hasta sus últimos días.
Toda referencia positiva hacia ella resulta insuficiente, su desaparición física, simultáneamente la vuelve inmortal, seguirá iluminándonos en esta dura tarea de defender los derechos humanos, estará presente en la lucha de las mujeres contra la discriminación de género, de los mineros por mejores condiciones de vida, de los indígenas tan vapuleados actualmente. Allá donde se deba reivindicar un derecho estará su imagen presente.
Gracias Domitila por tu aporte, por lo que fuiste y las enseñanzas hacia las nuevas generaciones, hasta siempre compañera.