Por Carlos Solero
Un recorrido por los estudios antropológico-sociales permite visualizar cómo se fue cimentando el poder patriarcal, de qué manera en la medida en que los agrupamientos humanos se tornaron sedentarios, se domesticaron los cereales y a los animales, fue apareciendo la propiedad y entonces la autoridad de los varones se fundamentó en una división del trabajo opresora y excluyente hacia las mujeres.
Los trabajos de Lewis Morgan, Friedrich Engels, Piort Kropotkin y nuestros contemporáneos Ashley Montagu y Marvin Harris, refutan cualquier teoría que naturalice el patriarcado, el cual si bien se impuso desde la antigüedad, no tiene por qué ser una fatalidad irreversible.
En las sociedades capitalistas, el control de los cuerpos ha sido desde sus orígenes un objetivo. Manipular los cuerpos significa para las clases dominantes –las propietarias- controlar los procesos de producción, distribución y consumo de personas y mercancías, es decir la vida misma de las poblaciones en las grandes ciudades y en el medio rural.
Pero cabe señalar que en las sociedades modernas los cuerpos femeninos parecen estar más expuestos a la explotación ya que se los usa como señuelo publicitario, elemento de obtención de ganancias y muchos otros malos tratos.
El 8 de Marzo, Día Internacional de la Mujer, está asociado a las luchas de las obreras que desde el siglo XIX -en pleno auge industrialista- vienen librando contra la explotación capitalista y patriarcal. Las huelgas de las trabajadoras textiles en EEUU en 1857, 1867, durante las décadas del siglo XX y el actual comienzo de milenio durante décadas son expresión de esto.
Figuras como las de la anarquista rusa Emma Goldman y las socialistas europeas Rosa Luxemburgo y Clara Zetkin y en la Región Argentina Virginia Bolten, las editoras del periódico La voz de la mujer, Juana Rouco Buela con la hoja feminista Nuestra Tribuna, son precursoras de un pujante movimiento muchas veces invisibilizado por los relatos dominantes.
Esta fecha, el 8 de Marzo, debe interpelarnos para tomar conciencia como especie humana de las rémoras que aún someten al escarnio la dignidad de las mujeres, principalmente las de las clases subalternas, esto implica pasar de la conciencia a las acciones de lucha solidaria. Este es un desafío insoslayable.