Por Carlos Solero
En el mundo contemporáneo parece no haber demasiado espacio para los seres sensibles. La ideología vigente por imperio de las elites dominantes difunde principios de pragmatismo, “sálvese quien pueda”, “consígalo todo ya”, “hacé la tuya”, “estás primero”, “sos único” y muchos otros eslóganes cargados de falacias. Todos estos mensajes que aparecen como publicidad pero que en sí son propaganda de una ideología orientada al paroxismo consumista que sólo busca colocar las mercancías que el capitalismo global produce a cada minuto.
Este fenómeno ya lo explicaron sociólogos como Georg Simmel en su ensayo sobre la moda y filósofos de la Teoría Crítica de la Escuela de Frankfurt como T.W. Adorno, analizando la industria cultural en las sociedades de masas. También H. Marcuse, en múltiples estudios acerca de las nuevas formas que adquiere la alienación.
La literatura de dos escritores contemporáneos galardonados con el Premio Nobel, el japonés Kenzaburo Oé (1935) y la austríaca Elfriede Jellinek (1946), son a su modo exponentes nada complacientes de sus propias sociedades, en las que los sectores que ejercen el poder los estigmatizan y repudian.
Ambos narradores, provenientes de culturas diferentes, transgreden lo establecido y alzan sus voces para otorgársela a los ignorados, humillados y ofendidos.
En el caso de K. Oé, sus novelas ponen en cuestión el fanatismo nacionalista nipón, con su carga de militarismo expansionista soterrado. Oé proclama desde su narrativa valores humanistas que desmontan la impostura. Con sólo leer La presa (1958) o El grito silencioso (1967), nos interna en un ámbito que pone al desnudo la violencia que se ejerce en nombre del fanatismo belicista y la “normalidad” que arrasa con la subjetividad de los seres humanos, cosificándola.
En cuanto Elfriede Jellinek, dramaturga, militante feminista y autora de novelas como Los excluídos (1980) y Deseo (1989) entre muchas otras, la autora denuncia la hipocresía de una sociedad racista hasta la médula y en la que bajo el maquillaje del “orden” se esconden seres aberrantes capaces de ejercer violencia explícita o psicológica. Jellinek, al igual que en su momento Elías Cannetti y Thomas Bernhard, denuncia los resabios nazis que persisten en la sociedad austríaca.
En el presente, cuando los vientos del chauvinismo y la xenofobia emergen y se expanden, vale la pena recorrer las páginas de estos libros considerados por lo poderes establecidos como “letras incómodas”.