Por Carlos Solero
La muerte de Juan Carlos Gené nos interpela de diversos modos. Varias décadas de actuación cimentaron un compromiso con la sociedad y el arte firme y con un perfil nítido para concretar la metáfora de Bertolt Bretch de involucrar al espectador con los desafíos y contradicciones planteados en nuestro tiempo.
La escena teatral, cinematográfica y televisiva pierde a uno de los hacedores fundamentales del siglo XX.
Son inolvidables sus “máscaras” en el Ciclo Cosa Juzgada como miembro activo del grupo teatral conocido como Clan Stivel. Junto a Bárbara Mujica, Norma Aleandro, Carlos Carella, Emilio Alfaro, Marilina Ross y otros inauguraron durante la década del ´60 una forma de presentar el teatro en TV que -basada en casos policiales reales- mostraba el lado oscuro de una sociedad silenciada por las dictaduras.
Cómo olvidar al personaje de la película Tute cabrero en la que confronta con otro gigante de la escena, Pepe Soriano, anticipando la cuestión del desempleo y la exclusión por varias décadas. O al obrero anarquista que luchó contra La Forestal en el film Quebracho de Ricardo Wullicher.
Obligado a un prolongado exilio por la dictadura instaurada en 1976, Gené retornó con obras magnificas como el Herrero y el diablo y muchas otras.
Juan Carlos Gené, junto a Alberto Segado, protagonizó en el teatro la obra Copenhagen de Michael Frayn. El argumento es un encuentro secreto en 1941 en la ciudad de Dinamarca entre los físicos Niels Bohr y Werner Heisemberg. Los dos grandes científicos se plantean en su intercambio la cuestión de las bombas nucleares, un debate sobre los límites del desarrollo científico y los imperativos de la ética.
Juan Carlos Gené ha muerto dejando huellas indelebles en el arte contemporáneo y cabe preguntarse con su triste partida ¿cuántos personajes quedarán en busca de actor?