Por Carlos Solero
Estamos aturdidos por la vocinglería de los apólogos del sistema capitalista que pregonan a diario que la crisis es transitoria. Y en tanto, el tembladeral se extiende por todo el mundo y aun cuando el declive se muestra imparable, no cesan de alabar las virtudes del mercado.
Además, en la medida en que se agudizan las desigualdades, se multiplica exponencialmente la industria relacionada con el control social, no sólo cámaras por doquier sino ahora también tecnología de guerra aplicada para disuadir la protesta social.
En efecto, además de innovar en la legislación para perfeccionar el control ideológico de las poblaciones utilizando tipos penales ambiguos, abiertos, funcionales al achicamiento de las libertades individuales y colectivas, desarrollan nuevos mecanismos contra las multitudes.
En EE.UU. aparecieron en varios estados los cañones sónicos, un arma de guerra que daña el aparato auditivo humana por su potencia y frecuencia que amplifica el sonido de modo mucho más contundente que los megáfonos convencionales.
Estos Dispositivos Acústicos de Largo Alcance (DALA), fabricados por la corporación LRAD, fueron creados -como admitió uno de sus ejecutivos- como una “opción no letal para uso militar”.
Estos dispositivos están siendo usados contra los manifestantes del movimiento Ocupa Wall Street. Varios alcaldes, como el de Pittsburg, rechazaron los reclamos de la American Civil Liberties.
Lo de opción no letal de estos aparatos es una ironía, ya que emiten un sonido de 137 decibeles a un metro de distancia. Este perverso ulular es superior al producido por un avión jet a 100 metros de distancia. Lo anterior no es la transcripción de una distopía de P. Dick sino una palmaria realidad en marcha en el corazón del Imperio.
El sistema en pleno declive avanza en mecanismos que buscan acallar a las masas disconformes que reclaman, pero no podrán detener la marea de aspirar a un cambio profundo de las estructuras de dominación y alienación
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