Por José Luis Parra (Nota editorial Revista Margen N° 63, diciembre de 2011)
Los gobiernos europeos exhiben diversidad de tonos políticos sólo para funcionar como gerenciadores de las grandes corporaciones multinacionales y la banca capitalista en la administración de las riquezas y el control social para mantener el estatus de dominación.
Como ocurriera en América Latina hace 10 años, con diversas excusas hicieron “desaparecer” la riqueza acumulada para montar un escenario de crisis en el que se destacan la recesión, la desocupación y la pérdida de derechos sociales.
Como toda ecuación capitalista, esta nueva depresión deberá ser absorbida y pagada por los pueblos.
Las marchas de oposición y reclamo son reprimidas por los aparatos de gobierno, que utilizan la legalidad de las instituciones pseudo democráticas -como las leyes antiterroristas votadas por todos los parlamentos- para impedir la expresión popular.
El desarrollo de nuevos movimientos de emigración, especialmente de jóvenes en busca de empleo, es otra consecuencia de la situación de recesión.
En nuestra región, muchos países americanos muestran hoy una aparente superación de la
ruinosa situación económica generada por el proceso neoliberal de privatizaciones de los ‘90 y el consiguiente aumento de las deudas externas. El tándem “dictaduras militares –neoliberalismo” dejó gravísimas secuelas, especialmente en la debilitada estructura económica y la dependencia frente a las empresas multinacionales que mantienen la explotación de las riquezas naturales y el control de la energía y los servicios fundamentales. La crisis se ha manifestado en Europa, mientras en América nos encontramos en un momento en apariencia favorable por la situación internacional en la que muchos países desarrollados requieren nuestras materias primas. La venta de estos productos primarios (especialmente granos y madera) y recursos no renovables (gas,
petróleo) propicia un fondo de acumulación que resulta engañoso, ya que no se han modificado las circunstancias estructurales de dependencia y subdesarrollo y menos aún se ha avanzado en el reparto equitativo de dichas riquezas.
Más allá de las apariencias, la falta de respuestas a estas relaciones “desiguales” genera mucha preocupación entre intelectuales, gremialistas y miembros de organizaciones sociales. Y puede vislumbrarse ya una creciente movilización popular. Tanto en América como en Europa, los seres humanos no se rinden.
Seguimos pensando, tal como señalamos en nuestra nota editorial de diciembre de 2001, justo hace 10 años y en el momento más duro de la crisis en Argentina, que:
“Por más esfuerzo y gastos que le demanden, el “Sistema hegemónico” no logra frenar el
empecinamiento de millones de personas que continúan buscando formas de romper el aislamiento y generar mejores condiciones de vida.
Protestas y luchas en muchos lugares. Movimientos cooperativos de producción y desarrollo
económico en otros. Microemprendimientos, trabajo artesanal y economías alternativas como
el “Trueque” se generan diariamente en la clandestinidad en nuestra América despojada.
El sistema hegemónico trata -cada vez más infructuosamente- de localizarlas, captarlas,
integrarlas y por fin devorarlas para que su feroz “intestino” absorba los jugos vitales y eyecte a los seres humanos como excrementos.
Vemos el fenómeno de la participación como una posibilidad cierta de romper las estructuras del Poder.
Para los defensores de los Derechos Humanos y los trabajadores de las Ciencias Sociales,
la tarea del momento es más que acompañar los procesos de participación comunitaria, social, gremial o económica. El compromiso es formar parte de este proceso; que en definitiva es el compromiso con la vida.”